EL GRITO DE NANAMI (Relato corto)
EL GRITO DE NANAMI
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El siguiente relato se ubica en el siglo XIX, era Meiji de Japón, y en la antigua capital de la nación: Kyoto. Era el 12 de abril de 1872, el pueblo al norte del Templo Kiyomizu-dera (aguas puras) estaba conmocionado por la llegada del gran festival que anunciaba el regreso de la Gran Mano de Buda, una especie de sacrificio que se hacía a Buda con el fin de que éste sanara a los hombres y mujeres enfermos del pueblo, y ayudara al desarrollo del mismo. Cada 3 años se realizaba este gran acto, al cual asistían ciudadanos de todos los distritos cercanos al templo. En el evento se llevaba a cabo un baile tradicional japonés que se hacía en honor a Katsumi, una antigua sacerdotisa que por muchos años se dedicó en cuerpo y alma a aquel templo. Ese año, el baile tan ceremonioso sería realizado por Nanami Ueda, una joven de 16 años de edad, cuya familia la había dedicado a la religión desde muy pequeña. Nanami no dudaba cuando a la religión se refería. Era una jovencita ejemplar, tenía la dedicación al trabajo, era una hija amorosa y respetuosa, para cualquiera la señorita Ueda era un prodigio de hija. Su dulzura y su belleza tan impactante eran capaces de atraer a cualquier hombre, sin embargo los de la región eran ancianos o adultos que la apreciaban y la veían como ver a sus propias hijas.
Ese mismo año un monje nuevo iba a remplazar al difunto monje Yamada en los rezos y en brindar las bienvenidas a los creyentes. Él no conocía a Nanami, hasta que los presentaron la misma tarde de la ceremonia, donde la joven Ueda le mostró el baile para verificar que no hubiera ningún error o detalle que debiera pulirse. La hermosura de Nanami mientras llevaba a cabo el baile tan lento y armoniosamente sedujo a aquel monje, y tras horas de plática con ella, la llevó a un cuarto vacío, justo en el que él dormía. Nanami no sabía porqué la había llevado allí, pero sin replicar, con una confianza cegadora en la palabra de ese hombre, decidió permanecer quieta y escuchar lo que decía, los mil y un halagos que le hacía. Nanami comenzó a sentirse incómoda y pidió retirarse, sin embargo éste hizo caso omiso a sus peticiones, y la sujetó fuerte, ella intentó zafarse, pero no lo consiguió y el monje en un acto violento, tomó el cuello de la chica entre sus manos y acto seguido aproximó su boca a la de ella, Nanami sintió un profundo asco y mantuvo su boca tan cerrada como pudo, pero aquél villano de igual manera puso sus labios sobre los de ella, y luego se abrió paso hacia su cuello. Asqueada y asustada Nanami sollozaba sin cesar, y aunque no podía emitir sonidos claros debido a que las manos de él estrangulaban su garganta, rogaba que la dejara marchar, incluso le dijo que jamás le diría a nadie si lo hacía, pero él parecía inmerso en el placer, no escuchaba sus palabras. Una de sus manos tomó la orilla del quimono y comenzó a halar de ella, mientras la otra seguía apretando el cuello de Nanami, quien ya perdía el color de los labios, y el rosa de sus mejillas. En ocasiones sus ojos se ponían en blanco, y era como si perdiese el conocimiento por segundos. Cuando sintió su mano tocarle debajo del quimono, una fuerza mayor se apoderó de ella, y de pronto tuvo un estallido de adrenalina, lanzó un grito de horror que salió casi como un alarido y levantó una de sus manos para golpearle, cuando logró que el agarre en su cuello perdiera fuerza, comenzó a golpearle más rápido y más fuerte, lo empujó tanto como pudo y corrió en dirección a la puerta, pero tropezó con su propia vestimenta, y cayó al suelo, se arrastró jadeando hasta la puerta, pero el monje tomó un jarrón antiguo de barro y lo arrojó hacia ella, el jarrón se rompió al impactar con su cabeza, y Nanami cayó sin emitir sonido alguno. El golpe fue certeramente letal y despojó a una joven niña de apenas dieciséis años de una vida plena y duradera. Asustado, pero sin caer en la locura, tomó el cuerpo de Nanami y lo ocultó en su habitación, se manifestó enfermo por el resto del día, y cuando el reloj marcó las doce y cuarto hizo un rápido recorrido, y seguro de que nadie merodeaba el templo, salió con el cuerpo envuelto de la chica en brazos. Lo llevó unos kilómetros abajo, y lo enterró en medio del bosque. Regresó al templo, recogió sus pertenencias y se marchó.
Al día siguiente los padres de Nanami enloquecieron después de escuchar que su hija había desaparecido sin dejar rastro. El evento se suspendió y sólo quedó un profundo aire de tristeza, y cada tres años, justo el dieciséis de abril, día de la celebración de la ceremonia, jóvenes, adultos y ancianos aseguran ver la silueta traslúcida de una joven que vaga por el jardín, y que cuando intentas acercarte a ella da un efusivo grito que te deja atónito. Según otros rumores, el espíritu de Nanami enloquece a los monjes que llegan al templo y les baila con un rostro tan diabólico que los espanta de inmediato. Los que la han visto afirman que lleva el mismo traje con el que bailaría y su cabello bien adornado con flores de cerezo. Hay quienes aseguran que su cabellera es rosada, teñida por la sangre que derramó.
Me gusta esta triste y espeluznante historia, Muy buena la verdad.
Gracias