Realismo Cinematográfico
La actividad favorita de Marcos era ir al cine, le fascinaba. Las películas eran su pasión, sobre todo las de cowboys. Estaba cursando Cine y Artes Audiovisuales, así que esta era una de las pocas actividades que podía hacer en su tiempo libre que le ayudaba con la carrera.
Fue un martes por la mañana que vio en el diario electrónico un anuncio que llamó poderosamente su atención: “Cine ‘Orpheum’ requiere personal especializado en cine para revisión de calidad de películas.”
- ¡Perfecto! – pensó – Es lo que necesito para comenzar a crecer como crítico. – Se terminó su matecocido y se fue a cursar.
Salió de la universidad y se fue derecho al cine del anuncio, que, para su sorpresa, estaba bastante vacío. Había unos árboles muy viejos en la entrada, un cartel de neón y una boletería en la entrada, que se encontraba abierta, con un anciano de rostro rubicundo, con las líneas de expresión bien definidas y los pocos pelos que le quedaban eran blancos.
- Disculpe señor ¿Se encontrará el encargado? – Preguntó el joven
- Si viene por el puesto libre, lo tiene que hablar con el dueño – Le respondió el boletero saliendo de la cabina para prenderse un cigarrillo
- ¿Y cuánto tarda en llegar, más o menos?
- Alrededor de una hora y media
- Está bien –respondió Marcos – Y… ¿Es muy solicitado ese puesto?
- No, lo que sucede es que en ese trabajo en particular, sobre todo en este cine, los empleados no suelen quedarse mucho tiempo. – dijo el anciano exhalando humo de tabaco.
- Una última pregunta ¿Tiene alguna función ahora? – Marcos se sintió en la necesidad de saber qué clases de películas pasaban ahí
- Tengo una remasterizada de cowboys, está en 3D.
- Entonces deme una entrada – respondió con voz de entusiasmo.
El anciano tiró la colilla luego de una última pitada y procedió a sacar un talonario de la boletería, dándole una entrada al joven.
Marcos caminó hacia el pasillo de las salas, dándole su boleto al celador, quien lo miró haciendo una mueca mientras le daba los lentes, mientras el joven caminaba a paso decidido la sala que se encontraba al fondo. Ingresó a la sala vacía, buscó su butaca y se sentó a esperar que comience la película.
La película comenzó y el joven notaba algo raro en el aire de la sala, como un viento seco que salía de algún lado, lo que no le habría extrañado de no ser porque afuera estaba nublado y no se mostraba ninguna señal de cielo abierto.
- Será la ambientación de la sala – se dijo a sí mismo
A medida que la película transcurría comenzaba a sentir un calor desértico que lo sofocaba, sentía algunos granos de arena en la cara, y el sonido era como si estuviese allí.
Al finalizar de la función, Marcos quedó encantado con la ambientación, pero a la vez extrañado de no recordar haber visto a esos actores nunca. El joven se levantó de su butaca y salió de la sala, para encontrarse con el dueño del cine, un hombre en sus noventa años, con cabello grisáceo y rostro bronceado y rasgos duros, y con bastante buena forma para su edad, quien casualmente entraba por el portal principal.
- Hola señor… - Marcos, naturalmente, vaciló al hablar
- Cossetti – lo interrumpió el hombre – pero dígame Máximo
- Encantado señor – dijo el joven, estrechándole la mano – mi nombre es Marcos Puccio y vine por…
- Por el anuncio en el diario – volvió a interrumpir el dueño – lo sé, me dijo José
- ¿El boletero?
- El mismo – Cossetti dio media vuelta y haciendo un gesto de que lo siguiera – Venga, vamos a mi oficina.
Marcos lo siguió hasta una puerta que parecía dar una oficina, donde entraron y procedieron a tomar asiento. Acto seguido, el dueño comenzó con la entrevista, que el joven pasó sin problema alguno.
- Sr. Puccio, queda usted contratado – culminó Cossetti, sacando unos habanos y convidándole uno a Marcos a modo de festejo – Puede comenzar mañana a las 13:00, horario en el que el cine hace un receso para limpiar y preparar las cintas.
Marcos aceptó el Habano en gratitud a su nuevo jefe, a pesar de que no fumaba.
***
Al día siguiente, el joven llegó a su nuevo puesto de trabajo a la hora acordada y entró a una sala y se sentó a esperar. Una vez más la película comenzó, pero esta era una bélica, ambientada en Vietnam. Marcos se puso los lentes y comenzó a sentir un aire pesado y húmedo, como de jungla. Pero seguía sintiendo cosas extrañas en esa sala, como que no conocía a ningún actor, y también que había personajes que lo miraban, como si realmente estuviese ahí. Sin embargo, Marcos dio su visto bueno a la película, y comenzó otra. Era de acción, se trataba de unos gánsteres que robaban bancos en la época de la revolución industrial. De nuevo, sintió un aroma como a carbón quemado, y a humo de tabaco cada vez que un personaje prendía un cigarro. Sentía algunas gotas de agua cada vez que llovía, y de nuevo, algunos extras lo miraban igual que a los protagonistas, pero hubo algo más, esta vez escuchaba a los personajes como si estuviesen al lado suyo. Para terminar su jornada laboral, pasaron otra película bélica, basada en la segunda guerra mundial, en la que sintió exactamente lo mismo que en las anteriores. Pero en esta, de nuevo, tenía algo que la hacía diferente a las demás, algo nuevo. La película comenzaba con el desembarco del Día D en las costas de Normandía. Marcos podía ver como las balas levantaban arena y agua, cómo atravesaban a los soldados, cómo caían los cuerpos. Podía sentir el viento frío y los granos de arena húmeda pegándole en la cara, los desgarradores gritos de los soldados que eran alcanzados por las balas. Comenzó a sentir también cómo su ropa se humedecía por el agua, y hasta el gusto del agua salada; Cómo sus zapatillas se hacían más pesadas, y, finalmente, cómo la butaca se transformaba en arena. Miró a su alrededor y notó que ya no se encontraba en la sala de cine, y lo único que podía ver era un verdadero campo de batalla. Intentó quitarse los lentes, pero cuando lo hizo notó que todo se veía borroso. De repente un oficial con una insignia que decía “Cossetti” lo tomó de la chaqueta y lo puso a cubierto.
A Marcos no lo volvieron a ver, aunque como era tan cerrado y no tenía familia, nadie se tomó la molestia de buscarlo.
Al día siguiente, un joven llegó a la boletería, preguntando por el puesto de trabajo que vio en el diario…