CARACAS EN DOS MUNDOS
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Uno de esos mundos pertenecía a Bello Monte, donde se encontraba el apartamento de mi tía paterna, sumergido en medio de calles limpias, edificios lujosos y pisos de mármol al estilo Art Nouveau. Éste se mostraba ante mis ojos en un despliegue de colores, cuadros, obras y luz, ¡el arte en pleno!, llegué a considerarlo como la primera galería a la que asistí. Mi tía era una mujer encantadora, blanca como la nieve, de buen porte, inmortalmente joven, conservaba siempre ese espíritu jovial. Recuerdo como si fuera hoy, su amor genuino. Fue una excelente pintora, al igual que mi abuela, ambas creadoras de paisajes y bodegones, algunas de sus obras formaban parte del patrimonio familiar y podías contemplarlas adosadas a las paredes del apartamento. Las visitas a la casa de la Tía debían de ser muy formales, mi padre decía: cuidadito con una mala palabra, ¿se cortaron las uñas?, Mija revísale los oído a los muchachos. Para la ocasión nos vestían con la mejor pinta.
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Al otro extremo de la ciudad, estaba la casa de mi abuela materna, donde lo lujoso no tenía cabida, lo atractivo, el diseño y lo contemporáneo eran nulos; sin embargo, allí se podía percibir una atmósfera de alegría que hacía que la decoración quedara en un segundo plano, recargada de risas, burlas, chistes, donde lo grotesco y lo folklórico invadían constantemente todo el espacio.
Había algo especial en la casa de Monte Piedad, ésta emanaba una especie de atracción como un imán, hacía que todo aquel que llegaba de visita no se quisiera marchar sobre todo si eras hombre. Pienso que eso pasaba por el ambiente que allí se respiraba, automáticamente cuando pasabas por la puerta eras sometido a una terapia de risas y alegría, donde la atención, la amabilidad, el cafecito y el heladito ayudaban a endulzar las preocupaciones y el estrés.
Otra cosa particular de mi familia materna, es que la gran mayoría de mis Tías las llamaban por sobrenombres; estaba la Chua, Tinito y la Porrunga o Puchunga o Pulunga, como fuese, que correspondía a la menor de todas. Eso me trae a la memoria un episodio que vivió un primo de mi madre apodado Cocó, lo llevaron de urgencias al hospital, cuando lo ingresan le piden todos los datos y ninguno de los que estaban con él sabía el verdadero nombre del primo; cosas que pasan jajaja.
En cierta ocasión, hace un par de años atrás, mirando la tv, pasaban un programa llamado Zona Trendy Caracas, conducido por la bellísima Caterina Valentino, que me hizo recordar las dos versiones que yo tenía de mi ciudad y de su gente. Sin duda alguna, ella mostraba de una forma agradable y fresca, ese lado atractivo de la capital. Al inicio del programa, la conductora comenzaba diciendo que Caracas era la ciudad que uno podía escoger para vivir, que cada calle se convertía en una pasarela, y que las tendencias las marcaba uno mismo. Saben algo, ¡yo quería formar parte de esa Caracas que Caterina Valentino me mostraba a través de la televisión! pero, la realidad era otra.
Al contemplar todo ese surrealismo yo suspiraba, podías ver personalidades de renombre, entre ellos diseñadores, chefs y artistas, en mis adentros pensaba que el programa estaba diseñado para otro tipo de gente. Por otro lado, de seguro que Caterina ni se imaginaba que existían personas como yo, donde el día a día estaba apegado al trabajo duro y no se disponía del tiempo ni del dinero, para optar por ese estilo de vida. Ella probablemente, jamás había pisado el Centro de Caracas y mucho menos visitar el Oeste.
Por si fuera poco, para ese tiempo, si querías comer fuera de tu casa, no podías ni siquiera imaginar visitar algunos de los restaurants que ella publicitaba, de seguro lo más lejos que llegarías, sería hasta donde aparcaban los carritos de los asquerositos (perros calientes) de Plaza Venezuela.
Cuál sería mi sorpresa, al leer hace poco un artículo en internet que hacía referencia a la biografía de Caterina, en el mismo decía que ella vivió su infancia en nada más y nada menos que en Catia. Que me iba a imaginar yo que Caterina habitó el Oeste de Caracas. ¡Viva! Valentino es una de nosotras, debe conocer a ciencia cierta lo que es montarse en el metro, caerse a codazos y caminar entre pisotones. Cuán equivocada estaba yo en juzgarla, ¡Caterina está al tanto de esos dos mundos a los cuales hice referencia, que son los motores que le dan vida a mi hermosa Caracas! Esta enseñanza me sirve para reconocer la estupenda y esforzada mujer que es, un ejemplo a seguir para aquellas jóvenes que desean ser alguien en la vida. Le tomo la palabra a Caterina” las tendencias las marca uno mismo”.
Para finalizar, ustedes coincidirán conmigo al decir, que unas de las ventajas de la tecnología de hoy, que no teníamos en el pasado, es tener la posibilidad de profundizar más en la vida de los artistas que admiramos.
Que buen post, me recuerdo de ese programa zona trendy mostraba la Caracas nocturna y los sitios de moda.
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