Qué bonita tradición: había que ser atentos con los Reyes, a los que debíamos la bendita ilusión del día siguiente, aquél con el que amanecíamos, como bien dices, con los zapatos y la cama llena de regalos. Aunque soy de la época en la que todavía conocí los últimos coletazos de 'la letra con sangre entra', no puedo negar que tuve una infancia feliz. Y las Navidades en general y la Noche de Reyes, en particular, eran siempre las mejores épocas del año. Gracias por tu comentario y un afectuoso saludo.