Senderismo en un cerro sin nombre
Las cimas de las montañas responden al secreto del equilibrio en la vida. Sé que eso suena raro, pero piénsenlo: te toma horas de esfuerzo subir, sin embargo, cuando por fin estás arriba la satisfacción supera al cansancio. Esto sólo fue algo que pensé cuando alcancé la cima de aquel cerro sin nombre en la zona rural de Anzoátegui.
Allí estaba otra vez: en un lugar que no es turístico, pero que no le falta nada para considerarse una maravilla. Este cerro está ubicado atravesando el sector Las Viviendas de La Pica del Neverí, en la zona rural del estado Anzoátegui. No existen avisos ni caminos específicos que indiquen cómo llegar ni que mencionen su existencia, son los lugareños quienes conocen las vías para ascender.
📌 Si quieres saber más sobre este lugar puedes leer: Turismo fuera de zonas turísticas: Los detalles de la Pica del Neverí.
Conocí este sitio gracias a Fabio, mi hermano mayor. Él tiene allí una pequeña finca donde cultiva frutas y vegetales, y cuida animales. Cada cierto tiempo voy a visitar su casa, y es allí cuando aprovecho de explorar las bondades naturales del lugar, que está rodeado de un río, varias montañas y mucha vegetación.
Esta vez acampé a las afueras de la casa junto a @engelmiranda, mi sobrina Belianyi y su amiga Yuriangel. Armamos la carpa sobre la grama, justo bajo un gran árbol de mangos, por si llovía poder resguardarnos un poco del agua.
Esperábamos que fuese una noche fría, incluso que hubiese neblina, pero fue todo lo contrario: hizo mucho calor y los zancudos intentaron comernos, nos picaban por todos lados y cuando quisimos dormir ellos zumbaban muy fuerte cerca de nuestros oídos. Además, hubo problemas eléctricos esa noche y pasamos todo el fin de semana sin electricidad, algo que tenía más de cuatro meses que no ocurría.
Lo positivo de todo esto es que pudimos presenciar un espectáculo que en la ciudad no se puede: luciérnagas alumbrando por todos lados y al mismo tiempo el cielo también estaba muy estrellado y logramos observar plenamente el firmamento, incluso vimos estrellas fugaces desintegrarse. Fue realmente mágico y valió cada segundo de calor e insectos.
La mañana siguiente los chivos nos despertaron temprano para subir el cerro antes de que el sol estuvieran en su punto más alto, estaban corriendo y comiendo muy cerca de la carpa, fue muy gracioso que en vez de un gallo fuesen ellos el despertador. Pero no eran los únicos animales que estaban deambulando a esas horas de la mañana, las tortugas y la gata de mi sobrina también.
Cuando estábamos recogiendo el campamento ocurrió otra situación muy curiosa, encontramos dentro de la carpa algo que nos alarmó. Hallamos un escorpión que caminaba por una de las esquinas de la carpa hacia donde yo tenía mi cabeza al dormir. Por suerte nadie resultó picado, y fue muy sencillo sacarlo de allí.
Era un alacrán pequeño, con un aguijón diminuto, lo sostuvimos en nuestras manos y se movía de manera natural, pero no demostró intenciones de picarnos. Estos arácnidos son muy comunes en la zona y no atacan a menos de que se sientan amenazados.
Por eso es muy importante respetar los hábitat a los que no pertenecemos, debemos cuidar de cada especie a la que encontremos, al menos tratar de alterar lo menos posible el entorno, y dejarlo igual a como lo encontramos. En este caso, los animales también son capaces de percibir las intenciones de los humanos.
⛰️ El ascenso
Después de superar el susto, emprendimos la excursión. Los pies del cerro están a 5 cuadras de la casa de mi hermano, la ruta para llegar hasta allá no da indicios de que cerca haya una formación natural como esa, y eso es lo impactante. Vas caminando por las calles típicas de un barrio, con casas a los lados, y de repente chocas con un montón de vegetación, incluso encontramos piñas en crecimiento. En segundos pasas de estar en un área poblada a estar en medio de un bosque seco.
No hallamos un camino por donde iniciar el senderismo, así que mi hermano con sus amigos utilizaron machetes para cortar el monte y abrir el paso. La vegetación era más alta que nosotros, y ellos que ya habían ido nos advirtieron que usáramos ropa que nos cubriera totalmente porque habían malezas que podían herirnos, y también porque abundaban los mosquitos.
"Jala pa'trás" es una de esas malezas a la que debíamos huirle, como lo menciona su nombre (que en inglés se traduce como "pull back") es una planta que tiene espinas que atraviesan fácilmente tú ropa o piel y cuando intentas sacarlas resulta doloroso porque te halan.
Sin embargo, también encontramos flores y árboles muy particulares que hicieron el recorrido muy interesante. Me llamó la atención que la mayoría no creció en un suelo plano sino que se adaptaron a la cuesta de la montaña. Claro, se trataba de vegetación de tallos y troncos finos, de poco peso.
El suelo es inestable en ciertos tramos, por eso debimos arrastrarnos en varias ocasiones para no resbalar. Hay piedras de diversos tamaños por todo el lugar, lo que nos sirvió para impulsarnos. Fueron momentos de adrenalina, ver hacia abajo no era una opción. Confieso que en una ocasión me estaba ganando el miedo, pero ya habíamos recorrido más de la mitad del camino y no podía regresarme.
Cada cierto tiempo nos parábamos a descansar un poco, nos tomó dos horas aproximadamente alcanzar la cima, y con la temperatura tan elevada que hacía los cuatro litros de agua que llevamos no duraron ni la mitad de la ruta. La recompensa por haber superado todos esos obstáculos fue disfrutar de una de las vistas más imponentes de la región y poder respirar un aire muy limpio. Lo más especial es que desde allí alcanzaba a ver el mar, que está a una hora de distancia.
Esta cima tenía la particularidad de que no era plana, sólo había un punto en el que podías estar de pie sin sentir que te ibas a caer, porque el resto del entorno era parte de la cuesta. Pero habían piedras grandes donde podías sentarte a contemplar el paisaje. Allí no había ningún ruido, apenas se escuchaba el viento y el eco de nuestras palabras.
Al rededor habían muchas montañas más, todo era verde y azul, y las nubes se veían muy cerca; es un sitio totalmente recomendado para desconectarse, para encontrarse consigo mismo. Es uno de esos lugares literalmente "cerca del cielo" en donde encuentras la paz gratis.
🌿 El descenso
Disfrutamos en la cima por media hora, el sol ya estaba en su punto más alto y nos estábamos quemando, así que decidimos descender. Tomamos un camino distinto al del ascenso y también más complicado de transitar. Bajamos por uno de los extremos del cerro que tenía vegetación mucho más densa, aplicando el mismo método que al subir: abriendo camino con un machete.
En este extremo los árboles y plantas eran más grandes y altas, ni siquiera se podía ver bien el cielo. El suelo era una mezcla de raíces, troncos, piedras y tierra. También era el hogar de muchos insectos extraños. Debíamos tener mucho cuidado al pisar, porque la zona continuaba siendo inestable, incluso me resbalé varias veces.
💡 @engelmiranda me enseñó que en situaciones como esta tenemos que buscar puntos fijos para poder avanzar con seguridad. Primero debemos tener un buen apoyo, luego con un solo pie buscamos otro punto, afincamos el pie y nos aseguramos que el terreno no se mueva, y así sucesivamente. Lo recomendable es que utilicemos los mismos puntos como base para dar un próximo paso.
A medida que íbamos descendiendo comenzaron a hacerse más presentes los zancudos, por lo que teníamos dos trabajos: buscar el mejor camino y espantar a los insectos. Esto último fue lo más desesperante del senderismo, imagínense ser perseguidos por mosquitos a cualquier lugar al que se muevan.
Así fue durante todo el tramo de regreso, por lo que los descansos eran mucho más breves. Lanzábamos piedras para escuchar qué tanto rodaban y parecía que no había un fondo cerca. Hasta que la superficie comenzó a aplanarse, y aunque el entorno era el mismo sabíamos que estábamos más cerca de la salida.
Cuando la vista al cielo se empezó a despejar supimos que ya habíamos descendido completamente el cerro, pero aún nos esperaba algo que hacía más extremo nuestro senderismo. El lugar por donde bajamos nos llevó hasta un campo de 30 metro de largo aproximadamente de "jala pa'trás". Fue muy chistoso porque pensamos que los mosquitos habían sido lo peor hasta que vimos esto.
La única opción que tuvimos fue atravesar el campo con el mayor cuidado posible. A pesar de que nuestra ropa nos cubría nos quedamos enganchados en las espinas, e igual tuve pequeñas heridas. Era difícil esquivar la maleza porque a donde sea que nos moviéramos habían muchas de estas.
Finalmente superamos nuestro último obstáculo y llegamos a casa de un campesino que nos regaló agua para tomar y donde conseguimos algo de sombra para descansar. Al recuperarnos fuimos directamente al río a refrescarnos, teníamos tanto calor que nos sumergimos con la ropa puesta.
📷 En esta parte de la travesía la cámara se quedó sin baterías, pero... Tengo más fotos geniales sobre plantas e insectos que hallamos en el camino:
En la vía encontramos especies de flores que jamás había visto.
Esta planta desprendía un fuerte aroma a limón.
También hallamos "árboles frutales", aunque preferimos no probar.
Vimos muchos panales e hicimos lo posible por no alborotar a las abejas.
A lo largo del camino vimos orugas de colores y aspectos muy llamativos.
Tuvimos cuidado de no pisarlas, ya que algunas estaban bajo las hojas.
💫 Las mejores experiencias
A veces nos enfrentamos a situaciones complicadas en nuestros viajes que quizás en el momento no parezcan positivas, pero si analizamos todo lo vivido, sin esas experiencias nuestro viaje no hubiese sido tan divertido, sólo hubiese sido un viaje más del montón. Ahí está la importancia de aprovechar cada segundo de la travesía.
Una vez que salimos de casa tenemos que estar dispuestos a relacionarnos con la naturaleza, a aceptar sus obstáculos y a disfrutarlos, porque no tiene sentido volver a casa sin haber aprendido nada durante el viaje, o sin haber vivido algo que te haya hecho crecer.
Lo que más me gustó del senderismo por este cerro desconocido fue haber compartido con mi familia, es una especie de terapia en la durante los tramos complicados todos debemos cooperar para avanzar, y sobre todo, porque siempre debemos ir al mismo ritmo, nunca nadie se puede quedar atrás.
que buena aventura! como extraño la vegetación de Anzoátegui.
Por cierto la vista es imponente, no impotente, jejeje
Saludos y sigan pasándola bien :)
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