Sueño helado
Te he buscado en el jardín como acordamos
y no alcanzo a ver mas que tu silueta,
no te escondas de mi, oh mi Julieta,
que tus labios me envenenan cuando andamos…
La primera vez que la vi andaba por el jardín en la punta de sus pies, el suelo helado aún con rastros de la escarcha congelada, los habían puesto de un rojo intenso que contrastaba con su piel blanca, me sonreía y me extraía la vida al mismo tiempo ver sus labios nacarados, se escondía entre las flores mientras su sonrisa abierta la delataba, yo la seguía sin mucha prisa para ocultar un poco mi fascinación por su cuerpo perfecto vestido solo de un delgado vestido blanco que dejaba ver su piel excitada por el intenso frío, unos pasos mas adelante la pude ver completa, mis pies parecían no querer obedecerme, como si de improviso me hubieran salido raíces que lo impidieran, pero al fin me liberé y la seguí hasta el cansancio en ese inmenso jardín de crisantemos que no parecía tener fin, era para ella como un juego, me quedaba siempre a unos cuantos metros de atraparla mientras se desvanecía ante mi como vapor de agua.
La segunda vez que la vi yo estaba sentado en una banca de madera parcialmente consumida por las termitas, esta vez hacía mas frió y sin embargo ella se paseaba desnuda como si nada, su piel blanca ahora se veía toda rosa, perfectamente suave como la piel de un durazno, esta vez no se movía, sus hermosos senos apuntaban hacia mi con insistencia mientras su enorme sonrisa casi me asustaba, por sus largas piernas caía una gota de roció que lentamente se convertía en hielo, esta vez no supe como me moví tan rápido, pero estaba enfrente de ella, toqué sus labios helados con los míos, un escalofrío recorrió mi cuerpo, quedé helado pero con una dicha que no pude nunca describir, sentí su cuerpo abrazándome por todas partes, con aún mas ansiedad que la que yo sentía, veía la bruma helada que caía sobre mi cuerpo inmóvil inundándome por dentro, el corazón me dolía con un vació que sólo he sentido antes en el estomago, como si mi corazón tuviera hambre y sin embargo no quería apartarme de su cuerpo. Sentí como los fluidos salían de mi, mientras la hacía mía muy lentamente.
La mañana siguiente me encontraron desnudo atado a la cerca con una enredadera que pareció crecer durante la noche, mientras en mi mente tenía la imagen viva de aquella hermosa mujer, tan pronto me liberaron empecé a dibujar su silueta rodeada de crisantemos. Ellos dicen que soy alérgico a esa enredadera de flores exóticas, yo no lo se con certeza pero en las noches frías de invierno parece que me observa y de pronto siento sus labios en los míos y su cuerpo que insiste que lo tenga mientras sus ojos cubiertos de escarcha sonríen en la bruma helada.
Poesía, arte e historia
@nocturnus