-Subrayado con tinta- Relato corto
La lluvia mojaba la ciudad desde hacía horas. Incluso tras estos gruesos muros de piedra, la humedad te calaba los huesos...
-No soy capaz de recordar en qué momento abrí esa puerta y me senté en este catre. Es posible que fuera me estén buscando, o que incluso se hayan olvidado ya de mi, el paso del tiempo es ahora confuso.
Entre la humedad y el frío metal, apenas notaba ya mis manos. Si levantaba la mirada de aquel yelmo solo vería una sencilla habitación: cuatro paredes, una cama y un armario. Un espacio que debiera ser tan personal... Y que sin embargo no mostraba rasgo alguno de pertenecer a una persona. Más de medio año hace que vivo aquí, y sigo siendo un extraño hasta para la cama en la que duermo.
No he tenido la mejor de las infancias, ni si quiera recuerdo el calor de un hogar. ¿Pero esto? Estos muros de piedra, estas láminas de acero, esta gente y su lucha... Dista mucho de lo un día pensé que podría ser mi hogar.
No siempre tuve sueños y aspiraciones. No siempre tuve fuerzas para levantarme y decir; basta, voy a cambiarlo. No siempre, no. Pero sí hace un año, sí ahora. Tengo claro lo que quiero. No sé como ni cuándo, pero si sé donde. Esta ciudad será mi hogar. Puede que tarde algo en darme cuenta, pero aquí hay gente buena, fuerte, que sabe por lo que hay que luchar. Y eso es lo que quiero para mí.-
Aferré con más fuerza el yelmo.
-Pero siguen sin ser mi gente ¿no?. Me han dado un lugar donde vivir, un trabajo, esperanza. Y yo no les he dado nada. Aún soy débil, sé que mis brazos no pueden acabar con grandes enemigos, pero pueden salvar vidas. Van a salvar vidas.
Está claro que no estoy hecho para la guerra, he seguido al ejército allí donde me ha llevado, pero es hora de cambiar. Cuando vuelva, colgaré el cinto. Dejaré las armas. Siempre me llevé muy bien con el maestro del orfanato, podría montar una escuela. En esta ciudad hace falta algo de vida y menos de muerte. Hacen falta niños. Sí, cuando vuelva pediré algún préstamo y abriré una escuela. Buscaré una buena mujer y la haré todo lo feliz que pueda. Tendré hijos. Les enseñare lo bueno que esté mundo les puede dar, y dejaré que aprendan ellos lo que les puede quitar...
Siempre pensé que mi camino era la espada. No tenía familia ni a nadie que me protegiera. El mundo estaba sumido en una guerra constante y se necesitaba de peones que murieran en ellas. Había aceptado que yo sería uno de ellos, que pasaría por el mundo como una hoja que cae en un bosque aislado. Sin hacer ruido, sin que nadie lo notase.
Es gracioso ver cómo el ser humano se da cuenta de lo que tiene, cuando cree que lo va a perder. Pero aún es más triste darse cuenta de lo doloroso que es hacer algo, cuando tienes cosas que perder.
Yo era como esas invenciones metálicas, estaba vacío, seguía unas órdenes y simplemente fallaba o acertaba. Era irrelevante lo que perdía por el camino.
Y ahora que descubro que hay algo de carne bajo estas chapas de metal, me embarco en la que probablemente sea la misión más difícil de mi vida. ¿Seré idiota?
No. Si hago esto, es porque es necesario, porque lo necesito. Un capítulo no se cierra con un punto y seguido. Yo busco mi aparte.-
Cogí mi yelmo y me lo puse. Respiré. Fuera parecía haber dejado de llover, y se oían caballos. Decidí escribir una última frase antes de partir.
-Lo único de lo que me arrepiento en esta vida, es de no haber conocido mejor a mis padres. Esta carta es para todo el que la quiera leer, pero también para ellos.
Puedo parecer un loco, pero no me he rendido. Esta no es mi carta de suicidio.- El "no" estaba subrayado y tras esa frase reposaba una gota de tinta y una firma.