No podemos dejar que la apatía nos venza

Buenas noches, esta es una reflexión que saqué en un viaje por el estado Tachira, Venezuela el día de hoy. Espero que les guste.

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La única forma de que las personas pueden adaptarse a un entorno hostil y tóxico es dejarse absorber por la apatía aceptar las cosas de su entorno con indiferencia, pues de lo contrario poco a poco perderían la razón de darse cuenta que aun así ella reconozca la situación las personas a su lado no lo hacen y permiten que siga viviendo tal situación.

Esta situación no es única en la historia, en aquellos lugares donde se cometían atrocidades las personas que se encontraban viviendo tales situaciones debían adaptarse, o de lo contrario eran tildadas de traidores.

Poco a poco nos volvemos apáticos con el sufrimiento de nuestros semejantes al no estar relacionados directamente con nosotros, en cambio cuando comenzamos a sufrir tal mismo mal nos volvemos hostiles contra nuestro entorno al predicar que nadie hace nada por nosotros, crudamente irónico diría yo.

Aunque he de ser sincero, lo anteriormente descrito era mi pensamiento ante el tema en el pasado, ¿Si nadie hace nada por nadie, por que debería hacer algo yo en primer lugar?, pero una reflexión en el día de ayer en cuanto al tema me hace pensarlo dos veces, pues es uno como individuo el que hace la diferencia, aquel que puede mejorar la vida de las personas que necesitan una mano, demostrando que aun así la situación sea tan mala como parezca la voluntad de las personas se mantiene impoluta al reconocimiento del valor de las personas.

La situación que propició mi reflexión fue una bastante sublime y espero que le puedas sacar algo de valor: En el centro del estado en el que vivo un adulto mayor estaba rebuscando en la basura de una panadería bastante conocida, hasta el momento la gente se limitaba a pasarle por el lado o lo más lejos posible para que no le pidiera nada ese vagabundo, pero dentro del gentío que se encontraba presente apareció una persona de aproximadamente mi edad y para la sorpresa del anciano, esta persona tenia dos panes recién comprados y le dio uno, sin mediar palabra con el anciano solo le sonrió y se fue mientras comía del pan restante; lo que realmente me marcó es que además de la dificultad que tiene hoy día comprarse un pan en mi país es el hecho de que el joven que se lo dio era una persona humilde también.