Inmigración a U.S.A

in #spanish7 years ago

"Nuestra entrada a Estados Unidos fue por el Desierto de Altar. Éramos un grupo como de quince personas, no conocía a ninguno, venían también mujeres con niños, y personas mayores.

La situación me había obligado, en mi casa apenas alcanzaba para comer, además de que mi mejor amigo ya me estaba esperando en Tucson, Arizona con un trabajo.

Nos bajamos de la camioneta y empezamos a caminar, era de noche, los dos polleros iban frente a nosotros, supuestamente ellos nos iban a guiar a un lugar en el medio del desierto y una camioneta nos iba a recoger del lado estadounidense.

No recuerdo cuántas horas estuvimos caminando, lo que sí me acuerdo bien fue el pánico que sentí cuando una luz se posó sobre nosotros.

En segundos todo se volvió un polvaderón, empezaron a llegar vehículos de la migra y no estoy seguro pero creo que hasta dos helicópteros eran.

Todos corrimos en diferentes direcciones, a lo lejos veía cómo iban capturando uno por uno a mis acompañantes.

Corrí, corrí y corrí, pero aun así los tenía pisando mis talones, el helicóptero estaba encima de mí, me rendí, me acuerdo que me dije a mi mismo, se acabó, empecé a caminar y me senté debajo de un árbol para que fueran por mí y me esposaran.

Esperé, esperé y seguí esperando, y nadie llegaba, el helicóptero seguía volando cerca y escuchaba a lo lejos unas cuatrimotos.

Esperé, esperé y el silencio lo comenzó a invadir todo, la oscuridad se empezó a ir, me amaneció en el desierto, sentado debajo de un árbol, la migra no fue por mí, no me vieron, ni modo que saliera a gritarles que ahí estaba, que me agarraran.

Me alegré, pero cuando me vi solo ahí en el desierto, me empezó a invadir un terror, el sol empezaba a arreciar y me quedaba poca agua, pues en la persecución tiré la mayoría de mis botellas para aligerar la carga.

Empecé a caminar, según yo hacia el norte, pero no estaba muy seguro, no traía brújula, ni nada que me orientara, tampoco tengo conocimientos sobre eso y jamás puse atención a eso de orientarse con el sol.

Caminé todo ese día y sentía que me iba a morir, fue mi primer error, no debí caminar de día, ya hasta cuando era de noche caí en cuenta de eso, me acordé de una película, en la que los árabes caminaban de noche y paraban de día.

Esa noche la usé para tomar fuerzas y todo el día siguiente me moví muy poco, ya para en la noche, caminé como loco sin parar en la oscuridad, según yo me dirigía hacia unas luces que veía a lo lejos, pero nunca me acercaba.

En el tercer día la cabeza me daba vueltas, ya me quedaba un sorbito de agua, igual me moví poco de día y en la noche cuando intentaba caminar no me daban las piernas, me tiraba a ratos, sentía nauseas, mucho dolor de cabeza, sentía la boca arenosa, me había tomado lo último de agua, esa noche pensé que era el final.

No sé cuánto pude caminar esa noche, pero cuando empezó a amanecer, creo que después de rezar toda la noche las pocas oraciones que me sabía, me llegaron un poco más de fuerzas y caminé y caminé, se los juró que no me di cuenta, hasta que lo tenía a lado, era un hombre, hablaba un español muy pocho, no era gringo, ni mexicano, era un nativo americano, me estaba dando agua, y me preguntaba cómo me sentía.

Quise hablar pero no me salieron palabras, le dije que sí con la cabeza, que sí estaba bien le quería decir.

Descansamos un rato, el agua me volvió a la vida, y me dijo, “mira, ya estás bien cerca de la carretera, recupérate y ve en esa dirección, si traes dinero ahí derecho hay una tienda en una gasolinera”.

Le di las gracias y caminé en la dirección que me dijo, no estaba muy lejos, creo que eran unos tres kilómetros, llegué a la gasolinera y me compré un gatorade y carne seca.

Afuera estaba un paisa, echando gasolina, y le dije que si me podía llevar a Tucson, “no puedo amigo, la verdad no me quiero meter en broncas me contestó”.

Yo traía mil dólares, todos mis ahorros, ese dinero se lo iba a dar al pollero cuando me dejara en Tucson, en México ya le había dado una parte.

“Si me llevas te doy mil dólares”, le dije a esa persona, le brillaron los ojos y me dijo: “súbete”.

No hicimos ni una hora de carretera, cuando ya habíamos llegado a Tucson, ahí en el Bulevar Valencia, en la pura entrada me dejó, ya le habíamos hablado a mi amigo, quien ahí mismo me recogió, vivía en esa zona y pues así fue como de pura suerte o no sabría decirles cómo, pude cruzar a los Estados Unidos."

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