La carta - Versión de Dante | Parte 1/4 (Un proyecto literario en conjunto con @melaniesaray)
Fuente: Unsplash
«Eran las 2:45pm, una tarde común, soleada, con mucha brisa pero una calma se sentía en el ambiente, y ahí estaba sentado él, una vez más.»
Su nombre: Dante.
Escritor, no muy alto (como de 1.72m de altura), bohemio, bastante distraído, algo ansioso y con un increíble idilio por una chica que vive a dos ciudades de distancia.
Ahora, se preguntarán cómo pudo haber conocido a esta chica si está a dos ciudades de distancia, pues, la respuesta es simple: ambos se encontraron en un pequeño lugar en el que solían ir a liberar las tensiones de lidiar con todas sus situaciones personales.
En la ciudad donde reside Dante, existía un café que estaba en todo el centro de la misma; la atención era muy buena y tenía varios ambientes para diferentes tipos de disfrute, entre ellos un ambiente de lectura, un ambiente de músicos, un ambiente de pintura y mucho más, era una especie de templo donde las personas se alejaban de los problemas y podían ser ellos mismos.
El local tenía un letrero enorme que iluminaba la entrada, en él se podía leer la palabra «Serendipia».
Muchas primaveras acariciaron las ventanas con su brisa de tarde, y uno de los mayores pasatiempos de Dante era ir a comer una crep con jamón y queso, casi como si fuera un ritual para pasar los días, sin embargo, un día... ella apareció.
— ¡Vaya! Este lugar no lo conozco, ¿será nuevo? — preguntó Dante con mucha curiosidad.
— Serendipia... me gusta ese nombre, veamos de qué va este lugar.
— ¡Buenas tardes, señor! ¿Puedo servirle algo de beber? — Preguntó el encargado de atender la barra.
— Sí, buen amigo, muchas gracias, ¿ustedes venden tragos, de casualidad?
— No, amigo, lo siento, nosotros no vendemos bebidas alcohólicas, sin embargo lo invitamos a probar nuestro café, es uno de los mejores de la ciudad.
— Creo que pasaré, no me gusta el café, sin ofender.
— No se preocupe, también tenemos soda, té, lo que necesite.
— Bien, tomaré una soda, con poco hielo por favor.
— ¡Enseguida!
— Por cierto, buen amigo, ¿podría decirme su nombre? Debo decir que este local está excelente, el ambiente es bastante interesante, creo que vendré más seguido.
— Por supuesto, me llamo Joe, para servirle.
Así comenzaba una de las costumbres más arraigadas en la vida de Dante sin que este lo supiera.
Y así siguió asistiendo, casi a la misma hora cada día, durante un par de meses, hasta que...
— ¡Joe! ¡Ne... n... necesito un trago! — exclamó Dante en estado de ebriedad.
— ¡Dante! ¿Qué haces aquí en este estado? ¡Son las 3 de la tarde! — exclamó Joe con un tono de molestia.
— Me vas a asustar a los clientes, ven.
En ese momento Joe llevó a Dante a la parte de atrás del local, le dio algo de agua y algo para comer para que se recuperara del malestar.
Suena la campana de la barra
— Ya vuelvo, por favor, quédate aquí y no hagas ningún desastre — decía Joe con voz baja.
En ese momento, Dante estaba casi inconsciente, pero pudo escuchar una voz muy dulce que provenía de la barra y decía: «Hola, oye, disculpa, ¿tendrás algún teléfono que pueda utilizar? Necesito hacer una llamada con urgencia».
La voz lo cautivó y con las pocas energías que tenía decidió asomarse por la ventana de la puerta trasera del local, y ahí estaba ella.
Una chica alta, con una sutileza como de bailarina para moverse y expresarse, con un corte de cabello muy hermoso, con un estilo como de los años 90, de color casi negro. Llevaba puesta una chaqueta de jean, muchos anillos y collares.
Era todo un deleite para la vista.
Dante no podía casi moverse, por lo que decidió ir al baño a echarse algo de agua en el rostro para salir a conocer a esta misteriosa mujer que lo había cautivado en el acto.
Pasados un par de minutos sale Dante con mucha prisa.
— ¿Dónde está? — pregunta Dante muy eufórico.
— ¿De qué hablas, Dante? — replicaba Joe con un tono de confusión.
— ¿Dónde está ella? — preguntaba mientras buscaba por todo el local.
— Ok, me estás asustando, ¿qué sucede?
— ¡La chica! ¡La chica que estaba acá en el mostrador hace unos minutos! ¿Dónde está?
— ¡Oh! Bien, ella se fue hace como un minuto, trató de usar el teléfono pero al parecer la persona a quién estaba llamando no le atendió.
— ¡Demonios! ¿Te dijo su nombre? — preguntó Dante muy alterado.
— No, lo siento mucho, creo que ni siquiera es de por estos lares, pues su rostro no se me hace nada familiar.
Esta enigmática y misteriosa chica le había causado una especie de «idilio» muy fuerte a Dante, pues, desde ese día, tomó la decisión de ir todos los días al local a esperar a ver si la vida le ponía a aquella bella señorita una vez más al frente, para esta vez, poder conocerla completamente.
Y pasaron unos días, un par de semanas y aquella chica no aparecía...
— Oye, en serio, deberías irte a tu casa, tal vez ella no vuelva a venir y solo fue una casualidad el que tuviera esa emergencia y solo estaba de paso por la ciudad ¿no crees? — decía Joe con mucha preocupación.
— No lo sé Joe, no puedo sacarla de mis pensamientos, es como si se hubiese arraigado a mi psiquis.
— Pero ¿qué tiene de especial esa chica? ¿cómo es posible que te guste tanto si ni siquiera la has visto cara a cara?
— Su voz... hubo algo en su voz que me atrapó, no sé si fue su delicada tesitura, no sé si fue su dicción, no sé si es lo agudo de su timbre, pero hay algo en su voz que me atrapó, la escucho en todas partes, en todo momento — decía Dante mirando hacia la nada.
— Tú definitivamente estás loco — decía Joe riendo.
— Por algo soy artista ¿o no? Este es nuestro estilo — decía Dante de manera irónica.
— Bien Romeo, es hora de que vayas a casa, ya vamos a cerrar el local, nos vemos mañana.
— Está bien Joe, de verdad gracias por todo, sé que no es sencillo lidiar con alguien como yo, pero no conozco a nadie más en la ciudad y definitivamente la soda y las crepes aquí son muy buenas como para no venir seguido.
— Bueno, sí, posiblemente me haré millonario con tus cuentas diarias — decía Joe riendo a carcajadas.
— ¡Hasta mañana, Joe! — exclabama Dante mientras se dirigía hacia la puerta del local.
Y de repente...
Suena una explosión repentina
«¡Ah! ¡Demonios! ¡Esto era lo que faltaba!» escuchó Dante al otro lado de la calle, por lo que fue a investigar lo que sucedía.
Al llegar, notó que había una chica con un suéter y capucha en un automovil detenido y con una rueda muy dañada.
— ¡Oye! ¿Necesitas ayuda con algo? — preguntó Dante.
— Muchas gracias, de verdad que es increíble que este tipo de cosas me sucedan a mí, creo que pisé algo punzante y mi rueda sufrió mucho daño, no podré llegar hasta mi casa en mi automovil y mi celular no tiene señal — decía la chica con el suéter.
— Bueno, aquí al otro lado de la calle hay un local que aún no cierra, te puedo llevar para que llames una grúa o algo, porque yo en este momento no tengo celular — replicaba Dante.
— Está bien, te sigo.
Dante llevó a la chica hacia el local; este ya tenía el letrero de «Cerrado» en la puerta.
— ¡No puede ser! Ya cerraron — decía la chica con mucha frustración.
— Tranquila, conozco al que atiende, déjame llamarle.
— Pero dijiste que no tienes celular.
— ¿Quién dijo que usaría un celular? Permítame, señorita — decía Dante sonriendo.
— ¡JOE! ¡Abre el local que tengo una emergencia! — exclamaba Dante con un tono de voz muy elevado.
— ¡JOE! ¡Por favor, sé que aún no te has ido! — exclamaba Dante con un tono de voz aún más elevado.
— ¡Dante, por dios! ¿Qué pasa contigo? — replicaba Joe muy enojado.
— Discúlpame por aparecer así de nuevo, pero esta chica necesita un favor, su automóvil se accidentó aquí en la calle de al lado y no vive cerca, así que la traje para acá a ver si la puedes ayudar.
— Bien, ¿qué puedo hacer por usted señorita? — preguntaba Joe con mucha incomodidad.
— Discúlpame por irrumpir de esta manera, pero en serio no tengo manera de resolver — decía la chica muy apenada.
Y en ese momento Dante escuchó a la señorita decir: «¿Podrías prestarme el teléfono para hacer una llamada con urgencia?»
— ...
— Tú... tú eres la chica... — decía Dante con la voz muy temblorosa.
— Oh, no... — decía Joe mirando a la chica avergonzado.
— No sé de qué estás hablando — decía la chica con mucha intriga.
— Sí, eres tú, la chica que vino hace tiempo a pedir el teléfono para una llamada de emergencia y ahora que lo pienso, tienes muy mala suerte ¿no? — decía Dante sonriendo.
— ¡Oh! ¿Era este mismo local? Realmente no lo recordaba porque, en aquél entonces, vine de día, esta ciudad cambia mucho cuando cae la noche — decía la chica sonriendo.
— Sí bueno, no quiero sonar como un «stalker» ni nada, yo solo escuché tu voz desde la puerta trasera y creo que me gustó más de lo que debería — decía Dante sonrojado.
— Ok, eso no ayuda para nada — decía Joe de manera irónica.
— Y... ¿qué hacías en la puerta trasera? — decía la chica con mucha curiosidad.
— Estaba ebrio, había pasado un mal día y para no espantarle los clientes a Joe, él me llevó a la parte de atrás del local.
— Ya veo, bueno, gracias por el cumplido — decía la chica sonriendo.
Joe procedió a darle el teléfono para que llamara y la chica pudo pedir una grúa para volver a su casa con su automóvil.
Pasaron unos 20 minutos antes de que llegara la grúa.
— ¡Oye! Antes de que te vayas, ¿podrías decirme tu nombre? — decía Dante muy apenado.
— Busca mi nombre en la primavera, sabrás encontrarlo, de hecho, soy el comienzo de la primavera — dijo la chica sonriendo.
Acto seguido, la chica se subió a la grúa y se fue para su casa.
Desde ese momento, Dante comenzó a resolver el acertijo que le había dejado la chica que le había provocado este idilio tan fuerte. Luego de un par de semanas, lo supo...
— Creo que lo tengo... el principio de la primavera, cuando llega la primavera nacen las flores ¿no?, ¿Se llamará Rosa? ¿Margarita? ¡AH! Esto es tan difícil — decía Dante muy exaltado.
Un par de horas más tarde...
— Principio de la primavera... ¿cuándo comienza la...?
— Un momento... lo tengo... ¡LO TENGO! — dijo Dante emocionado.
— Su nombre, es Abril.
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