EL ERROR DE ALGUNAS PERSONAS QUE CONFUNDEN EL MIEDO Y EL PESIMISMO CON UNA CUALIDAD O VIRTUD
Hola Buenos Días; en estos momentos les traigo un fragmento del libro EL COMBATE ESPIRITUAL del P. LORENZO SCÚPOLI el cual iré dando mi punto de vista y criterio ante la vida actual en Venezuela
Sucede que hay un error muy común que consiste en creer que es virtud, buena cualidad el desanimarse, desalentarse, dejarse vencer por la tristeza y el pesimismo cuando se comete alguna falta. Pues en estos casos casi siempre sucede que la amargura que se siente por haber pecado no proviene mayormente del dolor de haber ofendido y disgustado a Dios, sino que el orgullo ha quedado herido al constatarse la propia miseria y debilidad, la confianza que se tenía en las propias fuerzas y capacidades para resistir al mal, falló totalmente.
Peligro propio de gente orgullosa. Ordinariamente las almas presuntuosas que se creen más capaces de ser buenas de lo que en realidad son, no les dan la debida importancia a los peligros que les van a llegar y a las tentaciones que les pueden venir, luego al caer en alguna y reconocer por amarga experiencia cuán grande son su miseria y su debilidad, se maravillan y se afanan por su caída como si se tratara de cosa nueva y rara, porque ven derrumbado por el suelo el ídolo del amor propio y de la falsa confianza en sí mismas en lo cual imprudentemente habían puesto su esperanza, y demostrando que son almas que más ponían la confianza en sus propias fuerzas que en la ayuda de Dios, se dejan llevar por la tristeza, el desánimo y hasta pueden llegar a la desesperación.
“Actualmente en Venezuela la desesperanza, la depresión es fácil de incrementar una venezolano puede llegar a suicidarse al ver que su derrota ha llegado; ver que no consigue como alimentarse, como vestirse, ya no siete amor propio, no encuentra un razón para vivir; algo que le maraville”
ALGO QUE NO SUCEDE A LOS HUMILDES
Esto no sucede a las almas verdaderamente humildes que no ponen su confianza en las propias fuerzas o capacidades para resistir al mal, sino únicamente en la ayuda y en la bondad de Dios, porque cuando caen en alguna falta, aunque sienten gran dolor de haber ofendido al buen Dios, haber manchado su alma y haber hecho daño a los demás, no se maravillan, ni se inquietan, ni se desaniman,
pues muy bien conocen que su caída es un efecto natural de su espantosa
debilidad y de la impresionante inclinación que su naturaleza siente hacia el mal.
Estas almas repiten lo que decía aquella santa antigua: "Todo lo temo de mi
malicia, de mi debilidad y de mi inclinación al mal. Todo lo espero de la
bondad y de la misericordia de Dios". Cada día constatamos el combate entre la
debilidad humana y la omnipotencia de Dios.
En verdad que se cumple lo que dicen los santos: "La humildad produce
tranquilidad". De lo único propio de lo cual el humilde está seguro es de su
debilidad. Pero se conserva alegre si al mismo tiempo vive seguro de que la bondad de Dios nunca lo abandonará. "Yo nunca te abandonaré", dice el Señor varias veces en la Sagrada Escritura.
Con razón un director espiritual le dijo a alguien que le pedía un consejo: "No
eres más santo porque no eres más humilde".
Como los tres jóvenes en el horno (de los cuales nos habla el profeta Daniel), tenemos que decir: "Señor: hemos pecado. Por eso con toda justicia nos han llegado tantas humillaciones".
San Agustín cuando recordaba los terribles y tan numerosos pecados de su vida
no se dedicaba a lamentarse o desanimarse sino a proclamar la maravillosa
bondad de Dios que lo supo perdonar.
“Una persona que lo ha tenido todo; de pronto lo pierde todo, y llega a pensar que que es un castigo; si antes andaba en carro propio de lujo; hoy anda en bus de pasajero por la simple razón que no pudo como mantener el vehiculo o porque tuvo a venderlo por las deudas; y entonces piensa que eso es una humillación venida del cielo”
EL ERROR DE ALGUNAS PERSONAS QUE CONFUNDEN EL MIEDO Y EL PESIMISMO CON UNA CUALIDAD O VIRTUD
Hay un error muy común que consiste en creer que es virtud, buena cualidad el
desanimarse, desalentarse, dejarse vencer por la tristeza y el pesimismo cuando se comete alguna falta. Pues en estos casos casi siempre sucede que la amargura que se siente por haber pecado no proviene mayormente del dolor de haber ofendido y disgustado a Dios, sino que el orgullo ha quedado herido al constatarse la propia miseria y debilidad, la confianza que se tenía en las propias fuerzas y capacidades para resistir al mal, falló totalmente.
Peligro propio de gente orgullosa. Ordinariamente las almas presuntuosas que se creen más capaces de ser buenas de lo que en realidad son, no les dan la debida importancia a los peligros que les van a llegar y a las tentaciones que les pueden venir, luego al caer en alguna y reconocer por amarga experiencia cuán grande son su miseria y su debilidad, se maravillan y se afanan por su caída como si se tratara de cosa nueva y rara, porque ven derrumbado por el suelo el ídolo del amor propio y de la falsa confianza en sí mismas en lo cual imprudentemente habían puesto su esperanza, y demostrando que son almas que más ponían la confianza en sus propias fuerzas que en la ayuda de Dios, se dejan llevar por la tristeza, el desánimo y hasta pueden llegar a la desesperación.
ALGO QUE NO SUCEDE A LOS HUMILDES
Esto no sucede a las almas verdaderamente humildes que no ponen su confianza en las propias fuerzas o capacidades para resistir al mal, sino únicamente en la ayuda y en la bondad de Dios, porque cuando caen en alguna falta, aunque sienten gran dolor de haber ofendido al buen Dios, haber manchado su alma y haber hecho daño a los demás, no se maravillan, ni se inquietan, ni se desaniman, pues muy bien conocen que su caída es un efecto natural de su espantosa debilidad y de la impresionante inclinación que su naturaleza siente hacia el mal. Estas almas repiten lo que decía aquella santa antigua: "Todo lo temo de mi malicia, de mi debilidad y de mi inclinación al mal. Todo lo espero de la bondad y de la misericordia de Dios". Cada día constatamos el combate entre la debilidad humana y la omnipotencia de Dios.
En verdad que se cumple lo que dicen los santos: "La humildad produce
tranquilidad". De lo único propio de lo cual el humilde está seguro es de su
debilidad. Pero se conserva alegre si al mismo tiempo vive seguro de que la bondad de Dios nunca lo abandonará. "Yo nunca te abandonaré", dice el Señor varias veces en la Sagrada Escritura.
Con razón un director espiritual le dijo a alguien que le pedía un consejo: "No
eres más santo porque no eres más humilde".
Como los tres jóvenes en el horno (de los cuales nos habla el profeta Daniel),
tenemos que decir: "Señor: hemos pecado. Por eso con toda justicia nos han
llegado tantas humillaciones".
San Agustín cuando recordaba los terribles y tan numerosos pecados de su vida
no se dedicaba a lamentarse o desanimarse sino a proclamar la maravillosa
bondad de Dios que lo supo perdonar.
Lo que indica que la humildad es parte es la ayuda del cristiano para afrontar las vicisitudes en la que enfrenta el venezolano;