Latinoamérica: una amalgama de herencias

in #spanish7 years ago (edited)

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Los sucesivos pueblos que habitaron en tierra española a lo largo de su dilatada historia, jamás se imaginaron que, con el paso de los siglos, habrían de ser los llamados para dominar y poblar las vastas tierras de América, con la espada y con la cruz, de una casta de guerreros y devotos a la fe. La Edad Media española tuvo la particularidad de llevar a cabo una cruzada interna, la Reconquista, en contra de los pueblos moros que habían llegado en 711 para quedarse por más de ocho siglos, que fueron tanto de un rico intercambio cultural, como de guerras entre moros y cristianos y entre los diferentes reinos entre sí, por obtener mayores dominios. No fue sino hasta enero de 1492 que los reinos unidos de Castilla y León lograron eliminar cualquier reino islámico en España, con la derrota del reino Nazarí de Granada. Ocho meses después, ese mismo pueblo guerrero se aventuraría hacia el mar desconocido, forjándose su destino de nación grande y poderosa justo ese mismo año de importancia capital, cuando Colón zarpó al mando de sus tres carabelas.

El guerrero español que subyugó a los imperios más ricos y poderosos de América, era descendiente de aquéllos que combatieron contra los moros por extender las fronteras de la cristiandad, fundando al mismo tiempo nuevas ciudades, poblándolas y gobernándolas. Por eso llegaron con ese mismo espíritu, no sólo a destruir, sino a fundar, sobre las cenizas de los ídolos rotos, o sobre la nada, ciudades que fueron creciendo en población y riqueza. Pero a costa de la destrucción del mundo indígena, de su genocidio. El descubrimiento significó encontrarse con lo otro, con la barbarie, con hábitos y rituales completamente ajenos a la tradición judeocristiana, que hizo espantar a las mentes todavía medievales de los conquistadores, que los consideraron salvajes y hasta llegaron a dudar si realmente los indios poseían un alma. La forma en que se trataba al aborigen espantó al Fraile De Las Casas, quien con sus crónicas y críticas al sistema de encomiendas, inicia una de las primeras y más interesantes discusiones sobre derechos humanos en la historia, que se tradujo en el fin de la encomienda, aunque se continuó explotando al indígena, disfrazada bajo otros nombres. De Las Casas llegó a escribir a favor de la traída de esclavos del África, pues liberarían al indio de su explotación. Luego se arrepentiría al ver cómo en casi todas las colonias la explotación de los indios no se redujo, sólo se hizo acompañar del sufrimiento del negro.

Las antiguas culturas prehispánicas tenían una sociedad bastante jerarquizada, existía la propiedad comunal, pero los privilegios eran de las castas superiores, quienes también disfrutaban de las riquezas. A la llegada de los españoles, esa sociedad vertical fue sustituida por otra de similares características, en la que el Rey era el dueño y señor absoluto de las colonias, quien repartía sus dependencias entre blancos peninsulares, en contra de los intereses de los criollos que pretendían más autonomía. Pero lamentablemente, la tradición ciudadana que siguió a la fundación de las ciudades durante la reconquista, fue derrotada por el creciente poder del soberano, imponiendo el absolutismo como modo de gobierno. Así, el absolutismo de los Habsburgo quedó enraizado en la tradición hispanoamericana, fortalecido además por la antigua división de castas de los aborígenes; lo que ha hecho que históricamente la figura de líder protector o del Estado paternalista, ha tenido un destacado papel en la política interna de nuestras naciones. Incluso, el mismo Bolívar, en sus numerosos proyectos constitucionales, le daba una gran importancia al cargo presidencial, pero él entendía que un líder era importante mientras se fortalecieran las instituciones, al contrario de la actuación de muchos de nuestros caudillos que buscaban poderes débiles y sumisos a sus aspiraciones políticas.

Mucho se ha hablado de los malos gobiernos que hemos tenido en Hispanoamérica, de la corrupción en los poderes públicos, de la baja moralidad de nuestros dirigentes. Lo cierto es que, visto desde la perspectiva histórica, esa ineficiencia gubernamental recuerda la situación de España cuando era gobernada por los últimos representantes de la dinastía Habsburgo, un país que tenía enormes ingresos producto de sus riquezas coloniales y que sin embargo su población estaba sumida en la pobreza, por la desigual distribución entre las clases sociales y los enormes gastos del soberano, que mantenían a la nación endeudada con banqueros alemanes y holandeses, verdaderos beneficiarios del oro y la plata americanos. Puede ser cierto que heredamos esos vicios de la España imperial, pero también es cierto que durante la etapa republicana, la mirada de los líderes de las nacientes naciones miraron más hacia la imitación de los modelos de gobierno anglosajones y franceses, pues admiraban la forma en que se ordenaba la vida civil en esas naciones; pero sin darse cuenta de que esos modelos estaban muy lejos de resultar efectivos en nuestras naciones, con tradiciones y culturas completamente distintas de las realidades de Inglaterra o Estados Unidos.

Latinoamérica hoy en día sigue buscando el camino que le asegure el éxito, ya ha aprendido la lección de que para conseguirlo debe buscar en sí misma, en las altas cumbres andinas o en las ardientes pampas y llanos, tiene que mirar hacia sus hermanos para poder construir el progreso juntos, para poder salir de su pobreza económica a través de la adecuada utilización de sus recursos naturales y la valoración de su principal recurso, su riqueza cultural.

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