Cuento - No coma cuentos
Desde hace días tenía ganas de comer perico, pero para prepararlo me hacían falta los huevos, así que decidí ir al supermercado a comprar un cartón. Al salir de mi casa mi piel se erizó, arrugué toda la cara y me puse la mano encima de la nariz.
Ya hace unos meses el aseo urbano ya no pasa con la misma frecuencia que antes, ahora sólo suelen recoger la basura una vez por semana —y eso si hay suerte—. La esquina ubicada en la calle de enfrente de mi hogar se convirtió en el basurero de la comunidad, pero para ese momento no era basurero, sino una montaña de basura. La pila de basura ya ocupa la mitad de la calle, los carros tenían que bordearla para poder seguir con su rumbo.
Al llegar al supermercado vi que una fila para pagar muy larga, en cambio las otras no tenían clientes, así que pregunté el porqué de esa situación. A lo que me respondieron:
—Esa cola esta así porque están vendiendo productos regulados.
—¿Qué están vendiendo? —pregunté.
—Salsa picante en 1000 bolivares.
Quedé asombrado, no entendí porque hacer una cola en donde se tardarían aproximadamente 2 horas para solo comprar salsa picante. En fin, seguí mi camino hasta el anaquel donde colocan los huevos habitualmente. Cuando llegue me lleve una sorpresa. “Nuevo precio de venta justo 286.084,67”. Coño lo injusto es con el bolsillo.
Decidí no comprarlos allí, sino ir a un mercado vecinal donde el precio es algo más barato. Mientras salía y curioso como es mi naturaleza me puse a ojear los nuevos precios. Al ver lo caro que estaba todo, recordé una información que había leído en Twitter decía: “Durante los meses enero-noviembre, la canasta alimentaria registra una variación acumulada de 764% (Bs. 3.379.873,84)”. Me pregunté “¿Cómo hace una familia que dependa de un sueldo mínimo para vivir?”
Llegué al mercado de los “gochos”. Allí hay de todo y los precios siempre son más baratos que en los supermercados. Cuando pregunte por el precio del cartón de huevos me dijeron.
—Esos vinieron a nuevo precio. Están en 200 bolívares.
Le di las gracias y puse marcha a casa, mi antojo podía aguantar algún tiempo más. De regreso pensaba en dos cosas. La primera: ¿Por qué tenemos el mal hábito de quitarle ceros a los precios? Y en segundo lugar, ya entendía a la gente comprando el picante en 1000 bsf.
Mientras me acercaba a casa, las moscas empezaban a aparecer y la pestilencia a entrar por mis fosas nasales. Al subir la mirada vi una escena que no puedo sacar de mi mente, así como un cuadro de gran belleza, pero este no era hermoso más bien dantesco.
En la pila de basura los animales se peleaban por algo de comer: Los zamuros picoteaban, los perros rompían las bolsas y los humanos comían de la basura. No coma cuento, coma…