Sex Rules: Las reglas del juego CAPÍTULO 2steemCreated with Sketch.

in #spanish7 years ago (edited)

Capítulo DOS 

Prohibido besarse en los labios


Notó como alguien se deslizaba por la cama, besando sus piernas, su cintura, apretando sus pechos con las manos por debajo del sujetador y besándola intensamente. Sin querer pensar en nada más, correspondió ese beso, apretando el cuerpo de Leo contra el suyo y rodeándolo con las piernas. Realmente era un dios del sexo, y sabía cómo volverla loca. 

Sentía su cuerpo pequeño debajo de él, y sus manos quemaban en su piel. Ambos sudaban mientras se movían acompasados, mientras hacían aquello para lo que habían propuesto unas reglas que ya no servían de nada, habían caído, estaban teniendo el momento más caliente de su historia en su habitación. 

De repente se cayó de la cama. Miró a su alrededor totalmente desorientada, buscando sobre el colchón a quien en realidad nunca había estado allí. Se levantó con el corazón acelerado por la extraña experiencia y sonriendo al sentirse una estúpida por creer, por un momento, que había sido real. Era un sueño pero lo había disfrutado como nada.

Debía ir a la universidad, aun así le daba tiempo, como siempre, de darse una ducha rápida antes de prepararse el desayuno, y además lo necesitaba, necesitaba despejarse de ese sueño.

Se vistió con una camiseta fina y un pantalón diminuto para salir de su habitación sin que Leopold le viera en ropa interior y entró en el cuarto de baño, sin darse cuenta de que él ya estaba en la ducha. Éste fue rápido. Tan pronto como la vio entrar distraída, tiró de su brazo y la metió con él bajo el chorro de agua.

—¿Pero qué…?

—Esto no está prohibido, ¿verdad? —Ronroneó deshaciéndose hábilmente de la camiseta de su compañera de juegos y posando los ojos en la curva de sus senos—. Oh, vaya. Bonitos... es… te... te queda bien el pelo desordenado por la mañana.

Brittany llevó las manos a su torso desnudo tratando de no mirar más abajo y, sin querer entretenerse en el tacto duro y suave de su piel, le empujó hacia atrás para que la soltase y poder salir de la ducha. Había visto desnudos a muchos, muchos chicos, antes y después de hacerlo, pero esa era la primera vez que veía a Leopold como su madre le trajo al mundo, y menos aún, después de haber soñado con un encuentro tan sumamente caliente con él.

—No está prohibido, pero... —pensándolo bien, aunque la pusiera nerviosa o aunque le diera algo de reparo, esa era una buena oportunidad para seducirle y terminar de una vez con ese juego—. No importa. Continúa.

Leopold sonrió ampliamente y llevó una mano a su mentón para que le mirase en lugar de tener la vista fija en la puerta. Dejó caer la camiseta fuera de la ducha y llevó las manos a su pantalón. Se relamía el agua de los labios haciendo que creyese que iba a usarlos para besarla, pero no lo hizo. Acarició sus muslos lentamente mientras volvía a ponerse en pie y clavó los dedos en su cintura para pegarla contra su cuerpo, pero entonces ella le frenó.

—¡Para! —Exclamó nerviosa, llevando un pie fuera de la ducha—. Estamos malgastando mucha agua. Termina tu primero, cuando termines ya lo haré yo.

El corazón parecía querer salirse de su pecho. No esperaba que estuviera en el baño cuando entró, ni que la llevase dentro de la ducha con esa facilidad, pero haber notado casi todo su cuerpo pegado al suyo, y desnudo, le había nublado la vista por un segundo. 

Iba completamente empapada, aun así corrió a su habitación sin importarle el reguero de agua que había ido dejando tras de sí. Miró la mano que había tenido en su pecho pensando en lo diferente que era el tacto real al de su sueño y luego llevó la mano a la parte delantera del tanga, donde había presionado cierta zona caliente.

Brittany había hecho bien en salir de la ducha y marcharse del cuarto de baño, de no haberse ido no creía haber aguantado mucho más. Nunca había tenido a una chica desnuda bajo el chorro de agua, y ver como se transparentaba la tela de su sujetador en contacto con el agua o el rubor de sus mejillas al ver como la desnudaba, había empezado a excitarle demasiado como para haber querido contenerse.

Al principio fue como un reto, ella le había dicho dos noches atrás que nunca le besaría ni querría nada de lo que él le hacía a las otras chicas, y se había propuesto encandilarla hasta que fuera ella quien lo pidiera a gritos. No era su intención contenerse, y en cierto modo sus planes seguían en marcha, solo que, ahora ella tenía que conseguir lo mismo con él y él no iba a pedirlo primero, aunque llegase al mismo borde del abismo del deseo.

Cerró el agua caliente dejando que la fría corriese por su cuerpo para que bajase un poco el calor de cierta parte y salió, minutos después, vestido, peinado y perfumado.

—Ya puedes entrar, Brit. —Gritó antes de ir a la cocina a por su desayuno.

Comieron en silencio hasta la hora de ir a clase. 

Sin dejar que él dijera nada se levantó y fue a su habitación a por su carpeta, pero Leo fue más rápido y la esperó en la puerta. Aún tenía algo más con que molestarla.

—Siempre te vas primero.

Él no respondió, se acercó a ella, puso las manos en sus muslos y la acorraló contra la pared. Se acercó despacio, haciéndola creer que iba a besarla.

—Nada de besos.

—Nada de besos en la boca, dijiste —bajó la cabeza hasta su cuello y posó sus labios ahí, sonriendo al notar como su corazón bombeaba con fuerza—. Pásalo bien en clase, nena.

—Nos veremos ahí mismo, idiota.

Y era verdad. Por mucho que él saliera antes del apartamento, tenían las mismas clases, los mismos profesores, los mismos compañeros y el mismo horario. La única diferencia que tenían era que Leo solía usar un par de horas al día en el gimnasio y ella trabajaba esas dos horas en una cafetería.


Ese era el primer día de juego y Brittany no pensaba que fuera a durar mucho más, sobre todo porque sabía que las chicas que solían ir al gimnasio con Leo, lo hacían para provocar, con prendas que no dejaban nada a la imaginación, gemidos exagerados para fingir esfuerzos o contorneos seductores que atraían a más de uno.


A la hora de la comida se sentaron juntos, ellos y el resto de sus amigos del grupo. Ninguno notó nada extraño en como hablaban, o mejor dicho, en cómo no hablaban, porque desde que salieron del apartamento ninguno había dirigido la palabra al otro.

—La morena de la tercera fila no deja de mirarte, Leo —indicó Levi, señalando con la mirada a una de las compañeras de clase que aún no había logrado acostarse con él.

Brit sonrió para sus adentros, pensando que miraría y actuaría como hacía siempre: con un guiño, con una sonrisa después de un par de miradas lascivas, y con un acercamiento que terminaba, inevitablemente, en una de las cabinas del aseo de mujeres. Pero no fue así. Leo no se giró. No la miró y no hizo caso de lo que el rubio le decía. Por un momento temió perder el juego. ¿Acaso se iba a tomar en serio la tercera regla? 

Un escalofrío recorrió su columna al sentir la forma en que la había mirado.

—Ahora mismo no me interesa la morena de la tercera fila, Levi. Le tengo el ojo echado a algo más suculento —sonrió de medio lado, mirando el escote de su compañera de juegos—. ¿Qué crees que debería hacer, Brit? ¿Crees que sería apropiado acercarme a hablar con la morena de la tercera fila? —inquirió con cierto aire travieso.

—¿Tu preguntando a Brittany? —preguntó Larissa.

Ella había sido la primera en acostarse con él cuando pisaron la universidad. Había sido algo así como un flechazo momentáneo, se vieron, se sonrieron, se acostaron y se acabó. Luego el entorno de Brittany y Leopold se acercó al de ella y terminaron en el mismo círculo de amistades.

—Brittany no cree que pueda estar sin sexo un mes —dijo él sin apartar la mirada de su rival y objetivo.

—¿Y qué idiota lo pensaría? —rió Joe, rodeando los hombros de Brittany con un brazo y besando su mejilla.

—Me encantaría ver cómo termina el asunto de la morena de la tercera fila, chicos, pero hoy no puedo quedarme con vosotros —dijo ella—. Antes de ir a la cafetería tengo que ir a comprar algunas cosas que se han terminado en casa.

—Vivís como un matrimonio. Lo raro de vosotros dos es que nunca os hayáis acostado.

Lamentablemente ahora era lo que trataba de evitar, no porque no quisiera, sobre todo después de ese sueño, lo deseaba de verdad, pero no quería perderle como amigo, ni quería que pensase que iba a pedirle desesperadamente una noche de pasión. Se levantó, se llevó con ella su bolso y se marchó.


Caminaba con el carro de la compra por los pasillos cuando de repente sintió como le rodeaban los hombros.

—Eres tan sexy cuando te concentras en la compra…

—¿Te resulta sexy que compre tampones, cereales o que compre lejía? Con eso no me vas a seducir.

—Tu cintura se mueve diferente cuando empujas un carro y tu trasero se contornea más. —Susurró en su oído después de colocarse tras ella y agarrar su trasero con las manos.

—Aquí no, Leo. Dejemos nuestros juegos sexuales en casa. 

—Vale, lo siento, me he pasado. ¿Compramos bollos? Me apetece algo dulce.

Cuando llegaron a caja Brittany se quedó completamente bloqueada. Atendía uno de los tipos con los que había estado, y uno con los que más le había gustado acostarse. Quizás él fuera el único con el que hubiera podido plantearse dejar su vida de fiestas, sexo desenfrenado y alcohol, pero Marco no pensaba así, y si lo hacía no había dicho nada. Soltó las cosas en la cinta mientras Leopold la observaba, poniéndola aún más nerviosa.

—¿Tuviste algo con él? —Rió con sorna—. Es guapo... 

—¿No sería apropiado que me incitases a que me acostase con él para perder el juego?

Lo dijo, y lo pensaba, pero no le ayudaría a romper la tercera regla, de modo que le pidió que fuera al aparcamiento a por el coche mientras él pagaba la compra.

—Sabes que mi meta no es que te acuestes con otro sino que me pidas que me acueste contigo.

La muchacha sonrió, dio un beso en su mejilla y acto seguido pasó entre los clientes que recogían sus compras para ir a buscar su transporte.

Al llegar al coche Leo tenía las manos llenas de bolsas y, cuando Brittany trató de ayudarle, agarró sus manos, llevándolas a sus labios.

—Siempre lo haces tú, deja que hoy sea yo quien lo haga. Cuando dejemos esto en casa te llevaré al trabajo.

—Estás siendo inusualmente caballeroso —rió ella.


Cuando Leo aparcó no pensó que fuera a seguirla adentro, creyó que se iría a casa o que iría dondequiera que fuera, ya que era evidente que ese día no iba a ir al gimnasio. Se sentó en una de las mesas mientras ella iba a cambiarse de ropa y allí seguía cuando salió.

—Tu novio está como un tren —dijo una de sus compañeras, arrastrándola de nuevo al cambiador mientras iba a atender a uno de los clientes.

—No es mi novio.

—Habéis llegado juntos y parece que estuviera esperando. Cuando has venido a cambiarte parecía comerte con los ojos, pensaba que estabais liados. ¿Me lo presentas?

Leo estaba a varios metros de ella, aun así escuchó claramente cuando Brittany había dicho que no era su novio y, aunque no lo era, tampoco podían acostarse con nadie más mientras durase su juego, así que podría decirse que tenían una relación, por rara y limitada que fuera.

Cuando salieron para presentarlos él no estaba en su sitio. Caminaba hacia su coche mirando hacia atrás, haciéndola sentir culpable por algo que desconocía.


Pasaba de las ocho y media cuando entraba en el apartamento. Como la noche anterior todo estaba a oscuras y esperaba que Leo saltase sobre ella con vistas intenciones, pero no parecía estar en casa. Todo estaba en silencio, no había nadie en el salón y la puerta de su dormitorio estaba abierta, como siempre que no estaba.

Entró hasta el salón, dejó el bolso sobre la mesa y con su rutina habitual, fue a por un botellín de agua.

—No te estás tomando muy en serio este juego, ¿no? —dijo de pronto, asustándola mientras bebía—. Se suponía que ibas a jugar a seducirme pero creo que puedo ver claras las intenciones de que me vaya con cualquiera para que se termine este juego.

—Tengo un mes, Leo. No pensaba que estuvieras tan desesperado, pero si crees que no me lo tomo en serio, vamos. 

Soltó la botella sobre el mármol de la cocina y llevó una mano a la de él para llevarlo a su habitación. Al mirar hacia la cama recordó el sueño que había tenido y sin darse cuenta apretó su mano con fuerza.

—¿No te atreves? ¿Acaso tienes miedo de caer en tu propia trampa?

—Claro que me atrevo, no soy ninguna cobarde —lo miró directamente a sus bonitos ojos azules y se perdió en ellos. Leo apretó su mano como para sacarla de su trance, sonriendo de esa forma que volvía locas a todas, incluyéndola a ella misma—. ¿Sabes qué? Estoy cansada. Hoy ha sido un día raro.

Leo rió, se soltó de su agarre y cerró la puerta al salir, dejándola sola en su dormitorio.


                                                                                 Fin del segundo capítulo 
Sort:  

ya no aguantan estos dos jajjaja muy bien !!!:)

:)

Gracias por leerla!!

Mmmm...muy sugerente la imagen introductoria :)

Otro excelente capítulo!!

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