Clara y los robots.steemCreated with Sketch.

in #spanish7 years ago (edited)

Clara se despierta, confundida, con los ojos pegados. Fue una mala noche.     

Le llama la atención que está todo muy tranquilo, siente que algo no anda bien pero no alcanza a darse cuenta de nada. 

De pronto se despereza y sin querer mira el reloj: las 8:15. ¡No sonó, pedazo de desgraciado! 

 

Lo agarra y lo revisa, ¡sí sonó, pero no lo oyó!, ay diooooooos, a llamar a la empresa como loca para avisar que llega tarde.  

“¿Qué invento? ¡Yo qué sé, que estoy con vómitos, eso, el otro día dije que tenía migrañas, el mes pasado fue el entierro de la abuela, sí, vómitos todavía no lo usé”, llama, suena, ¡está ocupado! 

Cuelga, llama de nuevo, la atiende la bendita máquina: “Le damos la bienvenida a la empresa Robotics Inc., si desea comunicarse con Ventas, digite 1; si desea comunicarse con Administración, digite 2; si desea comunicarse con Recursos Humanos digite 3”, digita 3 y ¡está ocupado”.  

Resopla, cuelga y llama otra vez y escucha de nuevo: “Le damos la bienvenida a la empresa Robotics Inc., si desea comunicarse con Ventas, digite 1; si desea comunicarse con Administración, digite 2; si desea comunicarse con Recursos Humanos digite 3”, vuelve a digitar y ¡sigue ocupado!  

Se agarra la cabeza, se levanta como una tromba, va al baño y se lava los dientes con el teléfono en la oreja, repite la operación, pero esta vez se dice: “Voy a hablar con la operadora”, así que otra vez llama y vuelve a escuchar: “Le damos la bienvenida a la empresa Robotics Inc., si desea comunicarse con Ventas, digite 1; si desea comunicarse con Administración, digite 2; si desea comunicarse con Recursos Humanos digite 3, para hablar con un operador digite 0”, digita 0 y suena, suena, suena, ¡sueeeeeeenaaaaaaaa!, hasta que al fin la llamada entra y de pronto le contesta la máquina: “Si aguarda en línea será transferido al primer operador disponible, gracias”.  

Así que aguarda en línea unos 5 minutos mientras se va vistiendo como puede, con el teléfono en la oreja, y tomándose un café que recalentó en el microondas.  

Y se atraganta cuando escucha: “En este momento, todos nuestros operadores están ocupados. Vuelva a llamar más tarde”. ¡Y la máquina maldita corta!  

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!  

Tira el teléfono de la rabia, y ¡ah!, vuelve a gritar, ¡lo rompió, se rompió!, no, se desarmó, ¡estas porquerías que no aguantan nada!, mete los pedazos en el bolso, se pone el abrigo y sale, quiere salir, pero no encuentra la llave.  

Va buscando la llave por todos lados, ¡si estaba acá colgada, en su lugar!, ¿por qué no está colgadaaaaaa? ¿Quién la sacó? ¡Titooooooooooooo! ¡Dónde está la llaveeee!, ¡ah, cierto que no está, no vino el sinvergüenza, dónde se habrá metido, dónde habrá pasado la noche, hijo de la gran… ¡acá está!  

Y empieza a intentar abrir la puerta mientras llama otra vez desde el otro móvil: “El número que usted solicitó está, momentáneamente, fuera de servicio. Le solicitamos intente más tarde. Pi pi, pi pi….”  

Se queda muda de rabia parada frente a la puerta, con las llaves en la mano.  

Respira hondo, guarda el teléfono en el bolso, coloca las llaves en la cerradura, gira, abre y sale.  

Llueve.  

A cántaros.  

No agarró el paraguas.  

No pasa un taxi vacío.  

Ahí está, en la esquina, empapada, esperando un milagro que no llega. Lo único que le falta es que pase algún perro y la orine, total… y perro no, pero pasa un camión de la intendencia y la embarra de arriba abajo.  

“¡Ahhhhhh, desgraciado hijo de tu madre!”  

“Así no puedo ir a trabajar”, se dice, escupiendo barro, da media vuelta y entra a su casa. Quiere entrar, porque la llave no abre. 

“¡Pero puerta desgraciada, que diablos te pasa!”, y forcejea, patea y grita, pero qué se le va a hacer, la puerta no reacciona, la cerradura tampoco, así que ahí se queda en la calle mientras caen pingüinos de punta.  

Muuuuuuy frustrada se sienta en el escalón a llorar, la gente que pasa la mira, pero nadie le pregunta nada.  

Como a la media hora tenía más agua en la ropa que en los ojos, así que llamó a un cerrajero, esperó otra media hora y al fin, después de que el señor hizo un solo movimiento experto hacia la derecha en la cerradura, pudo entrar a su casa.  

Estaba agotada.  

Se sacó la ropa y se metió al baño, una ducha caliente era todo lo que necesitaba para empezar a pensar con claridad. 

Recién empezaba el día y ya era un asco.  

Cuando salió del baño, más calmada, se preparó un café de verdad, comió algo, y recolectó las piezas del teléfono desarmado.  

Con paciencia lo armó, mientras miraba de reojo al otro, el que reposaba sano sobre la mesa, por el que había intentado llamar la última vez.  “Dónde estará este hijo de su difunta madre, por qué no llama…”, pensaba acordándose de que hacía 3 días que no sabía nada de Tito.  

Pensó en llamar a la policía y darlo por desaparecido, pero la pelea había sido tan fuerte que creía que se había desaparecido a propósito.  

Hacía tiempo que venían mal, peleaban por todo, no se aguantaban, ya ni se querían, últimamente Tito dormía en el cuarto de los nenes, en un colchón en el suelo, con la excusa del campamento. Son chiquitos, no se dan cuenta de esas cosas.  

Y seguro tenía otra. Rezaba porque no fuera otro, estaba tan raro… se lo veía tan feliz… seguro estaba sentadito en su cubículo en el call center, como si fuera un adolescente. Ni siquiera pudo conseguirse un empleo de verdad.  


Y ella acá, rompiéndose la cabeza con el empleo de m%!&* que tenía, mucho glamour por fuera, bastante dinero, sí, pero programar robots todo el día la tenía harta.  

 

Era todo tan impersonal, pasaba el día rodeada de máquinas, ahora tenían estas versiones con piel de silicona y cuerpo de Barbies, ¡y ella las tenía que programar!  

Cómo las odiaba, con qué ganas las reventaría con un martillo. Se contoneaban como zorras, con esas minifaldas que les ponían, y andaban por todo el edificio seduciendo a los empleados, y los babosos, dejándose seducir.  

¡Qué buenos tiempos cuando no caminaban, cuando había que llevarlas de acá para allá en silla de ruedas! Pero ahora no solo caminan, también se contonean, y hacen caídas de ojos. ¡Dioooooos, hasta dónde vamos a llegaaaaar!  

¿Pero los tipos son idiotas? ¿No se dan cuenta de que son muñecas? Sofisticadas, es cierto, pero ¡son robots! Debajo de toda esa suavidad y belleza ¡hay cables y circuitos!  

Bien dijo alguien que la diferencia entre un hombre y un niño es el precio de sus juguetes, porque baratas no son.  

En fin, al fin logró armar el teléfono y volvió a llamar a la empresa. Eran las 11:12.  

“Le damos la bienvenida a la empresa Robotics Inc., si desea comunicarse con Ventas, digite 1; si desea comunicarse con Administración, digite 2; si desea comunicarse con Recursos Humanos digite 3, para hablar con un operador digite 0”, digitó 0 y atendió el operador: “Buenos días, le damos la bienvenida a Robotics Inc., habla Gabriel, ¿en qué lo puedo ayudar?” 

“Buenos días, Gabriel, habla Clara de programación. Tuve un inconveniente temprano, estoy con vómitos y voy a llegar más tarde”. 

“¿Llamó al médico?” 

"No, fue algo que me cayó mal, no vale la pena” A las 12 estoy ahí.”  

“Aguarde, la transfiero”, respondió Gabriel. 

“No es preciso transf…”, se quedó con la palabra en la boca porque ya la había transferido.  

“Habla el Director Méndez de RRHH, ¿por qué llama a esta hora, Clara?” (¿Es un chiste? ojalá me hubieran atendido tan rápido hace 3 horas) 

“Estoy algo descompuesta, Sr. Director, pero a las 12 estoy allá”.

“No se moleste, clara, el médico de la empresa va para allá, cuando se mejore pase por RRHH”.  

“Gra-gracias, señor, pero es un malestar pasajero, mañana a las 8:00 estaré en mi puesto”. 

“Buenos días, Clara”. Colgó.  

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“Así que me dio el día libre. Bueno, mal no me va a hacer”, se dijo Clara. Y se acostó a ver una peli.  

Como a las 3 horas se despertó agitada: ¡Los nenes!, y se levantó como una tromba al cuarto de los niños, no estaban. Ahí, agarrada del marco de la puerta, se acordó que estaban de vacaciones y de que su madre se los había llevado al campo. 

Respiró aliviada y se dio cuenta de que lo que la había despertado eran los golpes en la puerta: era el médico. Le abrió, le dejó la bendita certificación, le cerró la puerta y se acostó a dormir hasta el otro día.  

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Cuando llega al trabajo al día siguiente se dirige a RRHH. Tiene que esperar media hora, y al fin la hacen pasar.  

“Está mejor, Clara?”, le preguntó el Director Méndez. 

“Sí, gracias, señor, fue un malestar temporal, como le dije. Ya estoy lista para continuar con mi función”.  

“Me alegro. Tome”, y le extiende un sobre mientras le dice: “Ábralo”.  

Clara lo abre y encuentra un cheque junto a su liquidación.  

“No entiendo”, dice.  

“Simple”, dice el director. 

“El mes pasado faltó debido al funeral de su abuela, la semana pasada por una migraña fuerte y ayer por vómitos. Ud. tiene uno de los salarios más altos de Robotics, no está resultando el costo-beneficio, así que sentimos que tenemos que dejarla ir.  

“Pe… pero…”  

“Debido a sus altos ingresos su liquidación es abultada, así que podrá tomarse su tiempo para buscar otro trabajo.”

 Clara lo mira atónita.  

“¿Quién se queda con mi puesto?” 

“Kathy”, responde el director sin mirarla.  

“¡¡¡¡¿Kathy?!!!!!”, gritó Clara, fuera de sí, 

“¿La zorra robótica ésa? ¡Pero si depende de que la programen!”  

“Y si no me equivoco, fue Ud. quien lo hizo, no es así? Supongo que confía en su propio trabajo”.  

“Pe… pero…” 

“Sin duda hará las cosas en forma magnífica, y nos costará significativamente menos; no sufre de migrañas, ni de vómitos, y no tiene abuelas que enterrar…”, le dijo mirándola fijamente. “Además, le cae bien a sus subalternos”.  

Clara se queda de piedra.  

Guarda el sobre y se va.  

Ya en la calle respira hondo.  

Mira el edificio de Robotics inc. por última vez y se marcha a su casa. 

Cuando llega, se descalza y enciende la máquina contestadora. Hay un mensaje de Tito:  

“Hola, Clara. Me fui a vivir con mi nueva novia, espero que no hagas una escena, ya arreglé todo con el abogado para que te mande los papeles del divorcio, te los llevo el viernes en persona.  

Por los nenes no te preocupes, también arreglé en el call center para que me descuenten la mitad, fijate bien, la mitad de mi salario para ellos, no quiero problemas. Yo me arreglo.  

Como verás, no soy un padre ausente.  Y como ser padre no es solo dar dinero, también quiero que vengan a mi nueva casa los fines de semana, para que conozcan a Lily, mi nueva novia, les va a encantar, es joven, preciosa y le encantan los niños, seguro vamos a pasear y divertirnos mucho juntos.  

Espero que estés de acuerdo con todo, por el bien de los nenes.  

Nos vemos el viernes.”  

Así que era todo, otra cosa que se acababa definitivamente.  

Es lo mejor, la verdad era que Tito no le servía para nada desde hacía mucho, después de los primeros tiempos la atracción física se esfumó, dinero, lo que se dice dinero él no traía, y esa manía de gustarle las jovencitas.  

Ya se imaginaba a la “novia”. Lo que no entendía era que le había visto a él una mocosa, en fin, allá ella.  

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“Riiiiiiin”, es Tito.  

Lo hace pasar, hablan lo menos posible, firma los papeles y arregla para que cuando los nenes vuelvan del campo, ella los lleve a su nueva casa. Sería el viernes siguiente.  

Se va. Qué alivio.  

Ahora tiene que pensar qué va a hacer con su vida, dónde va a trabajar.  

En los últimos días había estado sondeando el mercado, todos los puestos a los que ella aspiraba o estaban ocupados o simplemente estaban tomando ejemplo de Robotics, tenían a una de esas zorras-barbies-menea-culo allí, puajjjjj. 

Qué deslealtad al género humano que la hubieran hecho entrenarla, ehhh… programarla, no era un ser humano que podía ser entrenado, aunque algunos opinaran lo contrario, ella trabajaba con robots, conocía sus limitaciones.  

Ya verían lo que era bueno sus jefes cuando se les rebelara, porque eso es típico del robot sofisticado: aprende a pensar solo, corregir sus propios programas por su cuenta.  

Cuando no siga órdenes vamos a ver dónde quedan los contoneos.  

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Es el viernes siguiente, Clara lleva a los nenes a la nueva casa de Tito, a conocer a su novia. 

Tocan timbre, y Tito los recibe con una sonrisa de oreja a oreja.  Los nenes lo abrazan y Tito invita a Clara a pasar para que conozca a Lily.  

A regañadientes Clara entra, por supuesto que quiere ver con quién va a dejar a sus hijos, y con quién se van a divertir tanto.  

“Hola, me llamo Lily, ¿vos sos Clara?”, y a Clara se le cae la mandíbula hasta el suelo cuando ve aparecer una Barbie de silicona rubia platino, con una boca roja como una fresa, tacones de 20 cm, una minifalda minúscula y un escote que muestra hasta su hígado, sonriendo.  

 

Los ojos de Clara estaban desorbitados, y el payaso de Tito se reía como un idiota: “¿Viste qué linda?”  

Los nenes la miraban maravillados: “Es como mi muñeca, mami”, decía la nena.  

Clara no atinaba ni a cerrar la boca.  

Al final pudo decir: “¿De dónde sacaste el dinero para comprarla? ¡Si son carísimas!”  

El call tiene una promoción, visto que hay tantos hombres solos en la plantilla y para mejorar la vida emocional de los empleados. 

La voy pagando en cuotas por 10 años y el mantenimiento es gratis por un año, así que es una verdadera ganga.  

Me ahorro todos los problemas de tener una pareja de carne y hueso, es barata porque no come ni bebe, tampoco quiere ir de compras, y como tiene programación personalizada sabe toooooooodo lo que me gusta. ¡Es perfecta!” 

 Clara no sabía qué decir y no decía nada. 

Se había quedado tan estupefacta que ni se había dado cuenta de que Tito cerraba la puerta despacito, y ella se quedaba fuera.  

Cuando al fin reaccionó, se tuvo que sentar en el escalón, para no desmayarse. ¿Qué le estaba pasando al mundo? 

Se quedó ahí, sin que ningún habitante de la casa de Tito, humano o robot, se preguntara si ella estaba bien, o le importara.  

Al rato se levantó, y empezó a caminar hacia su casa. -    


Imágenes cortesía de Pixabay.                    

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