2 Cuentos Cortos, 1 Género [De mi autoría]
Nervios de pie
Subí al bus y me ubiqué en el asiento tras el conductor. Minutos después subió un hombre, al que le calculé cinco años mayor que yo, y se sentó a mi lado, tenía un aspecto extraño: la ropa sucia y lleno de tierra, le detectaba una actitud sospechosa, como si quisiera robar a todos los pasajeros del bus o sólo a mí. Sin que yo diera pie a nada me hizo comentarios sobre las estudiantes de secundaria que iban de pie haciendo teniendo conversaciones ilógicas y llenas de risas escandalosas. Aunque hubo algo que me dejó helado, dijo:
—Yo estudié en ese colegio, pero no era así de vago como esas estudiantes —hizo una pausa—. Me fui de ahí, bueno, la verdad me expulsaron... —y continuó diciendo algo que ya no pude oír porque mis nervios se fueron incrementando, pareció notarlo. Lo miré y él repitió—: por intento de homicidio, por eso me expulsaron.
Mi corazón se detuvo por segundos. Comencé a mirarlo a ver si notaba algún armamento. El sudor en mi frente comenzó a aparecer, mis manos estaban teniendo espasmos, la boca de mi estómago se contrajo y mi garganta se secó en poco tiempo y sin siquiera pronunciar ninguna palabra ¿Quién diablos se había sentado a mi lado? De pronto él hizo un movimiento atípico, la adrenalina corrió por todo mi cuerpo y rápidamente tomé la pluma de metal que tenía en el bolsillo de mi camisa y lo clavé en su cuello.
Lo que recuerdo ahora del momento es gente gritando, otros golpeándome insultos, el olor a hierro mezclado con el del bolígrafo sobre mis manos y finalmente el «cliq» de unas esposas. Dijeron que solo fue paranoia.
La cita menos deseada
Sentada en el banco de cemento agrietado, en la solitaria plaza del centro de la ciudad, se le notaban los nervios por esperar tanto el momento. Su anhelada cita llegaría.
Mientras esperaba rememoró con cariño el inicio de todo. Él la había agregado a esa red social. Ella lo aceptó sin importar que su información personal fuera revisada por un total desconocido. Luego comenzaron las simples conversaciones: un cómo estas, qué haces, qué tal te fue. Y, por desgracia, ella comenzó a sentirse querida por aquel completo desconocido. Él comenzó a darle lo que necesitaba en su corta vida, con apenas dieciséis años, atención.
Ella acababa de salir de una relación hacía tres meses, sintió que no tenía nada malo conocer a alguien que, virtualmente, había visto por fotos. Quizá eso le terminaría de sacar los malos recuerdos vividos en su último romance y podría darle paso a algo nuevo, y así sería.
Media hora había pasado y su cita no aparecía. Miraba de un lado a otro buscando en las personas que pasaban la descripción que le había dicho: camiseta naranja y pantalón azul. Nada. Vio pasar un señor con su perro. Luego una niña con su madre. Después nada. Nadie. Sentía como la ciudad comenzaba a quedar sola un sábado al medio día.
De pronto una mano apareció por detrás de su hombro derecho, otra por su costado. La primera le tapó la boca y nariz con un pañuelo negro húmedo, la otra pasó por debajo de sus senos, haciendo presión hacia un cuerpo extraño. Solo hubo quejidos ahogados que nadie oyó. Segundos después solo habló el viento rastrillando las hojas secas por el suelo.
Una zapatilla azul con negro, un pañuelo con formol y fibras de un guante de herrero serían las únicas pistas para el expediente de un futuro caso. Lo lastimoso es que ella nunca pudo ver el rostro de su verdadero amado.
Estos dos cuentos que acaban de leer son de mi autoría, forman parte de una colección de cuentos breves que subí hace tiempo en la plataforma de Wattpad llamada Siempre pasa, donde encontrarán Nervios de pie y La cita menos deseada además de otros de distintos géneros.
✓ Recuerda seguirme @jorgesuarez si deseas leer contenido similar.
✓ Sí al reestem.
✓ Comenta si te gustó.
✓ Vota para apoyar