Salvaje

Ese día estuvo lloviendo toda la tarde por lo que tuvieron que mandar a casa a los trabajadores, habían parado la producción para dar un mantenimiento programado y a los obreros se les había encomendado pintar las oficinas a cambio de un premio extra, pero todo mundo sabe que no es buena idea pintar cuando ha llovido tanto porque la pintura se desprende, así es que decidieron darles medio día libre, la mayoría aprovechó la oportunidad para ir a un bar, pero Juan decidió irse directo a casa.

Ya iba en camino cuando decidió comprar un pollo asado para darle la sorpresa a su esposa y ser el el que se encargara de la cena, realmente la amaba, siempre se refería a ella como una santa, para el no había otra mujer mas que su hermosa esposa, todos los domingos asistía a misa, siempre se ofrecía para ayudar al quien lo necesitara, rezaba a todas horas y de vez en cuando iba a un asilo de ancianos que estaba cerca para acompañar a los que estaban solos, cuyos hijos habían olvidado.

Estaba punto de tocar la puerta cuando hoyó unos ruidos dentro de la casa, lo primero que vino a su mente fue que lo estaban robando, abrió la puerta con su llave y sigilosamente avanzó a la recamara, que era de donde venía el sonido, apenas había avanzado un poco cuando salió un hombre sin camisa que se venía ajustando el pantalón, rápidamente se abalanzó contra él para golpearlo en la cara en repetidas ocasiones, hasta que logró someterlo.

-Traéme algo para amarrarlo- le gritó a su esposa.

Ella inmediatamente le trajo un lazo del tendedero con el que lo sujetaron fuertemente, para después hablarle a la policía. Media hora mas tarde se llevaron detenido al delincuente, a quien, meses después, encontraron culpable del delito de allanamiento de morada e intento de robo, por lo que tendría que pasar tres años en prisión.

El domingo siguiente a la detención Juan y su esposa fueron a misa como de costumbre, pero esta vez la gente murmuraba al pasar a un lado de la pareja, Juan sólo se limitó a tomarla de la mano y a darle un tierno beso en la mejilla.

El lunes por la mañana Juan echaba la ropa interior del desconocido al incinerador de la empresa, mientras su esposa rezaba en la iglesia.