Cuento: El recado de mi madre

in #spanish7 years ago

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Mamá, el día en el que llegaste a mi vida fue un momento increíble: yo había nacido, siento que recuerdo mi vida desde ese momento, era tan horrible, de color blanco y podría jurar que sentía dolor en mi trasero, oh dios, que momento tan traumante... pero entonces alguien me sostuvo en sus brazos, por el dolor no podía parar de llorar, sin embargo una voz me calmaba poco a poco, una voz que me daba paz, que me recordaba el sentimiento calmo de como estaba antes de haber nacido... Mamá, no me tardé mucho en darme cuenta que esa era tu voz.

Y ahora, segundos antes de tu muerte, mi voz es la que te está calmando a ti.

— Tienes 20 años pero aún eres un niño para mi, un niño muy precioso.—Dijo mi madre con lo que le queda de voz.

— Siempre seré tu niño mamá—le tomé la mano— y siempre estaré contigo.

— Oh mi niño, eso no es lo que quiero que hagas... Ten —me entregó una carta— quiero que vayas a la dirección aquí escrita, y preguntes por mi.

— Pero mamá, tu estás aquí.

— No por mucho mi niño. —Sonrió.

De la maquina salió un pitido que me ensordeció, no me permitió llorar, el volumen no era tan alto, pero resonaba tan fuerte en mi cabeza que juraba que me había dejado completamente sordo, mi mundo se había ido, no quería cerrar mis ojos por miedo a perder mi visión, sentí que alguien me tomaba y me saca de la habitación, ¿Un doctor? ¿O el dios de la muerte pidiéndome permiso? estaba seguro de lo obvio, era el dios de la muerte, cubierto completamente de una capa negra.

— Sigues tu. —Me dijo

— Pero aún tengo algo que cumplir a mi mamá —Dije mostrando la carta.

— Bien, obedece la orden de tu madre y luego iré por ti.

— Me parece bien.

Se fue el dios de la muerte, y me dejó en esa habitación solo con una camilla vacía, era obvio lo que debía hacer ahora, me levanté, me subí al carro y fui a la dirección que decía la carta, la aparición del dios de la muerte solo significaba que una aventura mágica me esperaba, en la que mi madre aun se encontraba viva esperándome.

Era un largo viaje de 2 horas en el cual no sentí hambre ni ganas de ir al baño. «Creo que es porque comí y fui al baño antes de partir» pensé, pero en esas 2 horas me consegui con gente muy increíble, en el transcurso, una mujer vestida con un vestido blanco parecía perdida así que la invité al auto.

— Yo morí en este cruce.—Dijo con un rostro pálido.
— Mi hermano también, siempre que paso por aquí me acuerdo de el.—le respondí— Me gustaría que el alguna vez se sentara en mi auto.

La mujer se me quedó observandome en silencio por todo el camino, me daba un poco de lástima, ese cruce es muy peligroso, siempre que paso por ahí voy demasiado lento, ya que aceleras un poco y el cruce te termina matando. A los minutos volteé para preguntarle donde quería bajarse, pero ella ya no estaba en el asiento, «¿La habré incomodado?» pensé, pero quizá fue que me había desviado del camino que ella quería tomar y decidió bajarse aún con el auto en transcurso.

Al fín llegué a la dirección de la carta, era una casa muy bonita pintada de verde con decoraciones doradas y una reja blanca, la casa no era muy grande pero era muy muy bonita. Un hombre salió aun sin que yo tocara el timbre, parecía tener una bolsa de basura en la mano, pero cuando me vió la dejó caer al suelo.

— Tu. —Dijo.

— Así es señor, soy yo. —Le contesté.

— ¿Que haces aquí? —Preguntó.

— Mi madre me dijo que preguntara por ella aquí segundos antes de morir. —Contesté.

El hombre calló y me abrió la reja dejándome entrar. Aunque había mucha basura en la entrada, dentro de la casa todo era tan bonito y reconfortante, las paredes estaban pintadas de un celeste muy lindo y había una mujer observándome con una mirada atormentada con una franela celeste que combinaban con el resto de la casa.

— Tu. —Dijo la mujer.

— El señor y usted observan muy bien, así es, soy yo. —Le contesté.

— ¿Que hace el aquí? —Le preguntó la mujer a su señor.

— Su madre murió.—Le contestó.

— pero me envió aquí.— Les dije.

El señor se sentó, aparentemente cediendo a contarmelo todo, a decirme lo que sucede, a decirme la verdad de lo que pasa, tristemente no es lo que yo esperaba, no era una historia del elegido a punto de embarcarse a un mundo mágico, no, eso no decían sus ojos, eso no decía su mente, eso no decían las almas que lo rodeaban ni el hombre de verde que encautaba en su espalda... no... de su boca no saldría nada mas que la verdad.

— Ella, sea quien sea, no es tu mamá. — Dijo.

— Imposible. — Contesté.

Era imposible, recuerdo con claridad el día en que nací, cuando lloré hasta que la voz y el calor de aquella mujer me abrazaron, esa era mi madre.

— ¿Quien eres tu para dar tal afirmación?—Le pregunté.

— Tu papá.

En ese momento el hombre en su espalda se puso a llorar, lo observé y me señaló a la ventana, allí estaba ese hombre encapuchado de negro, el dios de la muerte, mirando por la ventana.

— Tu mataste a tu madre hace 5 años.—Dijo mi padre llorando.

una niña me tocó el hombro para que la observara y me señaló un calendario, «Sexto Aniversario» Tenía marcado en la fecha del día de hoy.

— Pero tienes 6 años con ésta mujer.—Le dije.

— Hijo... mira, eso no es lo que debo explicar ahora, sino lo que pasó con tu...

— ¡Callate!—Lo interrumpí.

Abrí la puerta y salí corriendo a mi auto, el dios de la muerte se sentó en el asiento de atrás y una mujer desconocida se sentó en el asiento de copiloto, en ese momento aceleré hasta donde había un parque solitario y me bajé del auto, el dios de la muerte no bajó, la mujer me siguió, me senté en una banca del parque a llorar, cuando esa mujer se me acercó me empezó a consolar, sus brazos se sentían fríos y su respiración helaba mi hombro.

— ¿Quien eres? —Le pregunté.

— Una mujer que fue asesinada por la misma perra con la que fue engañada tu madre.—Me dijo.

Al oír eso, yo la abracé.

— ¿Por que te mató? —Le pregunté.

— Porque sabía la verdad de todo.

— ¿Que quieres decir?

En ese momento la mujer se levantó y me dió un beso en la frente... todo se volvió tan claro, no solo me entregó sus recuerdos, también revivió los míos.

Un 21 de septiembre de 1998 nací con los ojos completamente abiertos, un dolor me hizo llorar mucho, oh dios cuanto dolía... sentí que había nacido solo para sufrir, hasta que me colocaron en los brazos de una mujer, esa mujer... me dio ese sentimiento en mi pecho que me hacía calmar el llanto, desde ese momento lo supe, yo sería feliz con esa mujer.

Y así fue, 10 años pasaron y yo era feliz solo con el hecho de saber que en mi casa estaba mi madre, a ella acudía cuando me sentía triste, molesto, o alegre, ella siempre me escuchaba, aveces ella también estaba malita y se ponía triste, un día mi abuela murió, y el único que estaba en la casa para abrazar su llanto era yo, mi vida no sería nada sin mi madre.

En el colegio no trataba a nadie, no tenía amigos, ya que todos los chicos con los que intentaba jugar me molestaban, sin embargo estaban esos niños que siempre se juntaban conmigo, "Miguel, Génesis y Gabriel" todos los días hablaba con ellos, pero los otros niños me llamaban loco ya que decían que siempre hablaba solo, creo que es verdad, creo que eso es lo que ellos veían... Pero en verdad tenía unos amigos mucho mejores que cualquiera de ellos, sin embargo, solo yo lo veía bien, mi padre terminó internandome en un psicólogo, «Es igual a su madre» Recuerdo que decía con repulsión. El psicologo mató a Miguél y a Gabriel, pero no pudo matar a Génesis.

Génesis me acompañó todos los días al colegio y me hacía compañía cuando los otros chicos me molestaban, ella me hacía muy feliz... sus brazos se sentían cálidos, estaba enamorado o eso creo... y así fue por 5 años.

A mis 15 años de edad un día llegué a mi casa con mi padre, estaba completamente oscura y no veía nada, pero sentía el piso mojado, no había electricidad aparentemente así que las luces no encendían, era de noche así que nada iluminaba dentro, mi padre, dijo que tome un fósforo de la caja que me dio y lo lance hacia adentro para poder observar. En ese momento, al obedecerlo, la casa se prendió en fuego, apenas si pude retirarme del fuego.

—La mujer y tu padre sedaron a tu madre y llenaron de gasolina la casa —Dijo la mujer— Yo los vi, estaba en tu casa ese día, me escondía de ellos, pero me encontraron y me llevaron, asesinándome en el sótano de su casa.

No solo se trataba del fuego lo que llegó a mi mente, no, el fuego era lo mas hermoso que podía observar en ese momento, eran los gritos de mi madre quemándose lo que no soportaba, me ensordecían, cerré los ojos, deseando, deseando quedarme ciego, cuando escucho mi nombre de cerca me hacen abrir los ojos de nuevo, y en frente de mi, estaba mi madre, quemada completamente y con sus ojos reventados «Hijo...» Dijo, antes de caer.

Sufrí un parálisis, y empecé a gritar, a gritar y llorar, no sentí que estuviera triste, sentí un dolor en mi trasero, no veía nada, sentía como que yo acababa de nacer... lo siguiente que sentí fue al doctor acostándome en una camilla en los brazos de una mujer.

— ¿Quien eres? —Le pregunté.

— Génesis. —Contestó.

— ¿Quién? — Dudé.

— Soy tu mamá.—Dijo.

Le creí, pues sus brazos se sentían cálidos y su voz me calmaba, juraba que así era el sentimiento de mi madre.

«Nisiquiera los muertos permanecemos para siempre, algún día nos toca la hora, las almas en pena no somos aquellos que vagamos en el mundo de los hombres, las almas en pena son aquellos forájidos que huyen de las manos del dios de la muerte»

Génesis nunca tuvo intensión de huir del dios de la muerte, sabía que le llegaría la hora, y fingió ser mi madre todo ese tiempo.

Recuperé la consciencia, estaba aun en el parque, unos oficiales me tomaron y me llevaban. Vi como el dios de la muerte se llevaba a esa mujer que me dio los recuerdos.

«Tu madre está en las fauces de otro mundo, el dios de la muerte no la conseguirá en el lugar donde ella está, debes correr, no dejes que te atrape, ¡No dejes que te atrape!» Escuché esas palabras en mi mente, con la voz de aquella mujer, observé al Dios de la muerte y el, al llevarse al otro mundo a la mujer, me observa y a una alta velocidad, me empieza a perseguir, yo con una fuerza «Que juro, no es mía» Me solté de los guardias y corrí hacia mi auto el cual dejé encendido y aceleré, por el retrovisor veía oficiales y al dios de la muerte volando hacia mi, no sabía a donde debía ir, así que corrí hacia la tumba donde al recuperar mi memoria recordé, donde los restos de mi madre yacían, en el patio de la casa de mi abuelo.
Llegué en el carro y salté la cerca, y corrí a donde mi madre estaba enterrada, vi como el Dios de la muerte se desvió antes de llegar a mi. «Va por mi abuelo» pensé, pues estoy seguro que ya es su hora. Llegué frente a la tumba de mi madre.

— ¡Mamá! ¡Debes decirme donde estás! ¡El dios de la muerte quiere llevarme!

— El dios de la muerte no lleva a vivos—Dijo una voz a mi derecha.

— ¿Abuelo?—Noté al verlo.

— Tu madre no está aquí hijo, tu madre es una mujer conectada con el mundo en el que vivimos, y con un fuerte enlace con el mundo en el que vives, ella no está en ningún lado.

— ¿Como puedo conseguirla? ¿Porque entonces el dios de la muerte me sigue?

— Nadie conoce las intenciones del dios de la muerte, es un ser extraño y falto de consciencia que hace su tarea según se le otorgue, pero no le quita la vida a los hombres, se lleva las almas que éstos dejan una vez que su cuerpo muere... éstas almas en espera aveces sienten que les queda algo por hacer en este mundo, y huyen del dios de la muerte, éstas son almas en pena, el dios de la muerte no los persigue mas que a otros, el solo viaja y se lleva a quien consiga en su camino.

— Mi madre, abuelo... ¿Donde está?

— Tu madre es el dios de la muerte.— Contestó, justo antes de ser atravesado por la mano del dios de la muerte.

Éste se quedó observándome, y yo a el.

— Mamá. —Dije.

— Él solo se quedó observándome.

Los oficiales me tomaron y me colocaron una camisa de fuerza, me llevaron en su camioneta aparentemente al manicomio, donde fui analizado, interrogado y encerrado en una habitación completamente blanca, pero no estaba solo allí, otros 9 hombres con camisa de fuerza me observaban.

—¿Como llegaste aquí?—Me preguntó uno de ellos.

— Puedo observarte, ¿Como crees que llegué aquí?— Le dije con tono irónico.

En ese momento todos empezaron a reír juntos y a darse golpes contra la pared, cuando el dios de la muerte entró por la puerta y se llevó de uno en uno, hasta que solo quedé yo en la habitación, se sentó a mi lado.

—Mamá, estoy cansado de esta vida, quiero ir a donde estás tu... ¿Que puedo hacer?

En ese momento me señaló una caja de pastillas en una esquina de la habitación, un pequeño pote blanco casi camuflado con el color blanco de las paredes, yo me acerqué, y sin vacilar abrí la caja y tragué todas las pastillas que ésta tenía dentro, y me senté a su lado de nuevo.

—Una vez que muera... ¿Podré acompañarte mamá?

—Eres seguramente la cosa mas hermosa que he conocido en mi vida—Dijo con una voz dulce que no combinaba con su traje, pero por la forma en que esa voz atacaba mi corazón, esa debía ser mi madre.— Y quisiera sentarme contigo y quedarme todo el día a tu lado, besarte, he estado tan acostumbrada todos estos días a llevarme el alma de la gente que había olvidado lo que significaba amar, estar junto a alguien, no es fácil ser lo que soy y estar enamorado de alguien vivo... no es nada fácil.

—Enamorado? —Pregunté.

—Si, éste sentimiento complejo que podría ser penado, que por solo sentirlo yo misma debería de llevar mi alma al otro mundo, al otro mundo que ni siquiera yo conozco pero por algún mandato de dios tengo el poder de llevar las almas hasta allá, ¿Porque yo? ¿Por que yo que soy igual de humana que cualquier persona viva? Que siento ese remordimiento y tristeza al llevarme a esas personas que sufren o a esas almas que huyen, a esos jóvenes enamorados que no dejan de seguir a la persona que aman, a esas madres que nunca se separan de sus hijos, ¿Porque debo sufrir todo su dolor, cuando yo estoy tan enamorada de una persona viva? Cuando tengo mi propio dolor, ¿Es una maldición eterna impuesta por el señor?.. Sea lo que sea, ésto me impide estar al lado de la persona que amo... Lo siento, pero tranquilo, dentro de poco estarás con tu mamá.

En ese momento sentía que las pastillas surtían efecto, yo estaba muriendo, y vi como esa mujer se quitaba esa negra capucha que la cubría.

Ella era Génesis.

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