Soledad | Escritos de un alma desolada

La soledad se regodea en mi compañía, sabe que me abraza el alma desde el día en que nací y, solo y frío era observado por el infinito necesitando una caricia; sonríe y bebé mis lágrimas satisfaciendo su deseo de ser necesitada, de saberse presente e irremplazable.

La soledad se acuesta junto a mí todas las noches y me acaricia el cabello, me susurra al oído que nadie lo hará jamás, que solo la tendré a ella y sonríe cuando las lágrimas bañan mi rostro haciendo su existencia cada vez más indeleble en mi vivir.

Me toma de la mano en la calle y me obliga a ir a callejones donde me entrega su amor, donde con mi rostro entre sus manos me recuerda que jamás una persona llenará el vacío en mí que ella ocupa y que se hace cada vez más grande, y me besa tan dulcemente que le creo.

Ella ríe y me da falsas esperanzas de su abandono, sale por la puerta en las noches y cierra la puerta, siempre vuelve en la mañana con el desayuno caliente, una sonrisa en la mirada y la promesa de su compañía eterna en los bordes de sus labios.

Suspiro cada vez que ella acaricia mi alma, mi existencia, cada vez que sus dedos sujetan mi garganta y no me dejan respirar, cada vez que dejo de ser yo para convertirme en ella.