Imbuido por cada franja de tu piel
¿Por qué resuenan tan fuerte en mi cabeza aquellas palabras de Hannibal Lecter, cuando decidió, darle a Clarice Starling la pista definitiva para capturar a "Buffalo Bill" en la versión cinematográfica de “El silencio de los corderos”?
“…Solamente codicias lo que puedes ver…”
Y qué es la codicia, más allá de la acepción que aparece en los diccionarios, sino nuestro muy apasionado deseo de poseer algo, de hacerlo nuestro…
¿En qué momento deja de ser un impulso positivo para convertirse en una carga que arrastra tu alma a lo más profundo de aquella parte de nosotros que nos recuerda que somos el único animal que puede llegar a matar por placer?
Y, nuevamente, como tantas veces al día, tú o alguien como tú, dotada de la magia inherente a tu género, me atrapas sencillamente dejándome ver, por descuido o con toda premeditación una franja de tu piel.
¿Soy un mirón furtivo, lo que los franceses llaman en su muy sensual idioma un voyeur?
Estoy convencido que no lo soy, pero desde muy niño siempre he tenido una disposición innata a estar en el momento y lugar oportunos para ver el borde de las piezas de ropa que resguardan las maravillosas líneas de femineidad y especialmente, la franja de piel que, rebelde decide brotar entre la tela de las prendas que vistes sobre aquellas.
Y, cuando descubres que estoy allí y te miro, me impresiona que por segundos, a veces interminables, no te ofendes, , más bien, comienzas un rito en el que cada parte de tu anatomía, bajo la batuta de tus párpados, labios, hombros y manos parecieran danzar un nocturno de Chopin.
Me imagino que tu coreografía es una mezcla agridulce de percepciones, emociones e interpretaciones en las que quizás te sucede lo mismo que a mí.
Nos debatimos entre lo que hemos aprendido y lo que hemos olvidado.
Aprendimos a controlar nuestros instintos, a modular nuestras pasiones, a seguir convenciones.
Olvidamos que hemos venido a este mundo a aprender, dando, recibiendo, sintiendo.
Y me sorprendes cuando como por descuido, me insinúas tu complacencia o tu desdén, todavía no lo sé, moviendo la cabeza sometiéndonos sin piedad, a tu cabello y a mí, a un vaivén que hechiza tanto como esa franja de piel que ahora por alguna circunstancia que a lo largo de mi vida no he logrado descifrar, se ha hecho más amplia, más brillante y hasta más turgente e incitadora.
¿Debo vanagloriarme de ser el causante de tu perturbación?
O, sencillamente soy un afortunado espectador de una confluencia de movimientos y formas que representan la prueba más fehaciente y convincente, inclusive para los no creyentes, que Dios existe o que al menos hay una inteligencia superior capaz de haber integrado átomos, moléculas, c genes, cromosomas, células, carne y huesos, cuerpo y alma para adornar o jactarse de la mejor obra jamás plasmada en cualquier escenario o lienzo: la mujer.
Fuentes:
Imagen: ejerciciospara.com
Vídeo Nocturno en Si bemol menor Op. 9 No. 1 de Chopin: YouTube
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Una oda la femineidad, la mujer una obra maestra creada por Dios. Abrazos.
Cualquier intención, esfuerzo, poema o canción siempre ha de quedarse corto ante tan evidente muestra de la divinidad que nos circunda y vive en nosotros. Celebro que hayas podido leer y comentar la publicación.