Nací y crecí en el hermoso oriente de Venezuela, en la ciudad primogénita del continente americano, Cumaná. Soy una chica común de diecinueve años de edad. Me entusiasmo por las cosas nuevas, por experimentar y conocer, pues soy una persona muy curiosa. Me dedico apasionadamente a la danza, empecé a los once años en casa. Solía ver películas donde habían increíbles bailarines y yo pensaba “Yo quiero hacer eso, quiero moverme así” entonces de esta manera, me motivé yo misma a aprender desde mi casa, por mi cuenta. Bailaba cada día, cada noche, lo consideraba uno de mis hobbies favoritos. Cada vez que bailaba, era feliz, era yo. Bailar es mi razón de ser, la felicidad de mi vida.

Aún recuerdo como cuando entre a mi primera clase de ballet me sentí confundida y a la vez inspirada, mi subconsciente gritaba "¡De aquí soy!" Entonces lo supe y no lo dudé, no lo dudé ni por un momento, me perdí en una armonía de movimientos perfectamente estructurados, con delicadeza trazados en el aire, exudando una elegancia en cada centímetro, sintiendo hermosura saliendo de tus poros, haciéndote enamorarte de una imagen que tú mismo trazabas pero que no podías ver, sin embargo, al cerrar los ojos, estaba ahí.

Creo fervientemente que cada persona es capaz de hacer lo que desee, más aún si hay pasión y ganas de por medio. No importó lo duro que fuese, ni que mi cuerpo no tuviese las condiciones que exigía el ballet, no importó mi edad, ni lo que los demás dijeran, lo hice. Nunca en mi vida había deseado tanto algo y mi deseo es llegar a ser una gran bailarina, no para exhibirme y presumir, sino para superarme a mí misma cada día, porque creo en mí a pesar de todo. Entreno duro, me esfuerzo, me dedico en cuerpo y alma a lo que hago.