Memorias de una posada en Todasana, Venezuela
Es el segundo día en Todasana. Llegamos ayer a la hora justa para disfrutar de la playa hasta el atardecer. La noche terminó casi al amanecer y hoy la propuesta es llegar más temprano a disfrutar del mar. Lo primero es levantarse. Arreglarse e ir a desayunar. Pero hoy no ha dado tiempo para que las niñas se terminen de arreglar y los niños han partido a comprar las empanadas.
Desde que llegamos a la posada me interesó la pared amarilla que separa nuestra cabaña de la de al lado. Es un amarillo que intenta ser tostado, pero la vejez no lo deja. Me recuerda a los paisajes de Cartagena. Apenas la vi supe que podría ser el contraste perfecto para mi vestido boho rojo. El que me puse hoy especialmente para capturarlo delante de esa pared amarilla.
Al volver, los muchachos están demasiado apurados como para tomarle fotos al look, así que apenas si hay uno o dos disparos antes de montarme en la camioneta e irnos a la playa. Adiós a mis fotos en pleno sol con mi vestido bojo rojo y la pared amarilla detrás. Regresaremos de noche y ya no habrá luz suficiente.
A diferencia de ayer, hoy no hay fotos del look en la playa porque me gusta la pared amarilla y no quiero contraste de blanco y rojo. También porque hay más gente y la timidez ataca. Hoy hay fotos grupales divertidas. Hay más amigos y más que hacer. Me quito el vestido rojo para no ensuciarlo. Aún aguardo esperanzas de tener la foto perfecta con la pared tostada.
También porque quiero usar el vestido-kimono floreado (o wrap-dress). Así que Jorge lo saca y me lo da. Al calzarlo en mis brazos todos tienen que ver con él. Hay más momentos graciosos y de alabanzas a la pieza. Si en algún momento quise llamar la atención, lo logré. Y hay fotos divertidas del momento. Especialmente una donde cubro a un amigo de J con el vestido y ambos subimos la pierna en pose de Miss.
De hoy, en la playa, además de todos los momentos divertidos, hay una minipiña que nos ha llamado la atención a todos. Era el centro de la mesa que nos trajeron con los tostones y logró protagonizar muchas fotos. Las más bonitas con el mar de fondo, claro.
El día se fue en música, licor y uno que otro snack. Al llegar a la posada, apenas si quedaban los últimos rayitos de sol. Hubo otro intento de dos o tres disparos. El vestido boho rojo fue capturado con dificultad delante de la pared amarilla y esto es el resultado.
