Una mujer le dice a su cirujano plástico que quería reducir el tamaño de sus labios vaginales porque estaban demasiado sueltos y flojos.

Por vergüenza, insiste en que la operación se mantenga en secreto y el cirujano acepta. Al despertar de la anestesia después de la operación, encuentra tres rosas cuidadosamente colocadas junto a ella en la cama. Indignada, llama inmediatamente al médico. "¡Creía que le había pedido que no contara nada de mi operación!" El cirujano le dijo que había cumplido su deseo de confidencialidad y que la primera rosa era de él. "Me sentí triste porque pasaste por esto tú sola". "La segunda rosa es de mi enfermera. Me ayudó en la operación y empatizó porque a ella le habían hecho la misma intervención hace tiempo." "¿Y la tercera rosa?", preguntó. "Es de un hombre que está arriba en la unidad de quemados. Quería darle las gracias por sus nuevas orejas".

Helga Lovekaty