Gritos.

Llanto.

Desesperación.

Muertes.

Y Humo.

—April, señorita, ¿podría contestar a nuestra pregunta?—Dijo el detective Byron mirándome fijamente, estaba siendo interrogada acerca de todo lo que debía negar rotundamente.

No podía concentrarme, el dolor y la culpa quemaban mi pecho.

Aclaré mi garganta y sequé nuevamente la palma de mis manos con la tela de mi pantalón. Ten cuidado, April, no te delates.

Necesitaba que todo saliera bien, sólo un poco más y esto empezaría a quedarse en el pasado. Me concentré en la mirada del padre de mi mejor amigo y luego en el guardia que custodiaba la puerta. También intentaba no mirar directamente la cámara que grababa el interrogatorio justo en una esquina de la habitación.

—¿Podría repetir la pregunta?— mantenía mi mirada baja y mi rostro ausente, como cualquier persona doliente. Debía actuar para el público que me observaba al otro lado del cristal.

—¿Sucede algo que la imposibilite del interrogatorio, señorita Harper?— preguntó, más por curiosas que por protocolo, al mismo tiempo que me acercaba un vaso con agua.

—Gracias.—respondí y respiré hondamente. Tú puedes, chica.—. Acabo de recibir la noticia de que uno de mis mejores amigos murió trágicamente, lamento mucho mi distracción, pero estoy aquí dispuesta a colaborar en todo lo que sea necesario.

Me sostuvo la mirada varios segundos antes de suspirar y soltarse un poco la corbata. No me imagino estar en su posición, son cerca delas seis de la mañana y ni él, ni nadie, había tenido más de dos minutos de descanso.

—Entonces dime, April. ¿Dónde se encontraba entre las 8:00 PM y las 3:00 AM del día de ayer?— Volvió a preguntar.

—En la residencia La Victoria.—Contesté, tenía mi declaración grabada como fuego vivo en los párpados y cada vez que cerraba los ojos para pestañear, veía la línea siguiente de mi discurso.

—¿Quién se encontraba con usted?—Continuó preguntando lo básico del proceso.

—Jace Morton y Oliver Gelbero .—No sé si deba alegrarme o entristecerme el hecho de mentir tan segura y descaradamente en la cara de la policía de la ciudad. Salí del departamento con la mente rebosada de las mil formas en que esto podría salir mal por mi culpa, y aquí estoy, dura como una roca.

Pero con mi corazón estrellado y débil cómo un cristal.

—¿Quién puede corroborar su coartada?

—¿Además de mis amigos?— pregunté, lo vi asentir y continué:—. Supongo que algún vecino. Le dejé un par de mensajes a mis padres, pero nada más.

—¿Y Freddie Vital? ¿No era también uno de sus mejores amigos?

Sentí el nudo apretar mi garganta y secarme la boca. Ni porque beba toda el agua de la estación de policía se podría deslizar mejor el aire para poder hablar de Freddie. Necesitaba salir de aquí. Cerré fuertemente los ojos, que ya picaban, e inevitablemente mi labio inferior empezó a temblar; todo en una rara mezcla de tristeza, pánico y adrenalina.

—Por supuesto que sí, pero no estaba con nosotros— Respondí, vi a Byron tomar nota acerca de todo lo que decía y evaluar mi reacción corporal, a pesar de reconocer que no dudaba de mi, este seguía siendo su trabajo. Me adelanté a su siguiente pregunta y continué: —. Él nos había dicho que llegaría, inclusive lo estuvimos esperando, pero no dijo exactamente cuándo y dejamos de llamarlo después de que inició la película.

Bajó el lapicero y cruzó sus manos sobre la mesa, aquí empezaba lo bueno.

—¿Qué película vieron?

—Harry Potter.— Contesté, lo cual no podía fallar, incluso antes de empezar el mes de septiembre habían iniciado las promociones de maratones de Harry Potter en diversos canales.

—¿A qué hora?— Preguntó seguidamente.

No falles, April. No falles.

—Cerca de las 7:00 PM, no estoy muy segura.— Dije desviando mi mirada con confusión. "No des detalles tan específicos", escuché a Oliver, "duda algunas veces y serás más creíble. Todos dudarán si das detalles perfectos".

—¿Cuántas veces llamaron a Freddie?

Y por fin, desde que me senté en esta mesa, puedo dar una respuesta totalmente honesta y verificable; había llamado a Freddie mientras me encontraba en vía al Red Night, sin éxito alguno, me envió directamente al buzón luego de la segunda llamada.

—Lo llamé un par de veces pero no respondió, su teléfono debió quedarse sin carga ya que después dejó de sonar. Todo sucedió antes de comenzar la película.— Sentí el sudor en la parte baja de mi espalda, al igual que mi sostén empezaba a impregnarse de él.

Sudar en un cuarto frió no puede dar una buena impresión. Era momento de poner mis mejores armas sobre la mesa.

Señor Byron, ¿realmente piensa que yo, o cualquiera de mis amigos, dañaría a Freddie?— comencé, fui afectando un poco mi voz y mis ojos se prestaron para la actuación —. Éramos amigos, cualquier persona es capaz de comprobar eso. Freddie nunca llegó y jamás se nos ocurrió que algo malo había sucedido. —Las lágrimas empezaron a deslizarse por mis rosadas y adoloridas mejillas, lo cual comprimió mi pecho hasta recordar que llevaba maquillaje contra agua.—Lo que le sucedió a Freddie nos ha devastado a todos, y nosotros, más que nadie, queremos justicia.

Adelante; revise el departamento, intervenga nuestros teléfonos, haga todo lo que sea necesario para poder empezar a buscar verdaderamente al culpable de todo esto. Porque eso que pasó anoche no fue un juego. Muchas personas perdieron a sus seres queridos y merecen paz y justicia. Freddie merece paz y justicia.

Y, como último acto de la noche, o la mañana, cubrí mi rostro sollozando el dolor que venía reteniendo hasta este momento. Porque a pesar de estar mintiendo, mis sentimientos son verdaderamente honestos; no importan ya las decisiones que tomamos, ni Freddie, ni alguno de esos chicos merecían el final que les fue impuesto.

Así que lloré, lloré por todos y cada uno de ellos, porque merecían que alguien que estuvo ahí con ellos, los despida.

Una grande y callosa mano cayó sobre mi castaño cabello y me consoló, había creído en mi.

No lo merezco.

—Liv, mírame.—Destapé mi rostro para encontrarme sin opción ese familiar azul que tanto acostumbraba a ver en Oliver. El detective Byron se encontraba inclinado frente a mi, rompiendo su carácter profesional y mirándome con la misma dulzura con la que me ha visto toda mi vida.—Sé que me hablas desde el corazón. Todo esto acabará, nunca pierdas la fe.

Asentí fuertemente y me impedí abrazarlo como consuelo, por lo cual me abracé a mí misma y lo vi levantarse dando por finalizado el interrogatorio, recogió sus anotaciones y portafolios para marcharse cuando, de repente, algo cruzó su mente y se giró. Me vio fijamente menos de un minuto antes de hablar.

Entonces supe que la próxima pregunta no había sido ensayada.

Contuve el aire en mis pulmones debido a la tensión del momento.

Oliver nos dijo que siempre había una respuesta, un tic nervioso o algo que delataba a los mentirosos. Dijo que debíamos estar alertas y nunca caer en las dudas o provocaciones.

Pero también dijo: no digas nada que al ver las grabaciones pueda ser tergiversado.

—¿A qué hora terminó la última película?—Preguntó volviéndose a sentar frente a mí, se inclinó un poco sobre la mesa y sus ojos perforaron mi rostro tratando de dar con mis ojos. Pero no podía. Me estaba quebrando.

Mi mente trabajaba tan rápido por dar una respuesta creíble que se quedó, literalmente, en blanco. Había sido mucho estrés, presión y desvelo para mí. Solté poco a poco el aire que tenía retenido, levanté mi vista e, inconscientemente, le lancé una mirada de clemencia.

—Detective Byron, yo...—Aclaré mi garganta e improvisé escondiendo las manos entre mis piernas simulando tener demasiado frió y no porque hayan empezado a temblar y sudar nuevamente.— No estoy muy segura, creo que no soy la persona indicada para responderle. Suelo dormirme algunas veces al ver películas y anoche no fue la excepción.—Dije aparentando tranquilidad y duda, siempre cuidando mis expresiones faciales de no dejar entrever mis sucias verdades.

Mantuve mi ojos fijamente en los suyos transmitiendo lo que no tenía; honestidad e inocencia. Pero, contra todo pronóstico, mi respuesta pareció aliviar discretamente al detective, puesto que me regalo una pequeña mueca que de haberla dejado fluir un poco, hubiera llegado a ser una hermosa sonrisa.

—Esto es todo, señorita Harper. Gracias por su tiempo.—Finalizó quitándome las cadenas y el peso de los hombros.

No me había dado cuenta de lo mucho que habíamos tardado en esa habitación, como si fuera la tierra donde el tiempo se detiene, en seguida me encontraba saliendo en dirección a mis padres y amigos. Ambos se levantaron de sus asientos, pero no acercaron a mi hasta que me detuve frente a ellos y, para sorpresa de ambos, me arrojé a sus brazos en busca de consuelo.

—Lo hicimos.— Susurré bajito intensificando nuestro abrazo de tres.

—Lo hiciste.— Rectificaron conteniendo las mismas ganas que sentía por llorar de alivio.

Y ahí, justo en ese momento, dejé de pensar en la culpa y el remordimiento, porque más que salvarme a mi, los había salvado a ellos.
De eso jamás podría arrepentirme.