[GastroNotas] Camila, cocina italiana tiene nombre de mujer

Hace unos días leía un post de @repollo en el que aconsejaba escribir de lo que uno más sabe y domina. Y es que todos nacemos con el don de ser buenos en algo. Algunos pintan muy bien, cantan, escriben poesía (cosa que a mí se me da fatal), otros saben mucho de cosas complicadas (como las criptomonedas) y a mí… bueno, a mí me gusta comer jajaja.

La verdad es que sí, yo lo que sé es de comida. Y no es precisamente porque sea la mejor chef del mundo, sino porque soy una comelona por vocación y, casi, por profesión. Me entusiasma mucho disfrutar una comida bien preparada y con esmero, no importa si es en el chiringuito de la esquina o en un gran restaurante. Y en mis post trato de transmitir esa pasión por la buena mesa (de verdad espero lograrlo y no aburrirlos).

Todo este cuento de la comida, de lo que a uno le gusta y bla bla bla viene como preámbulo a mi experiencia en Camila, un restaurante caraqueño cuyos espacios son como el Clark Kent de los restaurantes: de día es un comedor italiano y de noche un muy buen plan para rumbear.

Desde el primer momento en el que se entra a Camila se siente la personalidad del restaurant. El ambiente es sobrio, muy elegante, pero agradable; con una decoración impecable y que invita a sentarse y disfrutar de un buen rato. Sus paredes blancas se visten con cuadros llenos de mucha arte y que armonizan muy bien con sus muebles y sillas de color azul grisáceo.

El menú es la interpretación del chef de los recetarios de las nonnas italianas. Entre los condumios que puedo destacar y que he probado están: los raviolis con pesto y rellenos de berenjenas ahumadas, carpaccio de lomito, risotto de camarones, los langostillos jumbo al ajillo en una cama de lentejas amarillas (primera vez en mi vida que las veo y como) y uno de mis favoritos: el vitel toné con baby capers y salsa de atún.

¿Y para los más gorditos? Postres bien golosos e italianísimos: cannolis rellenos con helado (son hechos por la casa y los sabores varían, el de vainilla es de muerte lenta), panna cotta de frutos silvestres y el tiramisú. Éste último postre se hace bajo la receta secreta del chef pastelero de Camila. Sí llegan a ir, les recomiendo el tiramisú, sus sabores son equilibrados y las lenguas de suegra son tan suaves que parecen derretirse en la boca mientras impregnan todo el paladar con sabor a café. Y la crema… pff, ni hablar😍… ¡bien Camila, por tú Tiramisú✔!

Unos párrafos más atrás les dije que Camila era como el Clark Kent de los restaurantes. Y sí, yo sé que hay muchos comedores en la ciudad con este concepto de convertirse en un lugar para rumbear (festejar, parrandear) en las noches. Lo que me gustó a mí y me parece diferenciador es que todas estas fiestas son temáticas. Además, cuentan con una carta de cocteles bastante extensa y que va desde el explosivo Jägermeister, pasando por las reinvenciones del mojito y llegando al clásico veraniego italiano: el aperol spritz.

Lo bueno: La atención es de primera y muy rápida. El maître conoce bien la carta y su atención es de primera y los fines de semana hay brunch. Además, cuenta con valet parking.

Lo malo: Como está en la mezzanina de hotel, algunas veces los vigilantes del Ambassador pueden ser un poco molestos u odiosos.

Lo feo: La cuenta. Es que yo soy muy tacaña (jajaja mentira). La comida y las bebidas estuvieron muy bien y no tengo quejas, sin embargo me parece muy caro para lo que es la comida en sí y para el venezolano (que no tiene un sueldo en $ y al cambio es una pequeña fortuna).

🌍¿Cómo llego?: av. Francisco Miranda Hotel Ambassador (antiguo Embassy en Caracas-Venezuela). Toman el ascensor hasta la mezzanina y a mano derecha está una puerta de vidrio con el restaurante con nombre de mujer.