UN BESO EN SAN VALENTÍN | Novela romántica. Parte FINAL
Febrero es un mes ideal para las bodas y las fiestas gracias a la magia que aporta el día de San Valentín, pero también puede ser un mes lleno de estrés y preocupaciones. Disfruta de esta romántica historia de amor que estuvo a punto de morir por culpa de San Valentín.
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Capítulo 13.
La amplia terraza del hotel se había engalanado para la ocasión. La entrada estaba adornada con dos enormes cisnes que se acercaban para darse un beso, dejando un portal con forma de corazón. Del techo colgaban decenas de luces de colores y de estrellas y corazones bañados con purpurina. A lo largo se habían armado varios escenarios ideados para realizar diferentes actividades y juegos amorosos. Cámaras de televisión estaban instaladas por doquier y al final, asentaron la tarima que recibiría a los grupos musicales invitados para amenizar esa noche. Tras ella se hallaba una zona de picnic rodeada de carpas coloridas que ofrecían venta de comida y mercancía alusiva al evento.
Cientos de personas se movían de un lado a otro dando los últimos toques al decorado o revisando el funcionamiento de los equipos de audio o de las cámaras de televisión. Una radio juvenil, así como una televisora local, eran los encargados de dirigir aquella ceremonia, de organizar los juegos y las actividades y de la presentación de los grupos de música.
Jessie se sentía intimidada dentro de aquel lugar. Había demasiado rosa, demasiados corazones y demasiada purpurina encandilando sus ojos. No era una mujer poco romántica, solo que odiaba los excesos, además, la situación que atravesaba la hacía sentirse fuera de lugar. Su drama opacaba la alegría romántica que flotaba en el aire.
Se llegó al área exclusiva para los artistas y personalidades de importancia donde se instalaría el Candy Bar que a Ethan le tocaba llenar con sus postres. Ya él había llegado y terminaba de descargar las cajas con los aperitivos, solo faltaba organizarlos en los artilugios que habían decorado con los artes que ella elaboró.
Se apresuró y comenzó a arreglar la mesa, ese creía que era el trabajo que Ethan le había exigido que realizara. Ubicó en lugares estratégicos el carrito tipo kiosco fabricado en maderas delgadas, el tiovivo, las bases para pastelillos y los porta chupetines; luego comenzó a llenarlos con los postres que ellos habían llevado de la cafetería antes de terminar el decorado con otros artes que ella había preparado.
Ethan la vio cuando dejaba una caja con cupcakes sobre una mesa auxiliar. Ambos compartieron una mirada ansiosa, que duró más de lo que habían deseado, pero se controlaron para culminar con su compromiso. Él dirigió a los chicos que lo habían acompañado para que terminaran de armar la cadeneta de globos que rodearía la mesa y colgaran del techo las letras que componían la palabra «Amor», que había mandado a realizar en cartón grueso rellenándolas con imágenes de parejas enamoradas.
Se había esforzado por invertir en un decorado vistoso y de calidad que atrajera la atención de futuros clientes y de nuevo había acertado, porque eran muchos los que se acercaban preguntando por sus servicios y alabando el trabajo de diseño.
Una par de horas después, luego de culminar la instalación del Candy bar y mostrársela al cliente recibiendo decenas de agradecimientos y felicitaciones, comenzaron a recoger el material sobrante para retirarse. Dentro de poco iniciaría la fiesta.
Jessie conversaba con un par de mujeres, asistentes al evento, interesada en los artes. Ethan se acercó a ellas y, luego de saludar de forma cordial, pidió permiso para llevársela a un rincón poco poblado en los alrededores de la tarima principal para hablar.
—Todo quedó genial —dijo ella con inseguridad buscando romper el tenso silencio que se habían instalado entre ellos.
Ethan respiró hondo y le dedicó una mirada cálida antes de responderle.
—Gracias por haber venido.
—Era mi responsabilidad, ¿no? —alegó la chica recordando la exigencia que él le había hecho por teléfono durante la mañana.
—En realidad, no. Te mentí para obligarte a venir.
Jessie lo observó con atención, conmovida por sus palabras.
—No tenías que obligarme a nada. Con solo pedirlo hubiera bastado. Quería verte.
Él arrugó el ceño.
—Pensé que te negarías. Por lo ocurrido la última vez…
Ella negó, paseando su mirada incómoda por los alrededores, esforzándose por retener las lágrimas en sus ojos. Recordar el momento en que vio a otra mujer a punto de besarlo la llenaba de miedos y penas.
—Jessie, yo…
—No quiero ser una carga para ti —alegó, interrumpiéndolo. Ethan puso los ojos en blanco, sabiendo que aquello era lo que su hermano le había metido en la cabeza—. Sé que no quieres estabilidad, ni hijos, porque piensas que aún no tienes nada qué ofrecer, pero te aseguro que yo no busco un hombre que me construya un mundo, solo uno con el que pueda disfrutar el mundo que yo misma estoy creando.
Él se llenó los pulmones de aire y sonrió con admiración.
—Sé que eres perfectamente capaz de sostener tu vida, créeme que lo que ha estado ocurriendo no tiene nada que ver con alguna frustración o con algún pensamiento machista. El tema de los hijos no es porque no desee estabilizarme contigo, eso lo quiero con todas mis fuerzas, si no te lo he propuesto es porque aún nos estamos conociendo y encauzando nuestras carreras. No quiero presionarte para no perderte.
Ella se mordió los labios.
—Mi abuela es muy intensa y cree que está a punto de morir —continuó—, por eso insiste tanto sin pensar en lo que nosotros deseamos. Claro que quiero hijos, Jessie, y espero tenerlos contigo —confesó, observándola con anhelo—, pero apenas estamos en el primer tramo de nuestra relación y no estoy dispuesto a equivocarme y afectar lo nuestro solo por caprichos.
La chica sintió la vergüenza bullir en sus mejillas y bajó el rostro, pero él enseguida lo subió sosteniéndole la barbilla con un dedo.
—Te amo, de una forma que no puedo explicar, pero ya no soy un muchacho.
—Yo solo creí… —dudó, arrepentida—. Gary me dijo…
—Gary está pasando por una situación muy difícil y mezcló nuestros problemas con los suyos. Ese asunto del miedo por no tener nada que ofrecer es un tema de él, no mío.
—¿Ese es el conflicto que tiene con su esposa?
Ethan comprimió el rostro en una mueca de desagrado.
—Es más complicado que eso, pero es lo que a él más lo atormenta.
—Entonces… —quiso exponer Jessie, recordando el tema de la mujer que estuvo a punto de besarlo.
Ethan pudo traducir las expresiones de su rostro y se lo rodeó con ambas manos para exigir de ella toda su atención.
—Yo no quise besar a esa mujer ni iba a permitirle que ella me besara, pero no quería ser brusco. Hoy nos reunimos y ella se mostró bastante apenada. Fue con su novio y con un hermano, quizás, para evitar que yo pensara que pretendía acosarme. Lo que pasó ese día fue culpa del alcohol y de una maldita mala suerte. Es todo.
—Pero, tú la defendiste —se quejó.
Él se sintió incómodo y apretó la mandíbula para controlar el enfado mientras le acariciaba el rostro con dulzura.
—Cometí un gravísimo error y por eso sí te pido disculpas. Soy nuevo en todo esto, como empresario y como novio. No sé cómo tratar con mis clientes para complacerlos y al mismo tiempo ponerles un límite para que no se aprovechen de mí. Fíjate como en estas últimas dos fiestas me exigieron hasta exprimirme sin poder decirles que no por miedo a perder el contrato. Pero no puedo seguir así, no solo por mí, sino porque arrastro con esos errores a los empleados, a quienes les termino exigiendo más de lo que acordamos, y dejo de lado a la gente que amo —reveló con tristeza. Ella no pudo evitar acariciarle la mandíbula sintiéndose conmovida por sus palabras—. Además, mis relaciones pasadas fueron todas momentáneas, nada que quisiera mantener en el tiempo. —La vio con fijeza, arropándola con su mirada decidida—. Contigo es diferente, lo que palpita aquí —se señaló el corazón—, es más fuerte de lo que puedo describir, pero eso no me hace perfecto, al contrario, me llena de inseguridades y hace visible mis torpezas.
—Tú no eres torpe —alegó ella dejando escapar de sus ojos una lágrima de felicidad.
Ethan la limpió pudiendo regocijarse con la suave textura de su piel.
—Lo soy, por eso podría perderte.
—¿Perderme?
Él se apretó los labios para controlar los celos.
—Marie me habló de Oswald.
El rostro de Jessie perdió toda su coloración.
—¿Qué?
—Fui a tu trabajo y la recepcionista me confirmó su existencia. ¿Quién es él?
—Nadie —se apresuró por responder ella.
—Pero, Marie me dijo…
—No tuve que confiar en ella —expresó Jessie para sí misma, furiosa por la traición de su hermana.
Se dio media vuelta para calmar la ira que la embargó, pero Ethan la tomó de un brazo para obligarla a encararlo.
—Háblame de él. Solo dime qué ocurrió. Confía en mí, puedo manejarlo.
Jessie negó con la cabeza.
—Él es un compañero de trabajo que ha coqueteado conmigo desde mucho antes de que te conociera, pero a quien nunca le he prestado atención hasta el día después de que te vi con otra mujer entre los brazos, una que antes había coqueteado contigo y a quien no le pusiste límites.
Ethan se tensó haciendo que su mirada se oscureciera. Abrió su chaqueta, echándola para atrás para poder apoyar sus manos en las caderas, como si se preparara para recibir el golpe final.
—¿Él fue tu venganza?
—¡No me vengué de nada! —respondió enfadada por la desconfianza—. Sentí que dejabas puertas abiertas a otras posibles relaciones y la mía la medio cerrabas para evitar que te exigiera estabilidad por el tema de los hijos. Solo… sentí mucha rabia y quise hacer lo mismo.
—¿Dejar una puerta abierta?
Ella suspiró con fatiga antes de responderle.
—Sí, solo eso. Él lleva meses pidiéndome una cita y yo le he negado hasta el habla. Ese día le di a entender que algún día podíamos hacerlo, pero no me atreví a más. Eso fue lo que le conté a Marie: ¡mi rabia por no poder actuar igual que tú! Lo que en conclusión me dejaba como una perdedora y una…
No pudo continuar con su explicación porque Ethan le había encerrado el rostro entre sus manos y se apoderó de su boca de forma arrolladora.
La besó con urgencia, chupando sus labios e introduciendo su lengua para atrapar toda su esencia. Se hundió más y más, perdiendo la capacidad de respirar y de pensar mientras sus labios y lenguas danzaban en un baile interminable.
Jessie tuvo que apartarse un poco dejando su frente pegada a la de él, para recuperar el aliento. Las lágrimas le bañaron las mejillas humedeciendo los dedos de Ethan, quien gemía por las poderosas emociones que le produjo el beso.
—Ethan… —suspiró, pero él la silenció posando los dedos en sus labios hinchados.
—Pensé que te había perdido.
Ella negó con la cabeza.
—Te amo demasiado. Si me hubieras dejado, no sería capaz de reiniciar una relación enseguida. Vas a causarme una gran herida.
—No pienso herirte. —Se irguió para poder mirarla a los ojos. Los suyos estaban húmedos por la ternura y el deseo, ahogados por el amor—. Eso me mataría.
Aquella reconciliación estaba siendo tan intensa para ambos, que de momento olvidaron que se hallaban en un sitio público y con el personal de la cafetería esperando por ellos en el estacionamiento para marcharse.
Las luces de la tarima principal se encendieron, apagándose las de los alrededores y activando una lámpara de focos led giratoria que desprendía rayos de colores con forma de corazones.
Ethan la miró con ternura, viendo como su cuerpo era bañado por esas figuras.
Comenzó a sonar una versión moderna del tema Time in a bottle, de Jim Croce, que al hombre le hizo sonreír por estar muy en consonancia con lo que sentía en ese momento.
Si pudiera guardar tiempo en una botella
La primera cosa que me gustaría hacer
Es guardar cada día
Hasta que la eternidad se desvanezca
Solo para pasarlos contigo.
Volvió a besarla, pero esta vez con suavidad, degustándose con su sabor dulce y disfrutando de los enérgicos latidos que retumbaban en su corazón al confirmar que ella seguía siendo tan suya, como él lo era de ella.
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