¿MANZANAS Y PERAS VIAJERAS?
Esta semana volví a sentir el sabor de la pera y la manzana, después de tanto tiempo ¿Cómo podría imaginarme que las volvería a probar, pero esta vez como un regalo traído de Colombia? Cosas tan simples traen recuerdos especiales a mi memoria.
En los años 80' y 90' se podían comprar con más facilidad, eran accesibles, aunque nunca han dejado de ser frutas costosas por ser importadas. Era hermoso ver en los supermercados las peras junto a las manzanas rojas, verdes y amarillas, todas bien ordenadas y aún en sus bases de cartón. En esa época lo que me interesaba era escogerlas sin magulladuras y con buena forma. Lamento ahora haber pensado que siempre estarían presentes y no haber comido más cuando podía. Tenía un análisis personal para las manzanas: las rojas eran muy duras, las verdes muy ácidas y las amarillas eran consistentes y dulces, por lo tanto eran mis preferidas; la roja se podía conseguir grande y pequeña, la primera más dulce y jugosa que la segunda. La manzana para mi entorno era la fruta perfecta para controlar la diarrea y el colesterol en la sangre, la creencia también era que si se comía mucho ponía a la persona estítica. Era común comprarles a los bebés sus compotas de pera o manzana, los grandes de vez en cuando también las disfrutaban. Si eran los jugos, los cuarticos eran mi merienda del colegio en primaria y el medio litro ya cuando estaba en bachillerato, el de pera era más espeso ¡una delicia!; a veces en la casa los dejábamos congelar en el pote de cartón donde venían y se comían como helados. Tres presentaciones de las manzanas me gustaban mucho: las acarameladas, los dulces de pastelería y las tortas rellenas; las primeras consistían en bañar las frutas rojas con caramelo para que quedaran como unas enormes chupetas, las segundas eran unos pasteles cuadrados de masa dulce cubierta de azúcar pulverizada cuyas puntas estaban unidas en la parte central y adentro tenía el dulce de manzana y la torta, que era más industrial, la hacían cuadrada con una masa dulce de vainilla bien pesada en cuyo centro tenía un gran relleno de dulce de manzana, la verdad es que eran muy sabrosas pero difíciles de comérselas completas, mi padre decía que él lo hacía acompañándola con un vaso de leche. Para las peras no existían muchas opciones.
Al llegar la época de la crisis venezolana dos cosas ocurrieron. Primero desaparecieron de la mayoría de los anaqueles y si se les veían sus precios eran altísimos, en esta época solo pude comprar una pequeña para una persona embarazada ya que decían que eran buenas para limpiar el cuerpo especialmente durante la gestación, mi economía no me permitió más. Luego aparecieron con más frecuencia las manzanas rojas (especialmente las pequeñas), pero sus costos eran inaccesibles para la gente que tenía que comprar con poco dinero alimentos muy caros. Actualmente los jugos envasados en cartón no los he visto (especialmente los cuarticos), el dulce de manzana sobrevive en las panaderías o pastelerías y la torta rellena casi no se ve en el mercado. En este tiempo presente ahora tengo la dicha de haber podido comer pera y manzana, lo que es simple para algunos, es especial para otros por las circunstancias que viven.
A pesar de esta situación crítica que considero largamente pasajera, tengo la esperanza que en el futuro las comeré con más frecuencia y disfrutaré esos momentos porque serán fruto de mi trabajo. A las nuevas generaciones les enseñaré que son nutritivas y saludables como lo dice mi cultura. Comerán compotas como lo hice yo y me reiré con los bigotes que se hacen alrededor de sus bocas, haré un pie de manzana y será una nueva experiencia, al ver las manzanas acarameladas disfrutaré recordando mi niñez, comeré torta rellena de manzana con un vaso de leche para demostrarme que si puedo comerla toda sin empalagarme. Lo cierto es que veré las peras y las manzanas de manera distinta, recordaré las que llegaron a mí de Colombia durante la crisis y lo haré agradecida con Dios por haberme dado esa dicha, porque fueron “viajeras” no solo de un lugar a otro siendo un regalo inesperado (de alguien especial) que activaron mis recuerdos en el tiempo dándome un momento de dicha nostálgica. Espero que el futuro sea mejor para todos y valoremos las cosas simples, como lo son una pera y una manzana.