El hombre lobo del bosque.
Esa noche, el caballo arreaba la carreta de Jonás con paso lento en aquel camino hacia Troblos, el pueblo de los herreros de Taylus. La luna llena iluminaba el sendero desguarnecido. El camino era largo y pesado por lo que el cochero decidió detenerse. Se asomó a ver la carga de vegetales, frutas y mercancías que llevaba al mercado, vio que todo estaba correcto y se alejó del carromato para orinar. Un aullido a la media noche en un paraje solitario no es aliciente para un supersticioso, por lo que, en cuanto oyó el lamento animal apresuró su urgencia y corrió a su refugio con ruedas. El bruto estaba tranquilo, mascaba con parsimonia un poco de hierba. Jonás tranquilizado por el comportamiento del solípedo le dio una zanahoria y decidió seguir el camino y acampar donde hubiera “más vida”. A pocos kilómetros quedaba la posada de “El Cojo” y era mejor llegar a un lugar seguro que esperar que alguna alimaña nocturna apareciera por allí y le hiciera pasar un mal rato.
Las ranas y los grillos cantaban su canción y la acompañaban con ráfagas de viento sonoras y con susurros entre ramas. De vez en cuando entre el clip clop de los cacos del jamelgo le parecía que alguien lo llamaba por su nombre: ¡Jonás, Jonás, ven Jonás! Un poco cansado el hombre se abrigó con su sarape y para calmarse y calentarse un poco tomó su vieja bota de vino y se echó un trago largo. ¡Jonás, Jonás, ven Jonás! Se repetía una y otra vez, pero de esa manera que hace que cualquiera se confunda, esa forma que tienen las psicofonías de perderse entre otros ruidos como si alguien quisiera al mismo tiempo decir algo, pero no ser escuchado.
El rocín, sin que Jonás lo instara, apresuró el paso y empezó a relinchar ansioso. Bajo el asiento del cochero buscó su hacha y la puso a mano pues notó en los flancos del camino movimientos inusuales. Algo acechaba y hacía que la noche se hiciera aún más silenciosa. Jonás gritaba para azuzar al caballo y para espantar a las posibles bestias que lo seguían. Invocó a Arcamus, su Dios para que lo protegiera cuando en el camino se atravesó algo. Una figura enorme, Jonás no la vio bien pues su penco desbocado empezó a correr sin rumbo. Pronto notó que era perseguido por una jauría de fieras dirigida por aquel lobo espeluznante. Tratando de controlar a su cuadrúpedo para que no se saliera del camino y aterrorizado como estaba, el viejo campesino les rogaba a sus avatares, sintiendo como los monstruos que lo cazaban estaban cada vez más cerca. Los aullidos, ladridos y gruñidos se repetían invadiendo todos los espacios. Advirtió que alguna fiera ya se había montado en la carreta y se abría paso entre las cosas para llegar a él. Sin más remedio soltó las riendas y con el hacha en mano fue a enfrentar a su atacante. Casi no veía pues la lampara que usaba para iluminar el camino, se bamboleaba por la inusual carrera, haciendo intermitente la entrada de la luz en el interior del vagón de carga.
Entre las dentelladas furiosas del animal salvaje que lo atacaba y los golpes que se llevaba por el jaleo de la huida, Jonás acabó con un certero golpe de guadaña con el furibundo bicho que lo quería de alimento. En eso, un golpe fortísimo, hizo saltar todo por los aires, un choque con algo, sin duda enorme había acabado con la carroza del labrador. Salió del despedazado vehículo a la intemperie, donde su lámpara había derramado el combustible y empezado un incendio. Estaban pues fuera del camino Jonás y sus enemigos que en su mayoría se comían al caballo indefenso y mortalmente herido. Más no todos estaban en el festín un par de ellos y el más grande, el que se había atravesado en su camino, lo querían a él como aperitivo. Aún con su guadaña en la mano Jonás se levantó de su caída y se dispuso a vender cara su sangre.
Los chasquidos del fuego ardiendo, los lamentos finales de su fiel jamelgo, los gruñidos de sus enemigos celebrando su victoria roja antes de tiempo, hicieron que el hombre se volviera más valiente. El jefe de la manada salvaje notó la diferencia de actitud de su víctima y se paró en dos patas mostrando su naturaleza licantrópica y de un aullido envió a sus aliados menores a acometer. Jonás no se amedrentó ante la altivez e imposibilidad de su némesis y con su arma en mano acabó con ellos de golpes certeros y rápidos, quizás sus avatares si le habían oído y dado fuerza. Los otros monstruos pararon su comilona y fueron con su jefe, pero este los detuvo con una mirada de sus ojos inyectados solo dejándolos rodear al humano. Jonás no respondió a la provocación tan solo observó fijamente al líder, éste, le pareció, le sonrió con ironía confiado en su fuerza. El hombre lobo miró a la luna y aulló con potencia, Jonás con su arma en mano se lanzó al ataque jugándose su último hálito, los lobeznos malditos observaron en silencio la danza mortal que se veía iluminada por el fuego que se acrecentaba.
La taberna de “El Cojo” quedaba en la Gran Encrucijada que unía todos los caminos del reino. Soldados, viajeros, comerciantes, granjeros y migrantes de todas partes eran atendidos por el anciano posadero, su familia y sus vasallos. Esa mañana entre toda la gente llegó un hombre que nunca dijo su nombre, parecía un vagabundo, pero pagó por adelantado con un colmillo de plata del tamaño de un puño comida, bebida y la cuenta de todos los que allí se encontraban. Ese hombre habló y celebró todo el día para el regocijo de los presentes, pero, cuando se asomó la noche contó la historia que ya leíste y juran los que la presenciaron que después de contarla, mostrar sus heridas y jurar que lo hacía dejando atrás su último vestigio de humanidad, clavó su hacha sobre la mesa, tomó un último trago largo de la botella que había pedido y se convirtió en un gran lobo blanco delante de todos y pacíficamente, salió caminando del salón para luego perderse en el bosque cercano mientras la luna llena iluminaba el cielo.
Ilustraciones propias. Base del lobo: https://simplywallpapers.com/wallpaper/menace-animals-dogs/5733/
Hola, te visité para felicitarte por cuentocel y encontré esta otra maravilla, excelente, te seguiré leyendo, saludos
Muchas gracias, siempre estoy escribiendo historias.
oye buen cuento amigo, te inspiraste en el hombre lobo, me gustó el post¡¡¡¡
Si, un poco de Caperucita Roja, la Bella y la Bestia y el hombre lobo de Hollywood. Gracias por el voto.