Cada día nuestro oído se ve expuesto a ruidos altos que amenazan la salud de nuestro sistema auditivo, cosas tan sencillas como el uso de audífonos, el ruido del tráfico o de un camión de basura frente a nosotros representan un riesgo.

La intensidad de los sonidos se mide en decibeles, el oído humano posee un grado de tolerancia de 60 hasta 70 decibeles, el ruido de una aspiradora se ubica dentro de este rango. Al estar expuesto por un tiempo prolongado a valores superiores al grado de tolerancia el sistema auditivo es susceptible a daños permanentes. Un concierto o la música en una discoteca puede sobrepasar los 110 decibeles, después de los 130 podría haber pérdida total de la audición.

El oído está dividido en tres partes, el oído externo; conformado por el pabellón, el canal auditivo y el tímpano, el oído medio; constituido por una serie de huesecillos: el martillo, el yunque y el estribo, finalmente el oído interno; formado por el vestíbulo los canales semicirculares y la cóclea encargada trasmitir el sonido a través del nervio auditivo al cerebro.

La pérdida de la audición se produce por la destrucción de las células y nervios de la cóclea en el oído interno, una vez dañados estos nervios la perdida de la audición es irreversible.