Blogtober: Nublado y en las rocas, gracias.
Voy en una cajuela. Brinco con cada bache, que no son pocos. Me asfixio. Tengo las manos atadas y una mordaza que me ahoga. Voy asustada y llorando. No creo que haga falta recalcar eso. Tengo golpes en la cara, siento el gusto de metálico de mi propia sangre y un ojo que con cada palpitación siento cómo se va hinchando. Tengo un pie lesionado y que me lesioné más queriendo poner en práctica eso de golpear la calavera, pero no contaba que la habían reforzado de algún modo ¿Cómo? Madera, supongo, aunque en realidad no tengo idea. Mis manos también están heridas gracias a exabruptos de impotencia.
Mi hermana va en el asiento de atrás del auto, entre dos tipos. También la oigo llorar y que le susurran algo, no alcanzo a oír qué pero me llena de frustración. No la puedo ayudar, no me puedo ayudar.
No tenían planeado que yo también fuera en el auto. Les caí de sorpresa porque no me vieron. Estaba buscando mi teléfono que rodó debajo del asiento. Cuando nos rodearon y abrieron la puerta, ya era muy tarde para que se echaran para atrás. Entonces a mi hermana la treparon al auto, como tenían planeado y a mi, me dieron una patada en la rodilla, un puñetazo en la cara, sentí que me zumbaba el oído, me amordazaron con una tela rota y me aventaron a la cajuela como cabrito para asar.
No sé a donde vamos, seguimos en movimiento, pero ya están hablando a mi mamá del teléfono de mi hermana. La espantan también. Tengo a su hija y más vale que saque el ahorrito y pague si no quiere que se la aviente en una bolsa de basura. No hablan de mi. No le dicen la típica de las películas de que ni se le ocurra llamar a la policía. Para qué, es México. Se me escapa un bramido mientras tiemblo. Tiemblo toda, como un cascabel, como sonaja. Es la maldita desesperanza. Son unos miserables.
Creación original de Moka Misschievous.