Z-Elección | Capítulo Dieciocho | Historia Propia | Jhorjo
MACHISTA EMPEDERNIDO
Sentí la culpa surgir de mi cuerpo. Los rostros de todos tenían algo en común, podía leer en ellos la palabra "la embarraste" Y no los culpo, en mi cerebro esa misma palabra estaba rebotando de un lado a otro.
—¡Eres un idiota! —gritó Alan apuntándome despiadadamente con su dedo índice—. ¡¿Qué parte de silencio no entendiste?!
—Que no ha sido mi culpa, ¡¿Querías que lo dejara entrar?! —Repliqué, no me le iba a quedar callado.
—¡¿Y para qué coño la abriste?! —inquirió molesto el chico.
—Basta chicos, no peleen —esbozó Hanny sentada en un inodoro con la tapa abajo, la noté muy nerviosa.
Podía escuchar como el Contemporáneo que se encontraba del otro lado de la puerta la estaba golpeando con mucha insistencia. Al parecer, sólo ése había estado por allí, los demás se harían los sordos, aunque lo dudaba.
—Bien... Obviando la metida de pata de Ethan... —Empezó Frank saltando desde el lavabo—. Tenemos que salir de aquí... Me imagino que aquí no hay cámaras, ni altavoces; y si los hubiese... ¡Vaya pervertidos que son los de la ECC!
—No estamos para bromas Frank. —Regañó Zoe cerca de otro lavabo.
—No estoy bromeando. —Respondió Frank a la defensiva—. ¿Alguna idea de cómo salir de aquí? No olviden el Contemporáneo que está fuera.
—Hazte a un lado —dijo Zeon con tono de superioridad.
Zeon había tomado el rollo de papel higiénico de los cinco compartimientos. Estaba enrollando las largas filas de papel en su mano derecha, creando como una especie de guante de lucha. Frank se apartó y Zoe lo imitó al ver que el hombre se estaba acercando a la gran plancha de vidrio que era el espejo del baño. Vi su puño aterrizar en él y millones de pedazos cayeron al suelo, unos más grandes que otros pero la mayoría tenían esa apariencia de forma de cuchillo o de navaja. Entendí al instante que era lo que planeaba el ex militar o ex marino, realmente no sabía en dónde había prestado servicio.
—Todos envuelvan su mano en papel higiénico y tomen un pedazo de vidrio. —Demandó el hombre.
No creía que funcionaría, ya que se estaba quitando todo el vendaje que se había hecho, y había mandado a hacer, para revisar de dónde salía la gran mancha roja que había dejado el golpe al espejo.
Igual hice lo que pidió.
Tomé el papel que tenía Hugo, el chico se quejaba cada vez que afincaba el pie que se había lastimado, pero eso no quitaba que siguiera adelante. Como sabía un poco de primeros auxilios, sabía cómo vendar manos. Así que me puse manos en marcha y empecé con el más joven. Luego, sin resentimiento, tomé la mano de Alan y empecé a vendarla.
—Disculpa por gritarte —susurró, sin mirarme a los ojos, estaba inquieto—. Es que estoy un poco estresado.
—¿Sólo un poco? —pregunté—. Yo estoy que muero por culpa del estrés.
Al terminar con él, pasé a vendarle la mano a Hanny que estaba batallando con un rollo ella sola. Kath estaba viendo cómo lo hacía así que no fue necesario que se lo hiciera, ya que lo había copiado muy bien.
A mi derecha escuché un sonido de tela rompiéndose. Volteé y vi que Zeon estaba arrancando las mangas de su bata. No le di importancia y seguí con mi tarea de vendaje, ésta vez a Frank que sólo lo ayudé a amarrarlo, ya que él también había imitado la forma en que lo hacía.
—Pudiste haber dicho que ése era tu plan y habríamos buscado una forma de romperlo sin que te cortaras. —La voz de Vanessa era muy dulce, parecía una maestra de kindergarten hablando con sus alumnos. En este caso su alumno era Zeon.
Vi por mi rabillo del ojo que ella con mucha destreza hacía un vendaje igual o mucho mejor que los que había hecho, pero primero estaba haciendo un poco de presión con la tela de la manga que se había arrancado Zeon para detener la hemorragia.
Le pedí la mano a Zoe y sin dudarlo me la dio.
—¿Qué rama de la medicina te gusta? Porque pareces muy familiarizado con ese temita —preguntó mientras le hacía su vendaje en la mano.
—¿Sabes el Hospital que está cerca de aquí? —inquirí.
—Sí. Ahí nací —Rió—. Montfort Hospital, creo que así era su nombre.
—Exacto... —dije con tono de Eureka—. En dicho hospital hay un gran jardín, ¿no es así?
—Sí, ¿y qué tiene que ver eso con la pregunta que te hice?
—Que allí hay muchos árboles que tienen ramas. Una de ellas tiene una cuerda que sostiene un neumático, ¡es muy divertido! ¡Esa es mi rama favorita de la medicina!
Zoe me miró con cara seria, pero luego esa línea recta que se formaba en sus labios carnosos se esfumó, creando una hermosa sonrisa. Luego de ella le siguió una pequeña carcajada.
—¡Qué chiste tan malo! —Pudo decir luego de parar de reír.
—No estoy bromeando. —Imité el mismo tono mandón de Frank. Ella vuelve a reír.
Yo también la acompañé en esa risa amigable.
—Gracias, quedó perfecto —dijo observando su mano—. Ahora podré ir al baño.
No sabría decir cuál chiste fue más malo, pero lo que era cierto es que los chiste malos eran los más graciosos.
Vanessa no necesitó mi ayuda en hacerle un vendaje, pero yo sí que necesité la de ella para el mío. Al tenerlo listo, me fijé que todos ya tenían un pedazo de vidrio en su mano vendada. Me acerqué hasta un lavabo que tenía muchos de diferentes tamaños y agarré el que más se amoldó a mi mano, o sea, el primero que vi.
****
Un plan, ingeniado por Zeon, del cual no me fiaba; ya que se cortó la mano con el anterior. Era que todas las mujeres se colocaran detrás de la puerta y los hombres frente a ella a espera del Contemporáneo.
Zoe se rehusó. Vanessa la apoyó y Kath peleó.
André estaba de lo más tranquilo en los brazos de Hanny, que no se había levantado del inodoro. Alan estaba discutiendo con Frank, que al mismo tiempo estaba discutiendo conmigo.
El estrés, el miedo y ahora las ganas de comer estaban haciendo estragos en mi cuerpo.
—Basta —dijo con serenidad Frank—. Zoe, no es que seas un estorbo, sólo queremos proteger a las mujeres y a los niños.
—¿Me llamaste estorbo? —Se enfureció.
—No pongas palabras que no he dicho. —Replicó Frank.
—¡Eres un machista empedernido! —farfulló Zoe, y tanto Vanessa como Kath la apoyaron.
—Esta es una discusión estúpida. Si quieren ayudar que lo hagan... —comenté, dejando hablando solo a Alan que me estaba sacando ya de quicio con sus reproches.
—¡Bien! —exclamó Frank, dándose por vencido en esa batalla—. ¡Hagan lo que quieran, yo solo quería protegerlas! —Agregó—. Y tú. —Me miró con despreció—. No creas que estás ganando mucho con apoyar esto.
Me encogí de hombros y le devolví la mirada.
****
—Hugo, a la cuenta de tres, ¿entendiste? —preguntó en susurro Zeon que estaba preparado al lado de la puerta.
Hugo asintió y se paró firmé tomando el pomo de la puerta.
Hanny se encerró en un cubículo con André.
—Uno...
Vi que Hugo apretó sus labios, pero el volvió a asentir.
—Dos...
Yo me encontraba al lado de Alan y Vanessa. Kath, Zoe y Frank estaban cerca del señor Vicenzo que estaba recostado en una de las paredes que daba al frente de la puerta.
—¡Tres!
Hugo abrió la puerta y el Contemporáneo cayó al suelo. Sin previo aviso, Zeon se lanzó encima de éste apuñaleándolo con el cuchillo improvisado antes de que pudiera volver a levantarse. Pensaba que sólo había sido uno el que le había atraído el estrépito que ocasioné. Pero cuando miré nuevamente hacia arriba, noté que dos Contemporáneos más iban corriendo a toda velocidad hacia donde estábamos.
Tragué en seco, pero apreté el pedazo de espejo que había tomado. Agradecí que Zeon dijera que nos vendáramos las manos, ya que sin este vendaje, seguramente estaría desangrándome.
****
Era una mujer la Contemporánea que llevaba la delantera en la carrera que tenían esos dos putrefactos. Al entrar al baño, como Zeon estaba en el suelo acabando con el primero que había entrado, ésta se cayó, pero pudo tomar una pierna de Vanessa.
Antes de que la mordiera, mi pie le dio una fuerte patada a la cara de la Contemporánea. Al hacerlo escuché un crujido desagradable y seguido de eso, un gemido igual de escalofriante.
Caí al suelo cuando el tercer Contemporáneo me tomó por sorpresa saltándome encima. Alan quiso ayudar, pero sus movimientos se paralizaron al ver un cuarto Contemporáneo aparecerse en la puerta.
Vanessa hizo varios cortes en el brazo de aquella Contemporánea para que la soltase, pero no fue hasta que lo enterrara en una de sus cuencas de los ojos que por fin la soltó.
Mientras forcejeaba en el suelo, el pedazo de vidrio se rompió y quedé desarmado. Veía sangre negra como el petróleo salir disparada por todos lados. Vanessa estaba apuñaleando a la Contemporánea con la ayuda de Frank y Hugo que había salido de atrás de la puerta al rescate de sus compañeros.
¡Los Contemporáneos sí que tenían fuerza! No una sobrehumana, pero si una que hacía temblar a cualquier amante del gimnasio. Mis brazos estaban por ceder cuando un gran chorro de sangre negra me cayó a la cara. Agradecí por tener la boca cerrada.
Abrí los ojos y miré que era Zoe que con sus dos manos estaba apuñaleando la cabeza del Contemporáneo que me tenía prisionero. No se cansó de hacerlo hasta que vio que se dejó caer encima de mi cuerpo, que rápido lo aparté.
Su mirada estaba perdida y confusa. Estaba hiperventilada, pero no se detuvo y fue a ayudar a Alan, igual hice yo, tomé otros dos pedazos de vidrio y empecé a cortar la garganta de ese Contemporáneo hasta llegar al suelo.
¡Era un baño de sangre! Literalmente...
—¡Salgamos! —gritó Zeon recogiendo al señor Vicenzo de un solo esfuerzo.
****
Corrimos hasta el lugar que había dicho mi padre que era peligroso ir, ya que había muchas rocas sueltas y escombros por todos lados, pero preferimos eso a volver a enfrentarnos con una horda.
—¡Ahí están! —Escuché por los altavoces, pero seguí corriendo llevando arrastras a Hugo, ya que cojeaba—. Sigan derecho, revisé esa zona y está libre de Contemporáneos.
Le hicimos caso y fuimos en trote apresurado hasta una intersección. Había tres opciones: seguir adelante, girar a la izquierda o a la derecha. Mi padre comentó que lo hiciéramos a la derecha.
Corrimos.
Otra intersección.
—¡Sigan adelante!
Volvimos a correr.
Estaba cansado, pero mis pies y piernas le hacían caso omiso a mi cerebro y a la taquicardia de mi corazón.
—A la izquierda verán un contenedor, que se asemeja a un botadero. Sólo sube un piso, pero baja tres. Pueden meterse en él un máximo de dos personas, pero viendo al que están cargando y al que lo carga. Ellos deberán viajar solos. —Mi padre nos estaba informado sobre lo que teníamos ya al frente de nuestros ojos. Era como un mini elevador alargado, que era para la carga de materiales, no de personas.
—Si bajan los tres pisos, podrán encontrar unas escaleras de emergencia que no está dañada. Lo malo es que hay un grupo de Contemporáneos por allí, aunque están despistados. Si suben un piso, se encontrarán con una horda de unos diez Contemporáneos, veo que están devorando algo, así que no están prestando mucha atención a su alrededor. Luego tendrán que correr hasta las escaleras que están en frente para subir hasta este piso, que es la PB, yo los estaré esperando. —Mi padre hizo una pausa y luego agregó—. Es de ustedes la elección.
—Sin duda alguna bajaremos. —Animó Kath.
—No, arriba es la mejor opción. Nos queda más cerca —dijo Alan.
—¡Arriba hay más de ellos! —exclamó Vanessa—. Voto por la de abajo.
Otra discusión había salido a flote con sólo elegir una de las dos opciones que nos había dado mi padre. Ya yo había escogido la mía.
—Tenemos que llegar todos a un acuerdo. —Politiqueó Frank—. Ethan y yo iremos hacia arriba.
«¿Acaso no tengo cerebro para poder elegir mi opción?» pensé y lo miré. Menos mal que esa había sido la opción que había querido.
—Levanten la mano los que estén de acuerdo con ir a arriba —comentó Zeon.
Creo que no era momento de una votación. Ni de una discusión.
Alan, Zeon, Frank, Hugo y yo subimos la mano.
Kath, Vanessa, Hanny y Zoe no.
—¡Es injusto, esto no es una votación de género! —Se quejó Zoe.
—Ya se decidió y todos vamos a subir —habló Frank, yendo hasta el botón de abrir la compuerta del mini elevador.
Zoe retorció los ojos y se cruzó de brazos.
Primero entró Hugo y Hanny, recostándose en el suelo de aquel mini elevador. Pero antes quitamos todos los tubos de ensayo, bisturíes, máscaras, batas y una que otra pequeña caja que estaban allí. Alan cerró la compuerta y presionó el botón que tenía una flecha que apuntaba hacia arriba.
Pegué la oreja a la pared y escuché unas cadenas por unos segundos, y luego algo abrirse. No sé si habían llegado o les había pasado algo.
Dos minutos de intriga pasaron y luego mi padre se hizo voz.
—¡Han llegado!
Respiré nuevamente.
Los siguientes en subir fueron: Kath y Vanessa con André.
El mismo recorrido. La misma angustia, pero luego llegaba la voz de mi padre y nos calmaba.
—No quiero ir contigo —esbozó Zoe dirigiéndose a Frank.
—Te iba a abrir la compuerta... Irás con Alan. —respondió Frank.
Esos dos sí que se llevaban mal, y apenas se conocían.
—Alan sube —dije para aligerar la situación.
Él me obedeció y subió, haciéndole espacio a Zoe para que también lo hiciera.
Dos minutos más y mi padre nos dio la noticia que llegaron sanos y salvos.
—¿Cómo haremos con Vicenzo? —pregunté.
—Suban ustedes primero, se van a quedar hasta que baje la plataforma, monte al viejo este y lo suba. Luego lo cargan y lo llevan hasta donde está tu padre —explicó Zeon.
—¿Qué hay de ti? —preguntó Frank.
—Estaré bien, luego de que ustedes lo lleven a él. Me montaré yo.
Asentí y creo que Frank también lo hizo, ya que se montó de primero en la plataforma. Al entrar, Zeon cerró la compuerta y esa cosa empezó a subir. Como yo era el que estaba del lado de la puerta corrediza me tocaba la tarea de abrirla, y era una tarea muy difícil, ya que tenía poco espacio para moverme, pero lo logré sin hacer mucho ruido. Esos Contemporáneos parecían no notarnos.
Tenía el pedazo de vidrio en la mano. Frank también tenía el suyo, cualquier cosa estábamos preparados.
Vi bajar la plataforma y a los minutos la volví a ver con el cuerpo del señor Vicenzo.
Frank lo tomó de sus pies y yo de sus brazos.
¡Si que pesaba! Pero podía con él. Aunque al cargarlo y llevarlo hasta las escaleras, sentí que el pedazo de vidrio se me iba a caer.
Luego, a los segundos, escuché que algo se rompía, algo de cristal. Miré mi mano y vi mi pedazo de espejo intacto. Luego levanté la mirada a Frank y me dijo:
—¡Corre! —Sus ojos estaban como dos platos blancos.
Era a él al que se le había caído el pedazo de vidrio.
Escuché gruñidos a lo lejos y al instante me sentí perseguido, así que corrí como pude sin dejar caer el cuerpo del señor Vicenzo, pero sí dejando caer mi pedazo de vidrio.
Genial, continua asi!! Seguido.
Gracias, amigo!
Tu historia es cautivante, mucho talento. Te sigo para seguir leyendo más.
Muchas gracias, tus palabras me motivan a continuar. Saludos!
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