UN BESO EN SAN VALENTÍN | Novela romántica. Parte 2
Febrero es un mes ideal para las bodas y las fiestas gracias a la magia que aporta el día de San Valentín, pero también puede ser un mes lleno de estrés y preocupaciones. Disfruta de esta romántica historia de amor que estuvo a punto de morir por culpa de San Valentín.
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Capítulo 2.
La noche del sábado, Ethan estaba a punto de enloquecer. Ese día era la fiesta de ascenso y premiación de un diario de gran demanda local, donde su servicio de cáterin debía lucirse para ganar publicidad gratuita. La furgoneta que había alquilado ya había salido con la mayor cantidad de los pedidos, solo faltaban unas cajas de red velvet cheesecake, el postre más famoso de su negocio y la estrella de aquella fiesta, pero su auto había elegido esa noche quejarse por la falta de mantenimiento impidiéndole que cumpliera su cometido.
La gran cantidad de trabajo que había tenido ese día lo hizo olvidarse de pequeños detalles, como el hecho de mantener a tono su vehículo y el haber dejado su cuadernillo de recibos en su departamento.
Se esforzó por olvidar la frustración que sentía para pensar en una solución. Tomar un taxy era riesgoso, esos autos eran pequeños y las cajas irían muy apiladas, corriéndose el riesgo de dañar el producto. Si no llegaba al lugar donde se realizaría la ceremonia con sus postres en buen estado, fallaría en su intención de ofrecer un servicio de calidad.
Repasó mentalmente su lista de amistades y los vehículos que poseían para determinar a quién podría pedirle auxilio, estando en eso llamó a Jessie, con quien había planificado una cita esa noche para ir a cenar. Le solicitaría a la chica que buscara el cuadernillo de recibos en su casa y se vieran en el edificio donde se realizaría el evento del diario, ya que le quedaba de paso, así cerraba su negocio y luego irían juntos a comer. Con eso resolvería uno de sus problemas.
Para su suerte, Jessie no solo aceptó socorrerlo con el tema del cuadernillo, sino que le informó que Donovan, el novio de Marie, esa noche tenía a su cargo la camioneta pick up de su amigo porque a primera hora del día siguiente debía viajar a Queen para llevar un encargo. Habló con el joven y este aceptó darle un aventón para entregar los pasteles.
Ethan respiró hondo, sintiendo alivio por haber resuelto ambas dificultades antes de lo previsto y se sentó en la trastienda de la cafetería a relajar los nervios.
A los pocos minutos, llegó Donovan, pero no había ido solo, sino acompañado por Marie.
Los dos ayudaron a Ethan a subir la mercancía en la camioneta y enseguida se pusieron en marcha. Durante el viaje, Donovan se mostró bastante hablador. No paraba de quejarse sobre la difícil vida que se producía en las grandes metrópolis, donde había tanta competencia laboral que tu trabajo no era bien valorado. Eso le despertó el interés por irse a una ciudad menos poblada, donde consiguiera mejores oportunidades de empleo. Ethan intentaba asesorarlo, pero el tema encrespaba a Marie. La chica, apenas tuvo la ocasión, se metió en la conversación para discutir con el chico sobre esa mala idea de marcharse sin nada en los bolsillos, durmiendo a la intemperie y comiendo con las pocas monedas que pudieran hacer durante el día. Aunque tuviera apenas veintiún años, esa situación tan inestable le producía ansiedad y la hacía sufrir de ataques de pánico.
El camino se convirtió en un tortuoso debate de pareja, donde los implicados aprovecharon la ocasión para reclamarle al otro los errores que venían acarreando desde que se habían conocido y les resultaban desagradables.
Ethan estaba furioso por verse en medio de aquella contienda, sobre todo, por estar obligado a intervenir. El reducido espacio le impedía dar privacidad a la discusión e ignorar el manoteo que se generaba entre los novios y amenazaba con convertirse en golpes intencionados.
Jessie, por su parte, había llegado al departamento de Ethan y utilizó la llave que él en una ocasión le había facilitado para entrar. Ahogó un grito al encontrar en la sala a Gary en pijama y con los pies descalzos sobre la mesa de centro mientras veía la televisión. Entre risas nerviosas el hombre le explicó que se estaba quedando allí porque había tenido una altercado con su esposa en casa.
Ella asintió, algo incómoda, y se disculpó con él para ir a la habitación de Ethan en busca del cuadernillo de recibos. Mientras hurgaba en los cajones escuchó que tocaban el timbre y Gary abría. Oyó que su cuñado conversaba con una mujer, justo en el momento en que ella había hallado el cuadernillo y lo guardaba en su cartera.
Por estar concentrada en su tarea no se había percatado que en la sala se gestaba una discusión. Al salir, vio que la recién llegada reñía sacudiendo un dedo acusador frente a la cara de Gary, como si le estuviera recitando una lista de advertencias. Supuso que era la esposa, pero desde que había iniciado la relación con Ethan, él jamás la había presentado a su familia. A Gary lo conocía porque se lo encontraba a diario en la cafetería, pero aquella era la primera vez que veía a su esposa. Por eso, la mujer tampoco la reconoció y al verla, se aterró.
—¿Quién es esta? —preguntó la morena alta de cabellos largos con desprecio y repasó a Jessie de pies a cabeza.
Ella se molestó por el tono que había usado, pero se quedó callada esperando que su cuñado respondiera.
Gary, sin embargo, por suspirar hondo demostrando que la situación lo superaba, no tuvo tiempo de aclarar la duda antes de que su mujer sacara sus propias conclusiones.
—¿Por eso viniste al departamento de Ethan? ¡¿Para tener una amante?!
La acusación empalideció el rostro de Jessie y enrojeció el de Gary, quien enseguida se enlazó en un debate aireado con su esposa ignorando la presencia de Jessie.
—¡Yo no vine aquí! ¡Tú me echaste de casa!
—¡¿Cómo no hacerlo, si era imposible vivir contigo?!
—¡¿Y crees que vivir contigo es como visitar un parque de diversiones?!
La mujer gruñó con tanta furia que asustó a Jessie. Por eso ella se marchó de aquel lugar sin que ellos lo notaran para dejarlos solos, haciéndose oídos sordos a los llamados desesperados de la mujer que exigía su presencia para aclarar su identidad.
Mientras tanto, dentro del vehículo donde iba Ethan, la riña entre novios terminó cuando el sonido de unas sirenas de policía se escuchó tras ellos. Él se pasó una mano con ansiedad por los cabellos para controlar los nervios. Eso lo atrasaría.
Luego de perder un valioso tiempo con los oficiales, se hizo responsable de la multa y del regaño de los policías para poder retomar el camino cuanto antes. El cliente lo llamaba y a él le enfadaba fallarle.
Un tenso silencio se instaló dentro de la camioneta cuando lograron retomar el camino. Para su tranquilidad, no ocurrió otro inconveniente hasta que llegaron al edificio donde se celebraba el evento del diario.
Con rapidez hizo la entrega de los pasteles y salió al exterior pretendió despedir a Donovan y a Marie para así esperar a Jessie en soledad, sin tener que soportar más discusiones. Sin embargo, halló a la pareja descosiéndose a los gritos en plena calle.
La rabia estaba a punto de dominarlo, pues uno de los encargados del evento comenzó a ver con preocupación en incidente. Él pidió disculpas y se dirigió a ellos para halarles las orejas y alejarlos de allí, ya que temía que aquello afectara la valoración que el cliente pudiera hacer de su servicio, pero, justo cuando llegaba al sitio donde se encontraban, Donovan subió a la camioneta y se marchó abandonando a Marie.
La chica, al verlo alejarse con rapidez, desató un vendaval de lágrimas y se sentó en la acera.
—¿Qué ocurrió? —quiso saber Ethan aproximándose a ella y levantándola del suelo para tranquilizarla.
—¡Se fue! —berreó la joven en medio de sollozos—. ¡Donovan me dejó! ¡Me dijo que se iría sin mí! ¡Que no me soportaba! —gritó antes de caer sobre el pecho de su cuñado y llorar de forma escandalosa.
La gente que pasaba por el lugar los observaba con extrañeza y algunos con desaprobación, quizás creyendo que ella lloraba por culpa de él. Ethan apretó la mandíbula y abrazó a la chica mientras se alejaba. No quería que su cliente se enterara del conflicto.
Tomó un taxy y por el camino llamó a Jessie para relatarle lo ocurrido. Su novia le contó que salía de su edificio luego de dejar a Gary y a su esposa envueltos en una dramática pelea que le puso los nervios de punta.
A pesar de su inquietud, Jessie le rogó a su novio que no llevara a Marie al departamento aún, porque allí podría estar Donovan haciendo sus maletas. Y no se equivocó. Cuando entró en su casa encontró al chico recogiendo con enfado sus pertenencias mientras se quejaba por el comportamiento obsesivo de Marie, que no sabía respetar su posición como hombre de la casa.
La chica estaba a punto de estallar por la indignación, pero prefirió no hacer ningún comentario para que él no perdiera más tiempo y se fuera cuánto antes. Desde que ellos habían llegado a su departamento le molestó su actitud arrogante y autoritaria, y el mal trato que le propinaba a Marie dando a entender que él le hacía un favor a la chica al estar con ella. No entendía como su hermana había sido capaz de enredarse con un joven como él. Lo único que la justificaba era la difícil situación que Marie había atravesado cuando sus padres se separaron y la dejaron en la calle, teniendo que apegarse a lo primero que se le acercara para sobrevivir.
Cuando Donovan se fue, ella llamó a Ethan para que regresara con su hermana. Al hacerlo, el sufrimiento de Marie estalló al darse cuenta que de verdad su novio se había ido.
Jessie tuvo que hacerse cargo de su llorosa hermana mientras Ethan se comunicaba con su cliente para pedirle nuevamente disculpas por lo ocurrido y notificarle que el lunes le llevaría al diario el recibo de la entrega y buscaría su paga. Aunque las chicas se habían encerrado en la habitación para sosegar el desconsuelo amoroso él no quería marcharse dejando a Jessie sola con aquel serio problema. Además, en su casa Gary y su esposa podrían estar acabando con sus cosas, no tenía ganas de enredarse en otra pelea de pareja.
Se sentó en el sofá, cansado. Al salir Jessie, él dormitaba. Ella se acurrucó a su lado, recibiendo un abrazo protector de parte de su novio y un beso en la cabeza.
—Perdón —masculló Jessie pegada a su pecho.
—Nada de lo ocurrido es tu culpa.
—Es mi hermana.
—Y tú, mi novia. Si a ti te afecta, a mí también.
Ella lo besó en los labios y se abrazó más a él, rogando porque al día siguiente pudiera resolver la situación de Marie antes de que el torbellino de la inestabilidad de la chica consumiera la vida que ella, con esfuerzo, había estado construyendo.
Esa noche se olvidaron de la cena que habían programado y decidieron quedarse allí y pedir pizza mientras vigilaban a Marie. Jessie tenía miedo de que su hermana, en un ataque de desesperación, cometiera alguna torpeza como en ocasiones solía hacer.
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