La vida es eso que pasa mientras caminas a todo ritmo en un bulevar lleno de vida, de otras personas caminando a todo ritmo como tú así como te encuentras aquellos que pasean, de flores, de música en cada esquina, colores, olores y culturas a cada costado pero no puedes detenerte a sentirla, a observarla. Suena secrets de fondo —que compartiré al final de la publicación— y no piensas en respirar y oírla sino en sacar el billete de la propina porque le pusieron un poco de color auditivo a mi mañana ajetreada. La música se desvanece con cada paso y es ínfimo ese momento en que deja de sonar la música.

La vida te pasa, la rutina se la come. En la calle ves otros corredores que viven la vida como tú, mientras te distraes escribiendo esto y tratando de descifrar la calma de otros.

Comprar dólares, vender bitcoins, cortarte el pelo, sobrevivir un día más a la rutina, plantearte la eterna duda de si salir o quedarte en casa escribiendo un viernes por la noche, hacer trámites, recordar la infancia, todo en sí es vida, la vida de adultos. Pensar esto y verme a mí mismo en una fila para pagar o terminar una diligencia me transporta directamente a cuando de niño veía a adultos hacer estas cosas y todo se veía tan ajeno a mi vida, como si YO nunca pasaría por eso. Hoy estoy ahí. Cada vez ese espíritu infantil, ese cuerpo inocente deja de existir y se transforma o queda únicamente como una foto congelada sin alma.

Desde Rivera Indarte, al altura de paseo las flores, hasta La rioja 28.