Me despierto como siempre, obstinado por la rutina como nunca, mi corazón acaba de palpitar, por otra millonésima vez, pero ¿acaso me siento más vivo? De todas formas me convenzo de agradecer por poder ver este trastornado mundo un día más, pero con sinceridad ¿a quién le agradezco?

Hoy no es tan distinto al día de ayer, y si hay un mañana, dudo que note algún cambio. Sin embargo me siento tan afortunado de ser este individuo, ciertamente despreciable en ocasiones, pero es que aun estoy aprendiendo esto de vivir.

No puedo ignorar la frustración que me agobia al perder el tiempo, o una oportunidad, este arrepentimiento no tiene sentido.

En mi vida solo tengo una pertenencia, mi vida. Es tan delicada y poderosa, tan sencilla y complicada, tan insignificante y trascendental, que desaprovecharla me evoca al peor pecado, pero el que vive en el infierno ya no tiene miedo a pecar.