El ENTE (Cuento corto)

Siempre he sido un ser que disfruta de la soledad y en el silencio se complace escuchando sus pensamientos más absurdos. Hoy, en cambio, la soledad me está matando.

La soledad me está matando porque se ha creado un vacío imposible de ignorar. Está allí, te lo juro. No sé cómo llegó a mi hogar pero está allí, concentrado en la habitación. Por favor, dime que tú también lo ves porque esto es lo que me mantiene insomne por las noches.

[Se e x p a n d e]

Cuando noté la presencia de este huésped no era más grande que el pulgar de mi mano y parecía estar flotando en una dimensión alterna a este plano de la realidad. Movida por la curiosidad hice varias exploraciones para conocer algo sobre su origen pero, supongo que debido a mi cercanía, El Ente, del negro más puro en su centro y con bordes vaporosos e irregulares, pareció alimentarse de mi presencia y de mis dudas, incrementando significativamente su tamaño. Después de estas primeras exploraciones terminé sintiéndome agotada e intranquila pero, a pesar de todo, mis estudios sobre El Ente avanzaron, aún sabiendo que se alimentaba de mi energía vital. Un día me sentí envenenada y perdí el conocimiento. Aluciné. Al recuperarme del desmayo me quedaron vagas imágenes de escenas violentas protagonizadas por mí. Parecían irreales.

[Se e x p a n d e]

Cuando caí en cuenta de que El Ente había aumentado su tamaño en casi un mil porciento decidí abandonar las exploraciones, principalmente por el temor de que acabara consumiendo mi hogar. Así, me dispuse a ignorar por completo su presencia para ver si volvía a su tamaño original. En este punto ya El Ente ocupaba casi un tercio de la habitación y yo, como acróbata de circo, esquivaba cada uno de los bordes filosos que encontraba a mi paso.

Un domingo me desperté con un olor nauseabundo y al instante me percaté que provenía del núcleo del Ente. Las náuseas causaron su efecto y enferma corrí al baño a expeler la repulsión que sentía. Desde ese día ya nada volvió a ser igual y mi lucha por ignorar El Ente se vio imposibilitada por el recuerdo de ese olor. Ese asqueroso olor no se va y temo que nunca lo haga.

En más de una ocasión te comenté que temía estar sola porque mis pensamientos solitarios casi siempre venían cargados por un aura negativa y es que ya no disfruto la soledad porque no logro abstraerme en mis pensamientos con la misma confianza de antes. Verás, una vez vi cómo El Ente desarrollaba unos tentáculos que extendía hasta penetrar mi nuca, lo que me lleva a deducir que me ha estado manipulando a través de mis pensamientos para hacerme sentir insegura.

Cada día me siento más apática. Hay días en que el nudo que ahoga mi garganta se libera y reviento en llanto... He llegado a pensar que el vacío que representa este Ente está durmiendo en mi cama.

Una idea perversa que circunda mi cabeza y ciertos eventos infortunados que se han ido encargando de fracturar mi espíritu son para mí evidencia necesaria para determinar las oscuras intenciones de este Ente: poseerme.

En ocasiones me sorprendo pensando en todas las posibles formas de lastimar a quiénes me rodean y mi deleite, obsceno, se manifiesta en una sonrisa morbosa y solitaria.

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El Ente ya ocupa el noventa por ciento de la habitación y es palpable en esta dimensión. Cada noche presiona mi pecho tratando de impedir mi sueño pero yo ya no me preocupo por su presencia, por ignorarlo ni mucho menos esquivarlo. Atravieso sus filosos tentáculos cada día aunque rasga mis carnes.

Me he vuelto una con el Ente.