Buscando tesoros se inician los viajes.

Naces en cero, desconoces cómo funciona el mundo, cómo puedes llevarte, siquiera, la comida a la boca. Desde el primer día, estas ligado, y dependiente, a personas - tus padres -, que además de alimentarte y cuidarte, te dejan absorber, cual esponja, todo lo que observas de sus conductas, repitiéndolas y adoptándolas como tuyas a medida que adquieres mas conciencia.

Luego eres un niño, uno como cualquier otro: con sueños, ideas brillantes, una imaginación desmedida y curiosidad hacia el mundo. Aprendes lo básico, te preparas para llegar a la vida adulta con la esperanza, oculta en algunos casos, de que tus sueños se cumplirán: serás un astronauta, un deportista famoso, ganaras la lotería o no tendrás que trabajar; quizás todo eso junto, pues los sueños, cuando somos niños, son rimbombantes, coloridos, irracionales y divertidos.

Cuando somos niños, los sueños suelen ser planos, suelen ser simples: como si la NASA fuese a tocar tu puerta cierto día o como si fueses a aparecer, de la nada, en el Santiago Bernabeu al lado de otros deportistas famosos; se observa, se acaricia y se desea el fin, pero el camino a ese fin ni se toma en cuenta.

Creces y te vuelves un adulto. Con más o menos dinero, con más o menos inteligencia, con más o menos suerte, con más o menos fuerza, pero el punto es que creces y entiendes que, tristemente, no todos tus sueños pueden hacerse realidad. Escuchas que muchos como tú se estancan y deprimen en vidas grises y fúnebres, escuchas cómo otros se arriesgan y, quizás por brillantez propia o por pura suerte, logran cosas increíbles. Tú, asustado, abrumado y ansioso, te trazas un plan para conseguir lo que deseas.

Te esfuerzas mucho, o quizás poco, pues desconozco quién está leyendo esto; te preparas para la batalla, cual guerrero, pues hasta un artista debe prepararse para demostrar su potencial cuando la situación lo amerite; aprendes, abres tu mente a personas y te vuelves alguien totalmente distinto a quien eras al principio: tus paradigmas del mundo se quiebran, cambian, embellecen o confunden.

Quizás tuviste suerte, lograste tu meta y llegaste justo donde querías estar; quizás no, quizás tus planes se frustraron por cosas ajenas a ti; quizás ni siquiera te esforzaste del todo; quizás, en el camino, descubriste que tus planes debían cambiar; quizás te estabas convirtiendo en algo que no querías; quizás el plan dejó de interesarte.

Un dia vuelves a donde inició todo, vuelves a tu casa o a tu escuela, o a tu antiguo pueblo, o a la colina donde conociste a tu antiguo amor. Ya no eres la misma persona, para bien o para mal, y allí lo comprendes. Fuiste buscando un tesoro y regresaste a tu casa enamorado de la vida. Quizás, cual libro de Paulo Coelho, tu vida obtiene un sentido justo al final de la historia: obtienes el tesoro en el lugar donde menos lo pensaste. O, siendo realistas y aburridos, quizás no.

Agradeces, con una sonrisa en el rostro, el viaje, la vida y los momentos, pues fueron, en realidad, los mejores tesoros.

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Agradecería muchísimo cualquier acción que logre hacer que lo que escribo llegue a mas personas. Y si llegaste hasta aquí, ¡pues muchas gracias por leer!