Madrina de promoción de estudiantes de medicina

in #spanish7 years ago
Como les conté en mi primer blog, soy profesora de medicina de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Les doy clases de Ginecología en el cuarto año de la carrera y luego en el internado rotatorio. Enseñar es una de mis pasiones y me permite sobrevivir las calamidades de este país. Los estudiantes del internado rotatorio finalizaron su carrera el jueves pasado (2 de noviembre ) y me eligieron madrina. Me pidieron que les preparara un discurso para su acto y quiero compartir con ustedes ese discurso pues los conmovió mucho y se convirtió en muchas lágrimas, no de tristeza, sino de amor por Venezuela y por la Universidad.

Estos son mis nuevos ahijados

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Este es el discurso que les preparé la noche anterior con mucho amor y sinceridad

Muy buenos días a esta veintena de nuevas ahijadas y ahijados que vienen a ocupar una hoja vacía de mi álbum personal titulado “La maravillosa experiencia de ser docente “ Y es que ser docente, lejos de significar sacrificio, es realmente un honor, el mayor de todos ellos, el honor de aprender de tus alumnos, el honor de recibir de ellos esa energía embriagadora que solo se experimenta a los 20, el honor de disfrutar de algunos restos de inocencia y muchos rasgos de picardía. Enseñar es un privilegio, no porque vayamos a transformar consciencias, sino por el efecto que ustedes tienen sobre las nuestras. Enseñar es el privilegio de recibir el hechizo de sus miradas atentas a cuanto disparate uno dice, el sentirse escuchado, admirado, querido, comprendido o incomprendido, pero vivo. Sé que muchos de ustedes se van a buscar esperanza en otro territorio. No encuentro ni una sola razón para juzgarlos, los entiendo. ¿Y saben por qué los entiendo? No es sólo por el sin número de razones que se comentan en las redes, no hay absolutamente nada que añadir a eso. Los entiendo porque la mayoría de ustedes perdieron la esperanza. ¿Y saben por qué la perdieron? Esquivo nuevamente las razones que abundan en las redes. Perdieron la esperanza porque crecieron sin un patrón de comparación. A la edad de ustedes yo viví en este país que era “OTRO PAIS”, yo pasé la mayoría de mis horas en los pasillos de esta universidad, oyendo a los cuentacuentos en Tierra de Nadie, nadando a los mediodías, entre medicina interna y fisiopatología, en la maravillosa piscina olímpica de la UCV o jugando futbolito en la cancha del anatómico, sorprendida una tarde cualquiera por un concierto de Juan Luis Guerra en el patio del rectorado, disfrutando una noche de cervezadas en el estacionamiento del anatómico. No existía el robo, no temíamos dejar nuestros bolsos en cualquier lado pues seguro allí los encontrábamos, la universidad con sus pasillos y sus jardines nos pertenecía, las discusiones de grupos políticos que pensaban distinto se dirimían en los centros de estudiantes y al finalizar, nos íbamos juntos a tomarnos unas cervezas en pizza Delia o a bailar en “El Maní es así” como si militáramos todos en el mismo partido. ¿Entienden por qué yo tengo una esperanza que ustedes a lo mejor no tienen? Porque yo conocí, yo viví, una universidad y un país que me dejaron una huella profunda en el alma. Cada vez que me molesto por caer en un hueco de caracas o porque otra vez se metieron a robar en Medicina Tropical y me quiero ir al infierno, todos esos recuerdos se materializan frente a mí y no me dejan pasar más allá del reloj del Rectorado. Cómo voy a juzgarlos si a ustedes les robaron esa universidad que deja huella, si no pueden siquiera sentirse seguros en su casa de estudio, si habiéndose formado para sanar almas les toca ver cadáveres ambulantes comiendo de la basura. No, no los juzgo, váyanse si así lo desean, pero eso sí, llévense esta universidad, este hospital, no sólo en sus mentes elocuentes, depuren toda esta realidad y llévense los buenos momentos, los buenos maestros, las pizarras de los pasillos, las miradas suplicantes de los pacientes. Llévense todo esto consigo y materialícenlo en cada acto. No huyan huérfanos de recuerdos porque el tiempo finalmente se los robará para siempre. Digan con orgullo, a pesar de todas las adversidades, yo me formé aquí, SOY UCEVISTA prestado por las circunstancias a otras tierras. Mientras tanto solo puedo prometerles que nosotros seguiremos acá, luchando por reconstruir esta universidad y este hospital para los que se queden. LOS QUE SE QUEDAN. ¿Qué puedo decir de ellos? Se convirtieron en los héroes de mis historietas cotidianas. Apostar a este país, a esta universidad, a su corta edad, sin patrones de referencia, sin ESPERANZA… guao! Les rindo homenaje y les ofrezco toda la ayuda que pueda proporcionarles en esta gigantesca hazaña. Me convierto en su escudera, les brindo agua cuando estén sedientos, les presto mis hombros cuando pierdan aliento. Siempre he dicho que el día que no me mueva el amor por la docencia y estas ganas de entregarle algo de mí a cada ser humano que toca la puerta del piso 4 clamando atención y ayuda, será el último día que circule por los pasillos de este hospital. Los invitos a todos a disfrutar esta dicha de dar y recibir. Que nadie se pierda la oportunidad de entregarle un pedacito de sí a otro ser que acude a nuestras instalaciones temeroso de ser desatendido, incomprendido o rechazado. Reparto invitaciones a no perderse esta fiesta, que no se quede nadie, que no haya nadie que no sea convocado. Después decidan si pueden irse, si logran salir de esta tierra embrujada que me hechizó hace 15 años y de la que no logro salir a pesar de que las puertas están abiertas. Estén acá o allá, no importa dónde, nunca olviden ejercer su profesión con pasión, con entrega y compasión. No pierdan la PASIÓN de los primeros años de escuela, esa energía que les permitió formarse a pesar de los 5 exámenes en una semana, esa misma energía que les permitió sobrevivir a su primer paciente fallecido o a su primer niño con cáncer. ENTRÉGUENSE a cada caso como si fuera el único que tocó a su puerta y contara con todo el tiempo del mundo. Dejen la prisa en la puerta del hospital o de su consulta, que los espere en el carro o en el metro, que nada importe más que su paciente en esos minutos de coincidencia. Finalmente, no pierdan la COMPASIÓN, no pierdan la capacidad de conmoverse ante el ser humano que sufre. Véanlo como alguien que en ese momento espera con ansias de usted un diagnóstico, sí, el mejor, el acertado, pero más allá de eso, un consuelo, una esperanza. Ese detalle de decirle “TODO VA A ESTAR BIEN”, mientras le das un abrazo o le pones la mano sobre el hombro, vale más que mil recetas. Mira a tus pacientes a los ojos y transmíteles con tu mirada tus deseos de bienestar, no te conviertas por favor en un ERUDITO INDOLENTE, para eso sobran ya los programas de computación y las máquinas que intentan sustituirnos en el primer mundo. Si así lo haces te vas a dar cuenta que más de la mitad del tratamiento y la sanación de tus pacientes está en cómo los tratas y no en los medicamentos que les indicas. Estos son consejos de mi libro de vida, no me queda más que invitarlos a escribir su propia historia. Los dejo entonces volar y perderse en el paisaje, pero cuando el viento cambie, déjense traer por la brisa, visiten este lugar y verán lo que se siente. No les digo más, solo vívanlo. Cuando vayan bien avanzados en su historia, en algún capítulo de su libro, vuelvan a esta página. Búsquenme viejita, sentada en una silla en el piso 4 y cuéntenme sus vivencias, recordaremos la nuestra juntos, y reiremos un rato, porque al final hay algo que no nos pueden robar y es la decisión de ser felices pese a todo. Se les quiere …éxito muchachos.

Al final del acto me obsequiaron esta placa que atesoro en mi hogar

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