El Cacique (Introducción - El Asedio)

in #spanish7 years ago (edited)

¡Hola comunidad de Steemit!

Le escribo en esta oportunidad para empezar a publicar una historia de ciencia ficción basada en el pasado de Venezuela que quiero ir desarrollando por acá, les invito a leer el capítulo piloto para que puedan engancharse.

SINOPSIS

El Cacique es un impetuoso guerrero líder de la resistencia. Él ha vivido su vida bajo el yugo del Imperio Español, pero ahora un enemigo mucho más terrible ha venido a subyugarlo. Hombres con aspecto parecido a los españoles, pero que manejan armamentos diferentes y hablan un idioma de siseos. Más que una búsqueda de tesoros, como los españoles, estos nuevos colonizadores buscan algo más. ¿Pero qué?

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El-Cacique.png

#0 - EL ASEDIO

Estaba rodeado. El indio lo supo cuando escuchó las voces de las mujeres que huían y los gritos de dolor de los hombres que peleaban en medio de las tinieblas y horrores de la noche. Dentro del bohío, éste junto a veintitrés flecheros hacía imposible para los españoles entrar, pues una lluvia de dardos salía por cuantos boquetes tenía la vivienda, causando grandes descalabros a los que avanzaban. «La verdad es inevitable», pensó. El indio luchaba contra los asaltantes sin poder ponerlos en fuga, pero de igual manera los asaltantes no podían forzar su atrincheramiento.

Los españoles se compactaron en una gran masa hacia un punto determinado de la choza y acometieron. Llegaron a los basamentos de madera de la casa para prenderle fuego. Las brisas, que tan frecuentes son en aquellas alturas, avivaron las llamas y el indio junto a su cohorte no le quedó más recurso que desalojar. «La vida es temporal». Recordó a su padre, la vez en que le confesó una leyenda tan antigua como su raza, cuando le enseñó las tres verdades de su pueblo.

Por un instante se preguntó qué haría él si se encontrara en su situación. Se preguntó si daría la vida por sus cohortes si de todas maneras estos fueran a morir. «La duda es positiva». El indio se llegó a la puerta con un estoque en las manos —que había pertenecido a un español que derrotó tiempo atrás—, embistió a uno de los cinco oficiales españoles que presidían el asalto y le atravesó un brazo sacándole el estoque por el hombro. De mantenerse dentro era preciso perecer entre las voracidades del incendio, tuvo por mejor morir entre sus enemigos.

— ¡Ah españoles cobardes! Porque os falta el valor para rendirme os valéis del fuego para vencerme —salió del bohío. Tiró con su estoque a todas partes, arrojándose desesperado en medio de las espadas que manejaban los españoles.

El indio se lanzó a la reyerta como una bestia salvaje que, acorralada, se resuelve a salir de su abrigo, poseída de furor y de rabia.
—Aquí estoy, soy a quien tanto buscáis y quien nunca tuvo miedo a vuestra nación soberbia.

Su timbre de voz era grave, a pesar de ser un indio manejaba el idioma de sus enemigos. Fue una de las tantas cosas que aprendió de su guerra de resistencia y lucha por la libertad, sobre todo para poder espiarlos.
Los españoles se intimidaron, provocando una pequeña pausa. Tres segundos de silencio incómodo y el indio gritó. Atacó a diestra a siniestra con todas sus fuerzas.
—Aquí me tenéis: ¡Matadme! —Les provocó—: ¡Para que con mi muerte os veáis libres del temor que siempre os he causado!

Quedaban cuatro oficiales y entre todos rodeaban al indio, propiciándole cortadas mientras éste maniobraba cubierto de fuego, buscándoles herir a como dé lugar. Una bala le atravesó la pierna. Se hincó sobre una rodilla y tomó aire para seguir luchando. Los pocos flecheros que quedaban lo ampararon, pero fueron sesgados por los arcabuces.

El suelo alrededor quedó repleto de cadáveres. Infante, el líder absoluto del ataque español, se acercó al indio. Otras muchas balas fueran disparadas contra este, quien con las rodillas en tierra no se dignaba a caer aún.
—Necio, ¿crees que podrías vencernos? ¿Qué sabes de nosotros? ¿De nuestro glorioso reino? —Infante estocó—. Estás hecho de barro. No eres más que un hombre de tierra sin comprensión de una visión más amplia. Como todos los hombres de barro vivís en la ignorancia. Solo comes, duermes, defecas y mueres.
—Puedo no entender todas las palabras que habláis. Puedo no saber todas las cosas que han aprendido desde donde venís. Pero conozco mucho más que otros el valor de la vida y el peso de la carga cuando tomo una —replicó el indio mirando a su contrario con intensa furia.

Infante se rió en la cara del cacique con suma fuerza.
— ¡Venid, venid, extranjeros! ¡Venid a ver cómo muere el último hombre libre de estos montes! —El indio se levantó.

Los españoles se sorprendieron atemorizados. Estupefactos alzaron sus espadas no sin antes realizar un paso hacia atrás, por precaución.
—Acostumbras a luchar contra los que tiemblan ante ti y se asombran de tu grandeza, ¿no es así, indio? —Le desafió Infante—. No contra alguien que se atreve a enfrentar tu osada mirada, sino que además te responde con completo y total desprecio a todo lo que eres.

El indio suspiró. Infante arrojó una bomba entre los pies del indio. Éste empezó a incendiarse, pero se mantuvo erguido. Retuvo el dolor para no dar el gusto a los enemigos de escucharle gritar.
—Acostumbro a luchar con guerreros. Y la verdad es que ustedes no lo son.

Estaba lleno de rabia, no había nada en el mundo que deseara más que rodear sus cuellos con las manos y estrangularlos hasta matarlos. Mirando al Este al indio se le enturbiaron las pupilas, se le estiraron los brazos, el cuello y el vientre. Sintió que la piel se le tensaba en las toscas cicatrices. Notó la cálida humedad de la sangre fresca en su espalda.

En su mirada solo cabía fuego. Las llamas consumían su cuerpo, a la vez que éste desaparecía de la visión de los españoles. Entonces el fuego desapareció de sus ojos y todo se hizo oscuridad. No quedó resto alguno de su cuerpo y al punto en el suelo donde se irguió para su último aliento, los españoles se le acercaron no sin cierto temor. Le tenían pavor. Algunos no se entendían la lógica de que aquel fuego le consumiese por completo sin dejar más que el penacho en la tierra. Infante reía a costas de la ignorancia de algunos de sus aliados.

CONTINUARÁ

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a esto llamo yo, un buen comienzo

Gracias! Los principios son siempre difíciles!

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