Murió el que estaba vivo
En la corta experiencia que he ido acumulando como estudiante y profesional de enfermería, en los trabajos eventuales y prácticas que he realizado he venido cayendo en cuenta de que el único requisito fundamental e indispensable para morir es el de estar vivo.
Con frecuencia, especialmente cuando uno está joven o sano o todo va bien, nos sentimos muy fuertes, capaces y exitosos. En definitiva, autosuficientes.
Sin embargo, si paramos mientes en lo que es nuestra existencia, si somos sinceros, o si alguna desgracia nos golpea y nos despierta cual balde de agua fría, caemos en la cuenta de que nuestra vida no pende sino de un fino hilo.
He escuchado, e incluso he sido testigo de aquel hombre o aquella mujer que estaban completamente sanos y cuyas vidas se desvanecieron en un santiamén. He estado con aquella señora que se mandó a inyectar un complejo vitamínico que no sé si terminó llevándola al otro mundo, al del más allá, o al menos ante sus puertas, gracias a un microorganismo que se alojó en su músculo y comenzó a descomponerla en vida. Conocí al joven profesional cuya vida se extinguió bajo el peso de una enfermedad venérea; y al niño que tras un dolor en su pecho lo llevaron al médico, le diagnosticaron una leucemia, se complicó, lo ingresaron a la UCI, y en menos de una semana cayeron por tierra todas las ilusiones que existían sobre él.
Podría seguir recordando casos y casos, pero de nada serviría si no caemos en la cuenta de que nuestras vidas son breves, de que debemos aprovechar cada instante, en donde cada respiro es una ganancia que debemos invertir bien.
Cada respiro y cada nuevo minuto de vida es ganancia. Debemos ser agradecidos con el Dios que nos da la vida y reconocer que no somos capaces de mantenernos en la existencia por nosotros mismos, aunque de vez en cuando, muy insensatamente, nos creamos muy fuertes. Razón hay en lo que decían los antiguos: Mors certa et incerta («La muerte es cierta e incierta»). Considero que si cada uno de nosotros se propone vivir de manera diferente a aquellos que viven como si nunca fueran a morir y mueren como si nunca hubieran vivido, el mundo llegaría a ser mucho mejor.