Mi experiencia como funámbulo: La Cuerda Floja (Slackline)

in #spanish7 years ago

Hoy les voy a narrar un pedacito de mi historia como funámbulo, y con un poco de suerte, mostrarles un guiño de un mundo del que probablemente han escuchado muy poco: Slackline; un deporte que evoca sensaciones extremas.


Foto tomada por mis amigos desde mi portable.
Unicorn Graveyard, San Francisco. California

Creo que me he ganado el derecho de ser llamado slackliner — término popular con el que se le refiere a aquel que practica el deporte denominado slackline: la interpretación de la cuerda floja en el siglo XXI — o mejor dicho, highliner — aquel que no solo camina por la cuerda floja, sino que también lo hace a grandes altitudes — debido a la cantidad de horas que he dedicado a este deporte desde que me mudé a California hace más de un par de años.

Un poco de información preliminar sobre el Slackline.


Foto tomada por el autor del artículo. San Francisco, California.

Primero que nada, es importante que el lector entienda el exaltamiento que provoca el acto de caminar una línea a semejante altura, el mismo, no solo pone en peligro toda tu existencia, sino que es un reto que provoca la autosuperación, la reflexión y la concentración; paso a paso se debate todo tu ser — mente, espíritu y cuerpo, entre la lucha por mantenerse en pié y el seguir caminando ante una experiencia cercana al acto de volar en sí.


Mia Noble cruzando Castle Valley, partiendo así el record mundial

En segundo lugar está el entender la magnitud del riesgo; el lograr reunir coraje suficiente para caminar sobre una línea en la mitad de la nada con solo un harnés como único soporte de vida; depender solamente de tí mismo al enfrentarte a la inmensidad del espacio, es una experiencia única en la vida, a su vez, es uno de los retos personales más difíciles que me ha tocado enfrentar hasta el día de hoy. Sin embargo, una vez sorteado es una experiencia que supera con creces las expectativas y es sumamente reconfortante.


El difunto pero legendario equipo de Tancrede Melet surcando los cielos sobre una línea

Por último un poco de perspectiva, si es cierto que a diferencia de los grandes funámbulos de su época, la mayoría de slackliners usan un arnés como soporte de vida, no obstante muchos iconos del recién nacido deporte han llevado el deporte al extremo y realizan free solo — caminar sobre la cuerda floja sin ningún soporte de vida, tan al extremo que existe un tercer escalafón: skyline; caminar en el cielo con un paracaídas como único soporte de vida.


Philippe Petite cruzando las Torres Gemelas

Ahora bien, mi primera vez sucedió en el Cementerio de los Unicornios, cerca del Fuerte Mason, en la bahía de San Francisco.

El spot, o sitio, es bastante popular entre los locales, al menos una vez al mes, y casi todos los fines de semanas del verano, la línea del Cementerio de Unicornios es tensada y lista para el disfrute de quien se atreva.

Para llegar al sitio yo diría que tienes que ser una de dos cosas; (1) un adolescente buscando un sitio donde tomarse unas birras con sus amigos; o (2) ser iniciado en la vida social de los slackliners de la bahía. Es más, me atrevo a agregar que muchos funámbulos ambulantes de toda procedencia, tienden a marcar esta línea como una de las más icónicas dentro de los Estados Unidos; su singular paisaje de rugientes olas partiendo a la penumbra del acantilado que yace bajo sus pies, donde a su vez, el deslumbrante Puente Puerta Dorada (Golden Gate Bridge) de San Francisco nos vigila atentamente desde el fondo, es una tentación magnánima para muchos.


Foto tomada por el autor del artículo. San Francisco, California.

Una vez en el sitio, luego del proceso de tensar la línea, lo cual puede llevar un par de horas, sobre todo para asegurarse de que la línea está en óptimas condiciones para ser cruzada, la cuenta regresiva de mi primer intento sobre esta belleza comenzó — luego de todo un verano caminando líneas largas de al menos 60 metros de longitud por supuesto — y sentí que todo mi cuerpo me gritaba: ¿¡Que estas haciendo!?, ¡tu no estas biológicamente construido para volar pendejo!

Acto seguido descendí por el rocoso camino hasta llegar a uno de los términos de la línea. Mis manos comenzaron a sudar frío, pero con una firmeza de espíritu que hasta a mí mismo me sorprendió, emprendieron el ritualístico proceso de ajustar el cable de soporte de vida sujeto al arnés de seguridad.

Luego de un chequeo entre mis amigos, determinamos que mi arnés era seguro y dí un paso que no recuerdo haber dado, pero que lógicamente debí haber dado en algún punto, ya que me hallé sentado en la punta de la roca donde comenzaba la línea observando a las olas partir las rocas furiosamente.


Foto tomada por mis amigos desde mi portable.
Mission District, San Francisco. California

Olvidé como había llegado ahí, pero mi determinación tomó mi lugar como ser absoluto que comanda mi cuerpo, me conecté al anillo de metal y comencé el descenso hasta un punto lejano del cimiento de la línea; un lugar seguro que, en caso de tomar una caida, evitaría que mi cuerpo se estrellase contra las rocas debido a el violento balanceo producido por el cable de seguridad y la línea misma al caer.

Recuerdo haber estado frente a la imponente mirada del Océano Pacífico, y la Puerta Dorada de San Francisco tratando de calmar mi mente mientras me sentaba en la línea, acomodandome para el primer intento; levantarme y mantener el equilibrio.

¡Uno, dos, tres! Caída.

El mundo se te va en segundos, la adrenalina corre por tus venas, y desemboca rápidamente en tus neurotransmisores, me hallé riendo, plácido, colgado de la línea, feliz de estar vivo, pero sobre todo de vivir conociendo que he superado un límite.

Volví a montar la línea, una y otra vez. Una y otra vez caí.

¡Uno, dos, tres! Caída.
¡Uno, dos, tres! Caída.
¡Uno, dos, tres! Caída.

Con cada intento me volví más seguro de mí mismo, de que tenía la capacidad de hacerlo, y luego de unos cincuenta intentos, mi cuerpo estaba devastado, montar la línea es lo que más te desgasta. Por ahí dicen que la forma más fácil de cruzar una línea es cruzando justamente; el constante proceso de remontar la línea y atentar el levantamiento de todo tu cuerpo hasta conseguir balance que te permita caminar es extenuante.

Intento número cincuenta y uno.

¡Uno, dos, tres! Lo Logré. Y desde ese día en adelante nunca paré de intentarlo.


Foto tomada por mis amigos desde mi portable.
Unicorn Graveyard, San Francisco. California

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Felicitaciones @kericx superarse así mismo es un gran logro. Tu deporte, lo conozco de cerca porque tengo un sobrino que lo practica. Me parece que es extremo y que no vale la pena tanto riesgo, pero al mismo tiempo los admiro, los bendigo y los respeto, porque si ese es el camino para sentirse feliz, púes bien vale recorrerlo. Éxitos

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