Guevara City

Antes de leer este primer fragmento, de un cuento que escribí para la universidad, quiero aclararles la fecha en que lo escribí: Marzo de 2011. Esta fecha es importante porque los acontecimientos que ocurrieron en el futuro real son alarmantemente similares

Sueño con el olor del Centro Plaza, perdura en mi memoria como algo ambiguo, asqueroso pero melancólico, generalmente trato de revivir ese aroma mientras manejo mi camionetica, pensando en aquellas épocas donde todavía existían los centros comerciales.

Diariamente me despierto con ese olor en mi nariz,  no quiero levantarme de la cama, prefiero quedarme en mis sueños donde todo es mejor que la realidad. Todos los días son normales e iguales. Desayuno “Cereal Revolucionario” con leche “Bicentenario”, definiría este alimento como cartón nutritivo con leche agria, no hay mejor forma de describir el sabor. Si hay algo que le agradezco a la “Revolución” es que me ha hecho una persona mas higiénica, ya que para quitarme el horroroso sabor del único desayuno que puedo tener, me debo cepillar los dientes unas cinco veces antes de salir a la pista.

Han pasado veinte años ya es el 2032 y la calle donde vivo no ha cambiado, se detuvo en el tiempo, las mismas farolas, la calle mal pavimentada, la mismas viejas estirando las piernas, algunas botellas por los jardines y de vez en cuando el mismo yonki que deambula bailando una canción que solo el  puedo escuchar. Lo único diferente es la buseta gris que permanece estacionada todas las madrugadas enfrente del que siempre a sido mi edificio.

Esa buseta se a ganado un lugar en mi corazón, se que es bastante superficial darle cariño a las cosas materiales, pero esa posición pasa a esta en un segundo plano cuando no tienes mucha gente a quien darle ese espacio que ocupan los treinta puestos, las cuatro ruedas y el motor. Se llama Lulu, es bella, es mi amiga, mi complemento. Ella me acompaña todos los días a cubrir mi ruta, bajar a Ciudad Guevara antes conocida como La Guaira, entre el grupo opositor lo llamábamos Guevara City por la ambigüedad de utilizar el ingles “imperialista” en algo “revolucionario”, es como una burla.

Mi ruta comienza en Capitolio, siempre espero media hora a que se llene la camionetica, pongo salsa brava para que la gente se monte mas rápido y  se sientan a gusto, lo que ellos no saben es que en el camino todo va a cambiar. Siempre e tenido en cuenta que la gente no se fija muy bien en el vidrio trasero de “Lulu”, una imagen en alto contraste de Jimi Hendrix con colores psicodélicos terminan de adornar la belleza de mi Camionetica. Creo que una de las cosas mas gratificantes que encuentro en la vida es ver la cara de shock de la gente cuando cambio de “Naty y su Orquesta” a “For Whom The Bell Tolls” de Metálica en pleno túnel Ezequiel Zamora en otros momento llamado   Boquerón 1, es algo aterrador escuchar esta canción justo en un túnel y mas cuando te dice que le des una mirada al cielo antes de morir porque va a ser la ultima ves que lo veas, nadie se atrevía a decirme nada, hace algunos años un muchacho me reclamo le dije:

–¿No te enseñaron a que el que maneja elije la música? Si no te gusta bájate.
–¿Que te pasa mamahuevo ? A mi tu no me hablas así.
– ¿Sabes como es la vaina, pedazo animal? , bájate de esta mierda o te parto esa cara a coñazos- le dije con cara de loco rabioso - ahora vas a saber que suena mejor Metálica o los carros rozándote la cara - se bajo y me fui.

Un día ya estaba llegando a el túnel, me preparaba para mi travesura, busque en mi MP3 y cambie drásticamente de El Gran Combo de puerto rico a Motor Head, siempre ponía de primero la canción mas fuerte para que la reacción de la gente fuera más desmedida. Luego de poner la canción sucedió algo que me sorprendió, una persona que yo había visto en algún lado comenzó a mover la cabeza de adelante hacia atrás, como diciendo SI, pero con mas fuerza, entendí que a el si le gusto el cambio. 

Al llegar al final del viaje, este pasajero se quedo de ultimo, era un hombre, alto algo fuerte, cabello raspado al ras, con una mirada de ira, distraída y desorbitada. Por un momento me asuste, luego pensé que no tenia nada que perder y no me importaba mandarlo a la mierda igual que ya había hecho con muchas personas. Este sujeto se me acerco y me dijo :

–¿Tu eres Juan Campos?
–Si, ¿Por qué? ¿Quién eres tu?
–Yo soy José Alberto, acuérdate, estudiamos juntos en la universidad.
–Ah verga, no te reconocí estas cambiado ¿Qué te paso?
–Son cuentos largos y no es el momento ni el lugar para contártelo, te invito a tomarte unos tragos conmigo y unos compatriotas en el bar Araguaney, ¿Sabes cual es?
–Si se pero nunca he ido ¿A que hora?
–A las cinco de la tarde.
–Bueno eso es dentro de tres horas, bueno quedamos así, voy a ir a surfear y en tres horas nos vemos.
–Esta bien nos vemos haya

Se fue sin despedirse, yo sabia que tenia que ir, de repente me consigo con gente interesante, con la que pudiera mantener una conversación agradable he interesante, que no tuviera que ver con motores de carros y mujeres desnudas. 

Surfee hasta las cuatro y media de la tarde, por lo menos mi sueño de surfear todos los días lo había cumplido, me seque y me dispuse a ir hasta el Araguaney un bar de los bohemios, pensadores, escritores y artistas. Este bar quedaba a unas cuantas cuadras de la playa los Cocos, justo donde antes estaba el restaurant chino  “Hong Kong del Caribe”. La gente que frecuentaba este bar era gente que vivía en la Ciudad Guevara, una ciudad que con el pasar de los años comenzó a atraer a intelectuales y artistas que soñaban con una vida de locuras como las de Armando Reverón.  

Era un lugar colorido, olía a salitre con cerveza  tenia paredes que simulaban ser coloniales pintadas de amarillo, las columnas eran blancas, las ventanas estaban empotradas formando asientos de cemento, mesas de madera con sillas que no eran iguales unas a las otras, por eso daba un aire de descuido que terminaba siendo acogedor, el lugar estaba a medio llenar. Encontré una mesa vacía, me senté y me dispuse a observar, había gente teniendo conversaciones que parecían interesantes, me moría por entrometerme en su discusión y dar mi opinión aunque fuera estúpida, pero había algo que me dejaba pegado a la silla.

Ya eran las cinco de la tarde y José Alberto no llegaba, no me molestaba porque me estaba distrayendo, el camarero apareció

– ¿Qué desea?
– No se, que ofrecen.
– Ya le traigo la carta – me dijo mientras rápidamente iba a la barra por algo – acá esta señor.

Leí la carta sin mucho apuro, pase la vista rápido y ya tenia en mente lo que iba a pedir desde antes que me trajeran la carta, quería joder un poco.

– Dame una cerveza y un trago de ron puro
– Solo tenemos cerveza importada.
– Bueno dame una de esas
– ¿Polar? – pregunto mientras anotaba en una libreta.
– Si, todavía se consigue la verde?
– No amigo, solo negra.
– Bueno dame esa ¿el ron si es de acá?
– Si tenemos Santa Teresa.
– Muy bien eso es todo – Después de dicho esto el muchacho se fue.

Seguí viendo el lugar, veía a la chica con boina azul era bella hablando con su compañera no tan bella en la barra del bar, a los de la mesa de al lado un negro alto que se movía con elegancia mientras hablaba con un hombre bajo que tenia el pelo peinado hacia atrás y su oreja se adornaba por una argolla por la que pasaba el humo que salía de el cigarro que sujetaba con su mano. Este ultimo se me hacia sumamente familiar y mas cuando estos personajes lanzaban de cuando en cuando miradas a mi mesa, eso me tenia un poco incomodo.