Demasiado cansado para dormir, mi cerebro se pierde en los bordes vibrantes de la realidad que tengo frente a mí. Todo se dobla y se desdobla una y otra vez hasta que se me hace imposible respirar y cierro los ojos, solo para volver a abrirlos y notar que las cosas solo empeoran mientras una lágrima rueda por mi mejilla.

Pensamientos al azar disparados a la velocidad de la luz penetran en mi mente creando agujeros negros que me vacían de mí mismo, transportando mi existencia a lugares inexplorados a los que mi consciencia no logra llegar, solo al trascender podré volver a estar completo otra vez.

Un ruido incesante me mantiene atado a esta vida, anclado a una realidad que me rechaza y me grita a cada segundo que debo alejarme de todo y todos. Ese ruido me mantiene cuerdo, vivo con el miedo de que se detenga y la tormenta final se desate haciendo imposible reparar los estragos.

Cierro los ojos pero están tan cansados que se abren solos cada cinco segundos para volver a caer, como si fuera un espasmo involuntario sobre el cual no tengo control alguno. Cada vez que se abren una nueva realidad está frente a mí, deformando pequeños detalles que se convierten en cosas monstruosas que me asesinarían si no volviera a cerrar los ojos, pero siempre los vuelvo a abrir, el descanso parece nunca llegar.