Racismo privado o por qué existe el término libertario parte 1

in #spanish6 years ago

Este artículo fue originalmente escrito por Maria Blanco el 11 de mayo 2018 en La Información, diario de España.

Los judíos, igual que los vascos, tienen un gen característico”. Esta afirmación no pertenece a Sabino Arana, ni a Quim Torra, aunque les cuadra perfectamente. La frase pertenece a Thilo Sarrazin, político alemán miembro del SPD (partido socialdemócrata alemán) y antiguo miembro del Bundesbank, banco central de Alemania, al que renunció por presiones. En el año 2010 publicó un libro cuyo título se tradujo como Alemania se desintegra, tan polémico que el partido, el gobierno y el Bundesbank le dieron la espalda. En él hacía afirmaciones como la que encabeza este artículo. Desde su punto de vista, Alemania estaba dejando de ser Alemania por la inmigración musulmana y por los judíos. El escándalo le llevó a ser todo un éxito de ventas y a ser invitado a dar charlas en círculos que se autodenominan liberales. Por ejemplo, en Austria fue invitado por el entorno del Partido de la Libertad (ya me duele que se llamen así), encabezado por políticos como Strache y Hofer.

El término “racismo privado” no es mío. Es como denomina el argentino José Benegas a este resurgimiento de la derecha más rancia disfrazada con la máscara de la libertad. En su artículo “Troyanos” (sólo para suscriptores de Patreon) habla de la sociedad de castas de la alt-right, la explotación del odio y el resentimiento para lograr una mayor cuota de poder y el etiquetado como “marxismo cultural” de cualquier comportamiento sexual que se salga de su restrictiva moral religiosa. El artículo de José Benegas viene a cuento de una pequeña polémica acerca de la dictadura como sistema político y si hay unas dictaduras mejores y otras peores. Parte de la derecha latinoamericana justifica la dictadura de Pinochet por sus logros económicos. Alguno llega a afirmar que es la única salida a la tiranía que sufre Venezuela. Y, mientras, hay algunos de ellos que, mal interpretando una versión sesgada de un artículo de Rothbard, propone utilizar la dialéctica marxista para desarrollar un “populismo libertario” y hacer frente, de esta manera, a la izquierda marxista que va tomando posiciones. La respuesta a todas estas sugerencias está en el artículo de Benegas en Patreon. Por eso no voy a entrar en ello. Pero sí hay que ponerlo encima de la mesa para entender que el regreso de las ideas más rancias y peligrosas disfrazadas de liberalismo no es un fenómeno exclusivamente europeo, es mundial.

En este baile de disfraces, además, se juega a la confusión. Si eres escéptico respecto a las medidas que el feminismo radical excluyente propone a costa del erario, inmediatamente van a integrarte en su clan y van a proclamar que eres “uno de los nuestros”, aunque no sea verdad. Sus tácticas son tan zafias que te preguntan si quieres que desaparezca la familia para, cuando lo niegas, asumir que entonces eres partidario de un único modelo de familia, una única moral, la suya, y que, en el fondo, sois lo mismo. Sucede algo similar con cualquier muestra de escepticismo hacia la inmigración, el papel de la Unión Europea, la importancia de la empresarialidad, la necesidad de la asunción de la responsabilidad por parte de cada cual, etc. Agarran un matiz y lo transforman en uno de sus lemas, que rozan la xenofobia y muchas veces están más en contra que a favor de la libertad individual.

A esta falsa asociación hay que añadir la mitificación de la incorrección política. Si no les das la razón eres parte del rebaño de lo políticamente correcto y estás alienado. Exactamente el mismo argumento que las feministas radicales que te tachan de estar absorbida por el hetero patriarcado si discrepas en cualquier tema respecto a sus mandamientos. De esta forma, si no te gustan los toros, no estás en contra de la adopción por homosexuales, ni te escandaliza la transexualidad, no llevas gomina en el pelo, no eres carlista, no te gusta la Inquisición, no te gustan las banderas ni los himnos, o no compartes cualquier manifestación de lo que ellos consideran que marcan sus principios, entonces has caído en las fauces de la corrección política, eres marxista cultural y, lo que es peor, te cuentan que los verdaderamente libertarios son ellos porque rechazan financiar con dinero público sus ideas.

De ahí que me haya apropiado del término racismo privado para referirme a esta deriva que estamos viviendo. Si nos descuidamos, en breve vamos a ver a representantes de Vox o Hazte Oír en los eventos liberales españoles.

¿A qué se debe este fenómeno? Desde mi punto de vista, la derecha más radical ha hecho lo mismo que la izquierda radical: aprovechar el enfado, esta vez de los conservadores. Es cierto que los partidos de derecha más moderados han resultado un fiasco y han defraudado a miles de votantes que confiaron en sus representantes unos comicios tras otros. Esa decepción unida al miedo ante la escalada del populismo de izquierdas ha llevado a que enganche este neo conservadurismo radical, disfrazado de liberal. Para empezar, porque solamente proclaman las bondades de las políticas económicas liberales, empezando por la bajada de impuestos. Por supuesto que, cuando los economistas como Juan Ramón Rallo, entre otros, advierten que esa reducción impositiva debe ir acompañada del consiguiente ajuste de gasto, lo liberal les gusta menos. Y lo grave es que no se dan cuenta de que la libertad es una. No se puede estar de acuerdo con la “libertad económica” y solamente con ella. O se está de acuerdo en la defensa de la libertad (económica y no económica) o no. Lo otro es simplemente defender la ortodoxia fiscal.

Peter Boettke, presidente de la Mont Pelerin Society y profesor de la George Mason University, cuestiona por qué estamos más preocupados por saber cómo funciona una economía libre, que por conocer cómo debería funcionar una sociedad libre, y considera que se trata de analizar la responsabilidad y la rendición de cuentas. Estoy de acuerdo. No hacerlo nos lleva a abrir grietas por las que se cuelan viejos fantasmas. Y las consecuencias no deseadas pueden ser atroces. Es nuestra responsabilidad hacerles frente.

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