Reflexiones sobre la importancia de la comunicación para la educación: un ensayo temático.

En esta ocasión compartiré este ensayo que he realizado pensando en la docencia y la comunicación. Es un ensayo con un tono más académico que he preparado con base en mi estudio y reflexiones del tema así como también basándome en mis experiencias. Espero les guste.

La frase introducida a modo de epígrafe no es por mera convención estética para un producto escrito. Devela una profunda reflexión respecto a las actitudes y concepciones de las figuras partícipes del proceso educativo, propias de tendencias pedagógicas que pese a ser de antaño muchas siguen vigente.

Se refiere a la “educación bancaria”, es decir, a aquella caracterizada por la mera receptividad del educando, cuya figura pasiva también es desacreditada y desautorizada al punto de considerar inviable la posibilidad de pensar en el potencial de este para también participar activa y reconocidamente en los procesos de evaluación y en el enriquecimiento profesional y personal del docente, considerando el acto educativo como mutuo.

Precisamente, uno de los aspectos fundamentales relacionados con este asunto es la comunicación. La comprensión de lo que ésta significa en la educación conlleva a su respectiva valorización. Este proceso está íntimamente relacionado con nuestra humanidad y cultura, no solamente con nuestras habilidades y capacidades mentales, en tanto instanciación del lenguaje.

Es, si se quiere, un proceso básico pero a la vez complejo que es estudiado interdisciplinariamente para el éxito (o el fracaso) en muchos campos de realización humana. Lo estudian los literatos, publicistas, psicólogos, biólogos (en otras especies), los antropólogos, periodistas, comunicadores sociales, etc. Se practica como fenómeno diferenciado en instituciones como la familia, el matrimonio, las relaciones afectivas, relaciones interpersonales; en organizaciones, empresas, televisión, escuelas, comunidades, etc.

En la educación, la comunicación es también un proceso sobreentendido y quizá hasta en términos peyorativos. En la educación, concebir la comunicación amerita un ensanchamiento o reconstrucción de los modelos clásicos que definen la definen. Tradicionalmente, la comunicación se conceptualiza como un proceso donde hay un emisor, un receptor y un mensaje y, también un código y un canal; lo cual es en principio bastante acertado, minimalistamente hablando. Pero precisamente esta reducción caracteriza y avala los modelos pedagógicos de similar naturaleza, como el modelo transmisor.

La educación desde un modelo transmisor se concibe como “transmisión de conocimientos”, es decir, como un traspaso unidireccional de contenido y saberes del docente a los estudiantes que generalmente entiende como tabulas rasas o receptores. A esto recuerda la disposición corriente de la clase, donde el docente se coloca frontalmente y los estudiantes escuchan.

Aquí se evidencian esos elementos del modelo tradicional: hay un locutor (el docente), unos receptores (estudiantes) y un mensaje (contenido). La comunicación en este modelo pedagógico es unidireccional, en un sólo sentido, pues es el docente quien sabe y transmite sus conocimientos a los estudiantes quienes solo actúan en calidad de escuchas.

Precisamente, las críticas sobre este modelo pedagógico-comunicativo que hace Paulo Freire. Para él:

Es una relación de mutualidad y coparticipación en el acto de comprender la significación de significados. Esto amerita una modelación más amplia del proceso comunicativo, reconociendo la alteridad de papeles de las figuras de emisor y receptor, pero también en la horizontalidad en la participación.

De todo esto se desprende, por tanto, que todo acto educativo es un acto comunicativo. No existe únicamente la intencionalidad informativa en la educación, sino intencionalidad comunicativa. Entendida de este modo, la educación sería un acto de formación recíproca entre estudiantes y docentes, lo cual necesita ser repensado, reflexionado y aceptado especialmente por estos últimos, pues son los más responsables en esta condición de asimetría en el diálogo, por los tradicionalismos instituidos y por la también facultad de poder asociado a esta figura.

Como se aprecia, la comunicación es sumamente importante para la docencia, dado que bien entendida contribuirá a la ruptura de paradigmas pedagógicos anacrónicos, rígidos e injustos. El caso de la docencia universitaria, este enfoque de comunicación es más apropiado para prácticas constructivistas y humanistas. Promueve la participación, el diálogo, la construcción colectiva de conocimientos.

Asimismo, la comunicación es un recurso poderoso para el docente. Con ella, él no solo informa y transfiere, también escucha y recibe, bien sea para evaluar el proceso, evaluarse a sí mismo. Se entera de las complejidades asociadas al hecho educativo que sólo conoce parcialmente sino ejerciera una comunicación efectiva y crítica.

Puede, entonces, considerar al estudiante como persona, que tiene necesidad de comunicar, que posee saberes previos, intereses, disgustos, sentimientos, problemas personales o virtudes personales, que tiene preferencias por lo desarrollado o incomodidad por lo desarrollado, que tiene o no sentido de vocación, valores, experiencias, etc, en fin: puede conocer mejor a sus maestros estudiantes.

El docente puede hacer uso de la comunicación efectiva para asegurarse el respeto y consideración de sus estudiantes; para la planificación de estrategias de aprendizajes efectivas de sensibilización, reflexión, persuasión; para dar el ejemplo en la promoción de las buenas relaciones humanas entre los estudiantes, la cohesión de los grupos de trabajo, etc.

La comunicación es, por tanto, una herramienta útil profesionalmente, pues recuerda el buen ejercicio de las relaciones interpersonales dentro de la comunidad de desempeño, como también en cualquier espacio y campo de realización. Con su uso, podemos disminuir o aumentar las incertidumbres innecesarias y latencias a problemas, mejorar o empeorar la presentación e imagen propia ante los demás; todo dependerá si sabemos comunicarnos y con qué efectividad.

Por su puesto, todo esto aplica a la vida personal. Somos seres ciento por ciento sociables, cuyo sentido de socialización es definido por nuestra capacidad de comunicarnos con los demás y de depender de ello.

Con la comunicación exteriorizamos nuestra subjetividad e invadimos la subjetividad del otro, de la otra. Entramos en contacto con la psique de nuestros comunes. Ella podemos hacerla manifestarse con toda espontaneidad, demostrando quiénes somos realmente nosotros y lo que realmente querríamos entonces comunicar. Podemos usarla asertivamente, cuando queremos calar en lo que deseamos comunicar y lograr; podemos utilizarla agresivamente cuando no respetamos límites ajenos y quizá tampoco límites propios. Podemos utilizarla para construir nuestra dimensión personal percibida.

Como humanos tenemos muchos roles. Como padres, la comunicación nos sirve para ayudar a los hijos en su desarrollo personal. Les enseñamos-comunicamos herramientas para su desenvolvimiento diario. Con nuestra pareja, a mantener una relación sentimental estable y perdurable que permita una satisfacción mutua.

Con los amigos, la comunicación es clave para poder hacerlos “amigos” y no solo conocidos o compañeros. La proximidad manifestada en la comunicación con las demás personas es lo que permitiría hacerlas amigas, conocidos o hasta enemigos. Todo esto por supuesto, hablando de “buena comunicación”, puesto que también se consiguen resultados contrarios por el uso inefectivo e indiscriminado de la comunicación.

La comunicación, por tanto, es vital para un desenvolvimiento exitoso en las relaciones humanas, desde nuestro trabajo como docentes, en plena compañía en interacción con colegas y estudiantes, en cualquier escenario profesional con trabajos comunitarios, con la diplomacia de los canales regulares, etc.

Nos sirve para reflexionar en nuestras prácticas pedagógicas y actitudes respecto a la posibilidad de dialogar y aprender modestamente de nuestros estudiantes; y, naturalmente, también es vital para nuestro desenvolvimiento personal, para garantizar nuestra coexistencia con los demás; con la familia, pareja, amigos y semejantes.