Mi experiencia dirigiendo un coro de niños
Una historia de amor y perseverancia
El "tímido" niño ya perdía esa timidéz, y en el primer mes de haberse integrado ya estaba cantando como solista en las misas de la Iglesia, era la época de Semana Santa, y se sentía muy entusiasmado junto a los demás niños por pertenecer a los Turpiales del Señor (así se llama el coro).
Pasaban los meses, pasaban los años, pasaban niños que ingresaban y no perseveraban, otros iban y venían, y algunos pocos permanecían allí, entre esos estaba el niño; permanecían amando lo que ya concebían como un servicio para Dios, haciendo música para Él.
Casi 10 años trascurrieron, el niño ya era un joven de 21, así que ahora cantaba en el coro de jóvenes, el Ministerio de Música Linaje de David, en el cual lo habían escogido como director 2 años antes. Una mañana, el director del coro de niños, le dijo al joven que ya no podía seguir dirigiendo su coro, necesitaba urgente quien se encargara de los pequeñines, para que ese semillero musical no dejara de existir.
El muchacho tuvo que tomar una decisión: asumir la dirección del coro de niños y dar paso a un nuevo coordinador en el coro de jóvenes. Desde ese día, en Febrero de 2016, comenzó una nueva etapa dirigiendo a los infantes, enseñándoles y aprendiendo de ellos. Aquel niño tímido que 10 años atrás cantaba en el coro, ahora era el director, el director de los Turpiales del Señor. Y sí, ese niño, ese muchacho, es quien hoy escribe este post.
Los niños en mi vida han traído mucha alegría, escucharlos cantar y enseñarles nuevas canciones y técnicas vocales, me llena mucho, y lo más importante, acercarlos a Dios a través de la música. En los ensayos hay espacio para todo, para orar, para ensayar nuestros cantos y conversar sobre algunas de nuestras anécdotas; es muy divertido escuchar sus ocurrencias propias de la niñez, nuestro ensayo es un compartir muy agradable.
María, Sthefany, Moisés, Ángel, Alejandro, Valeria, Luis, Ana Lucía, Nadiham, Sofía, Javier (el más elocuente), Francis, son algunos nombres de mis pequeños turpiales, nombres que han marcado mi corazón. Actualmente el coro cuenta con 16 niños; ellos aman cantar. Nos presentamos en cada misa dominical en nuestra parroquia San José Obrero, en Maturín, Venezuela. También en eventos benéficos en apoyo a la terapia infantil del Hospital de la ciudad, y en festivales musicales. En diciembre pasado, ofrecimos un pequeño concierto en la Iglesia, al cual acudieron más de 100 personas.
¡Doy gloria a Dios por esta experiencia! Porque cada vez seguimos consolidándonos. En nuestra ciudad hay pocos coros de niños, Turpiales del Señor es de los pocos que cantan a Dios. Y es una historia que todavía falta por contar.
Una vez escribí una frase que hoy les compartiré: "Educar a un niño en la música, es sembrar semillas de paz en el mundo"...
Espero seguir sembrando esas semillas y recoger buenos y grades frutos a futuro.
Gracias por dedicar tu tiempo en leerme, de corazón, gracias. Dios te bendiga.