Sobre caminar. - spanish

Yo acá vuelvo a mi época de ensayos o prácticas para mejorar en algún aspecto de mi escritura. Esta vez quiero mejorar una especie de brevedad media, escribiendo textos de mil palabras sobre algún tema que se haga pensamiento recurrente durante la semana y hoy quiero hablarles sobre caminar.
Para empezar, no soy como Cortázar, no me imagino escribiendo instrucciones sobre cosas tan triviales como subir una escalera, esa es cosa de genios. En cambio hablaré de algo que considero en que tengo bastante experiencia, eso es caminar.
Caminar parece una cosa sencilla, ir erecto sobre ambas piernas, un rumbo y aplicar la fuerza necesaria para vencer la inercia de la costumbre que tiene el cuerpo de morir a cada instante al cesar el movimiento, pero no es solo eso.
Para caminar es importante la mirada, si caminas con la mirada demasiado alta, viendo el azul del cielo o tratando de dar a entender esa seguridad personal que nace cuando sacas el pecho, tenderás a caer en los huecos o tropezar con frecuencia, yo esto lo hablo con seguridad, pertenezco a este grupo, si -en cambio- caminas con la mirada baja, atento a las irregularidades seguramente nunca caerás, pero te perderás de todo lo bueno que tiene caminar.
¿Y qué es lo bueno que tiene caminar? Muchos caminamos y meditamos, caminar nos acompasa el pensamiento, de hecho se camina y cada pensamiento parece ser limpiado o develado, el fuego que los forjó se debilita o se torna azulado. Ahora me imagino a Forrets, algo cansado fuera de su casa: quiere caminar, camina a la costa oeste y luego a la este, a la luna y al Sol, cada paso es un pensamiento, la calma trae la paz y la paz es la esencia de la felicidad, pero de ello les hablaré luego.
Me gusta Forrets, es un tipo tranquilo, de palabras precisas, camina para pensar cómo lo hago yo y lo hacen muchos. Recuerdo ahora a Dostoievski, y con él pienso en Alexei Fiodorvich, yendo del monasterio a la casa de Caterina Ivanona o a la casa de su padre, o consiguiendo a Iván en el camino, caminar para pensar cada descalabro formulado por Dosto, engendrando una nueva sistema para re-configurar el pensamiento, por eso el pensamiento opera sobre los pasos, a la velocidad del corazón y con la intensidad de los latidos.
Uno es brevemente Forrets o brevemente Alexei. Y por eso ahora traigo un tercero a colación, y este es Jean ValJean, el hombre de la fuerza sobrehumana, caminando hacía su juicio, yendo con firme determinación en favor de la justicia, una belleza que plantea Victor Hugo, esa duda de qué haremos cuando las consecuencia de luchar por lo justo sea exponer los errores propios, cada cavilación y cada determinación que Jean uso para envolver su alma en la verdad, en lo justo. Quizá caminar sirva para purificar, quizá Jean descubre que respirar es una forma de combustión y cada paso en que la respiración se sincroniza funge en él la más antigua de las purificaciones; la del fuego.
Y en eso pienso en Jean Baptiste, que caminó hasta una montaña para hundirse en su propia piel, alejarse del mundo, adentrarse en lo más alejado a la humanidad, en ello es que nos descubrimos desprovisto de las pieles esenciales del alma, caminar no es una piel, pero si puede ser una caricia a la piel que se desprende. En una caminata el viento es caricia inconsciente de una piel que va en su búsqueda, podríamos haber sido siempre Jean Baptiste y fundarse en aquel pensamiento, no como él, por qué él se descubre monstruo, eso a nosotros nos queda oculto para siempre.
En ello, me voy incluso más lejos, pienso ahora en Tarkovski. Pienso en un hombre que camina con una vela en las manos, la protege del viento, caminar y pensar ya es una proeza, caminar y proteger es un milagro. La belleza de esta escena está oculta en lo más bello de nuestras almas, es la belleza primordial en a cada cosa que se sigue, como obrando sobre cierta luz, quizá por eso Tarkovski insiste en los planos secuencia, quizá a Tarkovski le encanta caminar, quizá en el bello arte de ir avanzando contra el aire, protegiendo la luz, el calor personal y volver luego de esa breve muerte a encender la llama y repetirlo hasta lograrlo, tal vez ahí en eso algo más que belleza, algo que sabe el hombre que camina.
Caminar es propio de cada hombre en su territorio, cada alma se circunscribe en una geografía, ello cumple un principio secuencial. Al ver aquellas imágenes de la evolución del hombre hay una cosa en medio de ellas que es simplista, más que cualquier otra cosa el hombre evoluciona en la medida que camina a las estrellas, peco de reduccionista y diré se llega a pensar como características fundamental de la humanidad en esa forma de caminar.
Por eso caminamos a las estrellas, anhelantes de regresar al embrión del universo, y en él nuestros pensamientos se hacen traslúcidos e ingrávidos, como si volviesen a nacer. Caminar es entonces eso, reconectarse con la materia original del las cosas. Cuando caminas la tierra te instruye, la temperatura te instruye, el viento te muestra los mejores caminos y la sombra los más agradables, en eso aunque seamos como el coplero Florentino por el ancho terraplen y nos espere el más sombrío de los destinos, los pasos firmes y sensatos llevan siempre a caminos correctos, porque nos hacen cruzar la espesura de las tinieblas, ahora recuerdo a Alicia en el país de la maravillas y aquella conversación con el gato:

• Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?

– Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar – dijo el Gato.

– No me importa mucho el sitio… – dijo Alicia.

– Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes – dijo el Gato.

– … siempre que llegue a alguna parte – añadió Alicia como explicación.

– ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte – aseguró el Gato- , si caminas lo suficiente!

Eso es fundamental, si caminas lo suficiente siempre llegarás a alguna parte y casi siempre será para mejor.