CUANDO EL CIELO SE VINO EN AGUA [Serie de Cuentos de Montaña (2b)]

in #spanish7 years ago (edited)
De inmediato, hubo carcajadas nerviosas y no faltó que algún campesino mencionara que era puro cuento de camino o charlatanería.

El Cura interrumpió y dijo: -Denle espacio a la señorita, que pase hasta dónde estoy yo, por favor suban también al pulpito el Alcalde, Prefecto y autoridades policiales.-

Hicieron una rápida reunión, y tomaron en cuenta las observaciones y sugerencias de la hermosa joven que había hablado en la iglesia, se llamaba Alicia, su rostro blancuzco mostraba las mejillas enrojecidas por las emociones y la rabia que experimentaba, por lo que acontecía en el pueblo.

Rápidamente, se dieron las recomendaciones a la gente, como resguardarse, proteger ventanas y puertas, buscar sitios altos, reunir a la familia, proteger a los animales del corral y sus mascotas, guardar los alimentos, tener a la mano un botiquín de primeros auxilios, mantenerse en comunicación con los vecinos y estar atentos a las llamadas y recomendaciones de las autoridades.

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(Fotografía de Luz Amelia Sánchez @luza)

Al poco tiempo la iglesia estaba vacía y la mayoría de la gente estaba haciendo caso en las recomendaciones; sin embargo, algunos pocos desestimaron las sugerencias e incitaban a la gente a que no cumplieran con las recomendaciones dadas.

Habían transcurrido tres horas desde que Juanito alertara al Cura, de lo que había ocurrido en el río. Ya el cielo comenzaba a oscurecerse, las espesas nubes grisáceas de la montaña habían descendido rápidamente.

Don Isidoro no había asistido a la reunión de la iglesia; sin embargo, muy temprano en la mañana ya había experimentado en su organismo la cercanía de una gran tempestad; así que desde la mecedora dónde estaba arropado con la cobija de lana, había recomendado a su esposa que se reforzaran las puertas y ventanas, que reuniera alimentos, bebidas y trajera mantas, además del botiquín de primeros auxilios, él era un hombre muy previsivo y alerta ante las emergencias.

-Mija venga pronto, la tempestad está muy cerca, por favor dígale a Julián que resguarde a la vaca y los dos bueyes; además que cierre y proteja el corral de las gallinas y patos - esto lo decía Don Isidoro con voz fuerte y nerviosa.-

Julián un muchacho adolescente, sobrino de Doña Filomena, hizo sus tareas con rapidez, estaba con sombrero y un impermeable, en forma responsable cumplió cabalmente con cada solicitud de su tía.

La lluvia empezó a llegar con grandes gotas y fuertes vientos, además de relámpagos que se escuchaban a lo lejos. Hasta ese momento parecía uno de esos aguaceros que ocurren en la época de lluvias, aunque para los pobladores, la época de lluvias había pasado dos meses atrás, y estaban padeciendo una fuerte sequía que comenzaba a afectar los cultivos.

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(Fotografía de Luz Amelia Sánchez @luza)

Lo interesante es que no se escuchaban los grillos, ranas, sapos, aves y cualquier otro animal, que en circunstancias parecidas estarían emitiendo sus particulares cantos o voces.

Cuando Julián se disponía a entrar a la casa de sus tíos, escuchó un fuerte zumbido y aleteo, él se angustió por que pensó en algún enjambre, pero cuando giró la cabeza, observó una bandada de murciélagos, estaban huyendo y se dirigían hacia las cuevas ubicadas en la zona más seca de la zona. Esto perturbó al muchacho, quién salió corriendo despavorido; sin embargo, antes de entrar a la casa de Don Isidoro, el joven recibió un fuerte golpe en la cabeza, el cuál le hizo aparecer una profunda herida en la frente, que le hizo brotar sangre.

Julián se arrodilló sintiéndose mareado e inclinó su cuerpo golpeando con ambos brazos la puerta de Don Isidoro y Doña Filomena. La tía corrió y abrió la puerta, desplomándose el joven sobrino. Ambos tíos lo arrastraron hacia la sala para curarlo, pero Don Isidoro levantó el rostro y observó afuera de la casa la aleta de un pez verde amarillento brillante, de gran tamaño, con grandes espinas, el cuerpo del pez no era de un ejemplar de río, debido a la forma y tamaño de las escamas; esto indicaba que era un pez marino.

La lluvia era más intensa, al cabo de dos horas de haberse iniciado, ya el viento había arrancado de los techos de algunas casas del pueblo, ya no existían vallas publicitarias, señales de tránsito, postes de luz y letreros; debido, a que todos habían sido arrancados desde la base por el viento, parecía un tifón o huracán.

Las calles del pueblo estaban anegadas, el agua corría como una cascada desde la parte alta del pueblo, ya el nivel del río había alcanzado la calle paralela a la principal, así que varias de las viviendas se estaban colapsando, caían los muros, se derrumbaban las cercas y rejas, los huertos estaban totalmente anegados, las paredes se agrietaban; y la gente que habitaban en ellas se habían subido a los techos, ya que sus casas estaban inundadas.

Desde el campanario de la iglesia, el cura y su fiel monaguillo observaban con horror una gran nube gris, que se retorcía y tenía movimientos zigzagueantes, que destruía todo a su paso, volaban árboles, se detectaban techos de casas, vehículos y vacas dando vueltas estrellándose sobre las laderas de las montañas.

Un ruido ensordecedor surgió cuando en tres quebradas que descendían desde dos montañas hacia el pueblo, crecieron arrastrando barro, árboles, grandes rocas, descendía a gran velocidad una mezcla de agua, piedra y barro. Las tres quebradas se unían al río y aumentaban el volumen de agua – sedimento que golpeaba el pueblo y se dirigía aguas abajo.

Cuando la nube gris se posó sobre el pueblo, descargó toda su furia de vientos, agua y restos de objetos y animales que había arrastrado desde las partes altas; pero lo increíble fue la aparición de peces, erizos, moluscos, restos de corales y conchas marinas.

Toda esa furia de la naturaleza siguió dos horas más, para después disminuir lentamente, hasta que no había lluvia y la brisa había pasado. Un silencio inundó todo el pueblo, únicamente se escuchaba el agua que corría por las calles y las rocas que todavía eran movidas por el barro y el agua que descendía desde las montañas.

Estaba por amanecer, el cielo oscuro de la noche se apartaba lentamente, la silueta de las montañas emergía entre la bruma, el sol estaba apareciendo y las formas y colores de la naturaleza se asomaban. Poco a poco lo que se observaba en el pueblo y sus alrededores era casi indescriptible.

Eran como las siete de la mañana, una leve brisa soplaba desde la montaña hacia el pueblo, la neblina se había marchado y un cielo azul claro y despejado se mostraba a plenitud.

El espectáculo que se detectaba era dantesco, ya no existían calles, el barro y las piedras habían colmatado todos los espacios de las plazas, calles y caminos. Todas las casas que se encontraban en las márgenes del río y las que estaban en la calle paralela a la principal, ya no existían. Los sembradíos, potreros y pastizales se encontraban bajo una gruesa capa de barro rojizo.

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(Fotografía de Luz Amelia Sánchez @luza)

Un costado de la iglesia se había fracturado, todos los vitrales desaparecieron, ya no existían árboles en las plazas, únicamente sobrevivió un gigante pimiento centenario que se mantenía firme y frondoso en el centro de una de las plazas.

El silencio inundaba el pueblo, a medida que el sol ascendía, se observaba movimiento entre las ruinas de las grandes casas, personas casi sin ropas, llenas de barro de pies a cabeza, con gritos melancólicos y sollozos, se movían lentamente apartando escombros e intentando recuperar sus enseres o buscar a sus seres queridos.

Algunos lugareños se ubicaron en las escaleras de la iglesia que descendían hacia la plaza, y comentaban sobre lo acontecido, estaban desorientados, parecía que nadie sabía que hacer.

De pronto, se observó saltando entre las rocas que arrastró el barro, a la hermosa joven que previno al pueblo, sobre el desastre que se podría desarrollar. Alicia estaba vestida igual, pero sus trenzas se habían soltado, y su larga cabellera sedosa estaba suelta. Con mucho esfuerzo, se desplazaba entre el barro, venía con una gran voluntad de ayuda y crecimiento, arribó a la iglesia y le ordenó a un niño que subiera al campanario e intentara activar las campanas, para convocar al pueblo.

Alicia juntó a unas enfermeras que habían sobrevivido, improvisaron en la iglesia un sitio para colocar a los heridos, habló con un policía que apareció para que ubicara un lugar, para colocar los muertos y ayudara con la comunicación fuera telefónica, radial o de cualquier otra índole.

El Cura y su fiel monaguillo no estaban, habían desaparecido cuando el fuerte viento azotó al campanario, no pudieron sujetarse a algo firme.

Alicia agrupó a los sobrevivientes más jóvenes y conformó cuadrillas para la búsqueda y rescate de víctimas; además, contribuyó a la conformación de un grupo que se encargara de la alimentación, así como de la obtención de agua potable y frazadas.

Entre los muchachos apareció Juanito, que demostró liderazgo y fuerza de voluntad en ese momento de crisis y dolor que padecía el pueblo.

Al atardecer Alicia decidió caminar por lo que antes era un sembradío de flores y papas, ubicado en la salida del pueblo y vio una imagen extraña, desde el techo de una casa que estaba totalmente tapiada de barro y piedras, salía un chorrito que se escurría y caía sobre parte de un cuerpo, era de un hombre cincuentón, que no tenía pantalones y mostraba sus piernas y nalgas, sobre las cuales caía el agua.

Justamente ella lo reconoció, era uno de los hombres que se había burlado de ella y del Cura en la iglesia, cuando se daban instrucciones y recomendaciones para afrontar la fuerte tempestad que azotaría el pueblo.

A pesar de esta imagen, Alicia levantó su hermoso rostro, y sus ojos esmeraldas brillaron al ver el colorido del atardecer, así como observar una bandada de loros y garzas blancas que cruzaban el cielo sobre el pueblo, además detectó también algunas mariposas amarillas, rojas y azules que revoloteaban sobre el sitio donde existía el antiguo cauce del río.

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(Fotografía de Luz Amelia Sánchez @luza)

Todo esto la llenó de esperanza, pensó que pronto la naturaleza y el paisaje recuperarían un nuevo equilibrio, se reconstruiría el pueblo y nuevamente se observarían caras felices, rostros sonrientes, parejas enamoradas, niños corriendo, madres felices, jóvenes bailando, adultos celebrando, esposos amándose,…

FIN

Si quieres leer los cuentos de la serie:

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Norberto G. Rebolledo Andrade (@norbertor)

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