Era la primera semana de agosto, un inminente comienzo de clases me despertó a las 11:00 AM, fatigado por el fin de las vacaciones y por el hecho de tener que ir a la escuela(como todo chico de 14 años), me di un vuelco en la cama y me levanté para alistarme, ese día no sé qué me pasó, pero ya estaba listo a las 12:20 PM, usualmente mente, aunque vivo muy cerca de mi escuela(me iba caminando), siempre llegaba tarde, es decir a la hora de entrar al salón, para no tener que formarme y cantar el espantoso himno de la escuela, pero aquél día, algo me incitó a ir un poco más temprano, y a ese ''algo'' le concedí la propuesta.

Era el primer día de clases, la verdad, nunca encontré nada de especial a los comienzos escolares, lo único, sería el hecho de que iba a cursar un grado superior(si a eso se le puede llamar especial). Las nuevas personas que ingresaban a la institución a algunos(yo no) le parecía especial, pero por mi parte, no me hacía mucha ilusión conocer gente nueva, ya que, sabía que iba a ser incapaz de entablar una conversación, mi timidez me limitaba, por ello, no tenía más amigos que los que ya eran parte de mi vida desde hace tiempo atrás.

Llego a las 12:30PM, sometido por los calurosos rayos solares que impactaron en mí mientras caminaba a la escuela, me vi forzado a acudir a filtro de agua, después de esto, saludé a algunos de mis tempraneros compañeros de clases y, acto seguido, me senté en una banca con vista a la entrada del colegio. Siempre he sido muy observador, de hecho, creo que es lo que mejor sé hacer, callar y mirar, acogido en la banca, mirando hacía la entrada, veía a las personas acceder a la institución, obviamente, cada uno tenía sus diferentes matices de sentimientos, unos se veían feliz de volver y entraban con una sonrisa en la cara, otros, por su parte, deseaban tener unos días más de vacaciones, algo normal, digo yo, cada uno está viviendo su propia realidad y confrontando su propia historia, por ende, forjan su propia actitud y pensamientos.

Siempre he sido un chico apegado a la ciencia, no creo en el destino, no creo que nada está predestinado a pasar, pienso que, conforme a tus decisiones, vas creando tu propio destino. Lo que pasó ese día, no lo llamaría destino, ni suerte, en matemáticas existe un tema llamado ''Probabilidad'', la probabilidad, explica que todo tiene un porcentaje de que pase o no pase, aunque el porcentaje de que no pase sea muy alto y el de que pase, muy bajo, puede pasar, existe la probabilidad de que ocurra. Ese día, la probabilidad me favoreció, y brindó la oportunidad de que, al estar yo sentado en aquella banca, mirando hacía la entrada, en mis ojos se reflejara la luz de esa hermosa chica que justo iba entrando al colegio, me estremecí al verla, estaba seguro de que era nueva, ya que nunca había visto tales ojos, tenía unos ojos diferentes, esos de los que transmiten, de los que brillan y guardan un mundo dentro.

Nunca olvidaré el primer día que la ví, desde ahí, un nuevo sentimiento surgió en mí, uno que no sabía que tenía, lo conocía y quería que llegara el día de obtenerlo, y, sin duda, ese día llegó cuando la ví.