El enigma de Baphomet (217)Sólo los locos y los niños se atreven a estampar las verdades a la cara
Ayer, cuando escribía, no pude contenerme recordando el día más aciago de mi vida y me fue imposible seguir narrando lo que ocurrió después de la muerte de Martín. Solté la pluma encima de la mesa y me cayó este borrón en el pergamino.
Han pasado más de ocho meses, voy escribiendo a trompicones, y parece que no voy a recuperarme nunca.
Cuando he querido escribir, lo he hecho con un ímpetu irresistible, y al cabo de unas palabras escritas se me han aflojado los dedos, por lo que no he podido seguir escribiendo, pero poco a poco, línea a línea, semana tras semana he conseguido concluir la narración del magnicidio. Digo magnicidio bien consciente de lo que significa, por cruel y por injusto, que no es magnicida quien mata al Rey, sino quien mata a un héroe a quien la vida lo ha encaminado a cometer algunos deslices sin ánimo de subyugar a nadie.
Una vez que pasé el trago de describir la muerte de Martín ya no me paran quietos los dedos, y no puedo dejar de escribir aunque nada más sean cinco palabras cada día.
Este crimen lo cometió la jerarquía eclesiástica y la nobleza; es por lo que pertenece a la especie de crímenes más vergonzosos y rastreros de la especie humana, porque esas gentes los cometen por avaricia sobre los bienes ajenos o por afán de dominio sobre la voluntad de las personas. El tiempo que conviví cercana a los señores y familias reales en el palacio de Ávila lo comprobé a cada momento. Por el contrario, los crímenes de la gente, los crímenes del pueblo, aunque evitables, son siempre nobles, cometidos por pasiones irrefrenables, o en defensa propia; por eso perdoné a Martín el crimen de mi hermana Alejandra a la que quería con locura, pero nunca podré perdonar a las autoridades que mataron al hombre de mi vida, Martín Castrillo, y a los dos últimos templarios calumniados, perseguidos y sumidos en la más absurda de las confusiones.
Roderico, desde el momento en que me dio sus pergaminos, ya no volvió a ser una persona y se puso absolutamente loco proclamando al viento las verdades como puños que afianzaron su condena. Sólo los locos y los niños se atreven a estampar las verdades a la cara. Se acusó, dando voces, de templario convicto y victorioso, desafiando al alcalde y a los verdugos.
Parece ser un capitulo de algo grande ire a ver tu perfil a ver de que se trata, escribes muy bien, me gusta leer cosas que se sientan con el corazón.
Saludos!
Es una de mis dos novelas. Es novela histórica: "El enigma de Baphomet". La publico aquí para los steemians, para que no tengan que comprarla.