“Hay que estar con el enfermo
sin ser el enfermo.”

Y demás citas así de Miguel de Unamuno es que te enseñan en Bioética y Deontología Médica, priorizando la relación de confianza con el enfermo, ya que "la relación médico-paciente es la piedra angular de la práctica médica."

Y no pongo en duda de que eso sea cierto, pero hay algo para lo que la ética médica no te prepara...

¿Te has enamorado de tu médico tratante?

Fuente: Pixabay Imagen de dominio público.

Sigmund Freud le llamó "el fenómeno de Ubertragungsliebe", o simplemente Amor de Transferencia. Aunque originalmente se aplicó a la relación del psicoanalista con su paciente, sus manifestaciones son muy características en todos los ámbitos de las relaciones públicas aplicados a las ciencias de la salud.

¿Has oído hablar del síndrome de Estocolmo? En donde las personas secuestradas generan nexos de empatía y apego emocional por sus captores. Bueno, en este caso el fenómeno se aplica desde los pacientes hacia sus médicos tratantes. Es importante conocer de esto ya que de aquí pueden resultar muchas implicaciones iatrogénicas, éticas ¡e incluso legales!

La actitud del médico ante esta situación debe ser lo suficientemente audaz, debido a que si se equivoca en palabras, gestos o afectos puede poner mucho en juego; principalmente, porque es clásico que el paciente olvide el enfoque principal de sus consultas, olvidando la sanidad y convirtiendo el seguimiento en una especie de ritual de cortejo, que desembocará en que el paciente termine por abandonarlo por aparentar salud, o agravará de manera psicológica su cuadro a fin de lograr mayor cercanía al profesional.

Y si el profesional no es tan ético como debiera, ni te cuento en que termina el asunto.

Ninguno de estos finales van acorde al deseo galeno, por lo que hay que aprender o bien a disuadir al paciente para hacer a un lado los afectos sentimentales, o redireccionar la consulta a otro profesional (preferiblemente de su mismo género) a fin de tratar con objetividad pertinente a la enfermedad. El problema de esto último es que suele ser un ciclo, y podrá repetirse con el siguiente médico, y el siguiente, y el siguiente, y así.

La primera vez que tuve que enfrentarme a esto, fue con una joven de mi edad que se presento en la emergencia de Medicina Interna. Una joven bailarina de salsa, que llegó con una fuerte crisis de ansiedad, causada por peleas y problemas con su ex novio. Tras improvisarle una bolsa de papel con unos guantes de látex, me quedé con ella por casi una hora en plan de inhale, exhale, inhale, exhale, y escuchando toda la crisis y aconsejandole.

Un par de horas más tarde, la joven aparecería en mi consultorio en triaje, junto a un familiar, despidiendose de mi y pidiendome por favor mi número celular. Tras mucho disuadirla, logró convencerme a cometer mi primer error: darle el número. Eso se tradujo en un par de encuentros inesperados en aquel hospital, un par de obsequios de su parte, y claro está: llamarme "su superhéroe en bata". Hay cosas que es mejor evitar, si miramos un poco más por la sensatez, y menos por la empatía.

No hacer a un lado la relación médico-paciente, pero si comprender que dicha relación va de la mano con límites y principios éticos que existen para salvaguardar nuestras espaldas de errores que probablemente no veríamos hasta que ya el daño habría sido causado.

Referencias

• Prieto, Cristina. Amor de transferencia de paciente a psicoanalista. Enero 20, 2016.
• Cuando los pacientes tratan de seducir a los médicos. Noviembre 16, 2016.
• Cárdenas Arévalo, Jorge. La relación médico-paciente. Julio 2011.

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Non omnis moriar